Estamos recordando estos días el 80 aniversario del Día D, el Desembarco aliado en Normandía, donde miles de jóvenes de muchas partes de la tierra dieron su vida por la libertad para frenar al dictador. Veintisiete jefes de Estado y Gobierno se han reunido en la playa de Omaha, también conocida como 'La ensangrentada', para defender la libertad frente a las dictaduras. Allí se ha aprobado una declaración, firmada por los jefes de Estado y de Gobierno presentes en esta conmemoración, defendiendo la integridad territorial de los Estados soberanos, rechazando la fuerza como recurso para solventar diferencias; respetando la libertad y los derechos del hombre, apostando por la libertad de pensamiento, conciencia, religión o creencias; defendiendo el derecho a la información garantizado por una prensa libre, independiente y pluralista, etc. Evidentemente, España no ha firmado esa declaración de principios fundamentales.
Y es que, en las circunstancias en que vivimos, sería muy difícil a un gobierno que juzga a los que les juzgan, que llama malos, e incluso de “más que malos” a los que no les siguen, que no soporta las críticas de nadie y califica todo de fango, que arremete contra la prensa libre por destapar sus vergüenzas, que oculta todas sus fechorías, que manipula a su antojo la sede de la soberanía popular, el Congreso de los Diputados, que conmina a jueces y fiscales a hacer lo que al gobierno le interesa, que invade las Instituciones del Estado, y un largo etcétera, les sería muy difícil, digo, firmar una declaración como la que han firmado los gobiernos reunidos en la conmemoración del 80 aniversario del Día D.
La razón es evidente, los primeros, los del comunicado conjunto, lo hacen compartiendo un ideal con tantos soldados que dieron su vida “por la libertad y para frenar al dictador; y el segundo, nuestro gobierno, sus aliados y sus partidos que lo sostienen, actúa en el lado opuesto. A la prensa no se la deja ser libre y se la recrimina si destapa corrupciones del gobierno; los jueces y fiscales no pueden hacer su labor en libertad porque se les reprende, riñe y desprestigia; los partidos no pueden hacer su labor de oposición porque los incorpora al fango. Tapar bocas, doblar voluntades y hacer lo que quieren es su objetivo. Sus imputados son loados, alabados y ensalzados como los mejores, incluida la mujer del presidente, elevada al rango de presidenta-consorte y poseedora de tal rango institucional. Son comportamientos contrarios a la libertad, actuaciones propias de gobiernos que “ponen freno a la libertad y alaban la autarquía”.
Las “mañas” de estos gobiernos totalitarios son comunes en todo el mundo: reprimir, cerrar la boca al disidente, desprestigiarle, negar la evidencia y acusar de bulos cuando se destapan sus vergüenzas. Asaltar las instituciones colocando a sus “peones” en todos aquellos puestos de mando para asegurar su control frente a las denuncias por sus desmanes, amansar la prensa oficial y difamar, denigrar, vilipendiar o desprestigiar a la independiente, adueñarse de los mensajes para confundir al pueblo e identificarse con el Estado. Es llamativo, también, que en todos estos encontremos destacadas “simpatías” por grupos nada edificantes en la búsqueda de la paz, incluso terroristas. Además, en ese cúmulo de coincidencias, estos gobiernos totalitarios y autócratas comparten la simpatía por la izquierda, los “zurdos” y tienen una especial simpatía por el mayor régimen totalitario, absolutista y dictatorial dirigido por Putin. También suelen coincidir con algunos países de la órbita islámica que, irónicamente hablando, son grandes defensores de las libertades de las mujeres, a las que subyugan, de los homosexuales, a los que asesinan, o de la prensa a la que amordazan. Y, por si fuera poco, son grandes defensores de la familia, la suya, a la que colocan en puestos relevantes del poder con acceso fácil a sus prebendas económicas.
Escribiendo, escribiendo, haciendo un repaso de las diferencias entre los países que luchan “por la libertad y para frenar al dictador”, y los que “ponen freno a la libertad y alaban la autarquía” me he encontrado que España no está entre los primeros y que nos estamos acercando a la otra peligrosa orilla, a la de la falta de libertad y el totalitarismo. Otros países siguieron este camino y hoy lo lamentan. Por eso es el momento de “parar al dictador” y el primer “desembarco” por la libertad la tenemos delante el 9 de junio. Se necesita un esfuerzo por la libertad.