El pasado sábado asistí a la celebración en el Teatro Calderón a la celebración de la fiesta de la Policía Municipal de Valladolid y quiero que mis comentarios de hoy sean un homenaje a nuestra Policía Municipal, cuya Patrona es la Virgen de San Lorenzo.

Su coincidencia con la Patrona de la ciudad, y especialmente desde que trasladamos las Ferias desde San Mateo a la festividad de la Virgen impide su celebración en su día.

Habitualmente se celebraba en el mes de noviembre, pero el alcalde Carnero se comprometió acercar lo más posible la fiesta al 8 de septiembre y este año lo ha hecho realidad.

Todos los años, desde que dejé la alcaldía, me invitan al acto institucional y todos los años he asistido salvo cuando mis achaques de Salud me lo impidieron.

Es un acto que preside el alcalde, al que se invita a las primeras autoridades, pero los auténticos protagonistas son los policías municipales y sus familias, en un acto en el que se reconocen los méritos especiales de algunos de sus miembros.

Se despide a los jubilados, se reconoce la antigüedad de los que llevan 25 años en el cuerpo y se nombran Guardias Municipales de Honor a determinadas personas que se han distinguido por su especial colaboración con la Policía Municipal.

Podría ahora intentar resumir la historia de nuestra Policía Municipal, pero ni el espacio ni el tiempo me lo permiten.

Basta decir que la actual Policía Municipal tiene su inicio nada menos que en 1826, cuando los Ayuntamientos decidieron crear un cuerpo policial propio, la Partida de Capa en los años de la Guerra de la Independencia, hasta llegar al cuerpo policial actual de casi 500 miembros que integran la plantilla actual.

A quien quiera conocer la historia y la evolución le recomiendo la lectura de un pequeño libro que bajo el título 'Policía Municipal de Valladolid, 185 años de historia, 1826-2011' que publicamos en diciembre de 2014, y le animo a visitar el Museo de la Policía Municipal instalado en el edificio de la Jefatura.

Voy, por lo tanto, a comentar alguno de los aspectos de mis vivencias con la policía municipal, (no conviene olvidar que el alcalde es el auténtico jefe de la Policía Municipal), a lo largo de mis 24 años de pertenencia de la Corporación Municipal, 20 de ellos como su alcalde.

Cuando en 1991, a pesar de ganar por primera vez las elecciones municipales encabezando las listas del PP, cuando quien llevaba 12 años como alcalde, al contar con el respaldo de IU y CDS, fue reelegido, decidí incorporarme al Ayuntamiento.

He de reconocer me vino de perlas para conocer la ciudad, el Ayuntamiento y la Policía Municipal, que me sirvió, y mucho para mi labor como alcalde cuatro años más tarde. Y no quiero olvidar mi buen entendimiento con el alcalde Rodríguez Bolaños con quien el diálogo era permanente y terminó fraguando una buena amistad.

Hasta mi llegada al Ayuntamiento veía, si bien poco, a los policías en la calle regulando el tráfico en la ciudad, (los que pasamos de los 70 recordamos al "eléctrico" y las cestas navideñas con las que los ciudadanos agradecían la labor de los municipales), poniendo multas, y algún cometido más.

Y me creo que ésta era la percepción que sobre la Policía Municipal tenían buena parte de mis convecinos. Cuando en 1.995 accedí a la Alcaldía, había tres temas que me obsesionaban y que entendía que había que mejorar con carácter prioritario: la seguridad, la limpieza y el transporte público. Y puse manos a la obra.

Lo primero que hicimos fue analizar publicaciones al respecto y analizar la labor hecha en aquellos municipios que destacaban por la seguridad, aún reconociendo que esta era una tarea prioritaria para la Policía Nacional.

Hablando con los responsables de la policía en nuestro Ayuntamiento, que en mis 20 años de alcalde fueron tres: Gonzalo Muinelo, Juan López de Haro y Julia González Calleja.

El primero pasó muy pronto a la segunda actividad, siendo López de Haro el actor fundamental de nuestra reforma policial.

Cuando éste tuvo que cesar por razones de edad, promoví a la Jefatura a la entonces Intendente Julia González Calleja que fue la primera mujer en dirigir una Policía Municipal en una capital de provincia en toda España, algo de lo que me siento muy orgulloso, aunque algunos prediquen lo contrario.

La primera actuación fue la puesta en marcha de una Policía de Barrio, procediendo a la descentralización del Cuerpo, creando cinco distritos en la ciudad, cuatro de ellos dotados de sede propia, y asignando a cada uno de ellos un grupo de policías, siempre los mismos, que pateaban las calles de su distrito en jornada de mañana y tarde.

El inicio no fue fácil: el primer distrito fue el de las Delicias, y no olvidaré un grupo de policías municipales de paisano que el día de la inauguración me esperaban con una pancarta que decía más o menos, “al alcalde no le preocupa tu seguridad sino su imagen”.

El patrullar de uno en uno, aunque auxiliados por las motos y los coches de enlace cuando era necesario y el turno partido, lo compensamos con un complemento en la nómina de los policías que se incorporaban voluntariamente al nuevo modelo.

Pocos meses después, fueron los vecinos de la Rondilla los que reclamaron una policía “como la de las Delicias”, y es que en este modelo cambió radicalmente la imagen del policía municipal que pasó de ser un hombre de uniforme, bolígrafo y libreta de multas, a un funcionario municipal que colaboraba con los vecinos.

Al ser los mismos policías en las mismas calles terminaban conociendo a los vecinos, las tiendas, los coches y hasta los perros de su zona.

Y así surgieron las comisarías de distrito de las Delicias, la Victoria, la Zona Sur y Parquesol. En esta reforma de la Policía fue fundamental el trabajo de dos concejales: Manuel Tuero, primero y Manolo Sánchez después.

Ciertamente mejoró la seguridad en las calles, algo que mejoró cuando coordinamos su actuación con la Policía Nacional. La Policía de Barrio se convirtió el 8 de marzo del 2000 en la primera Policía de España que obtuvo un certificado de calidad, algo que sirvió de modelo a otras policías.

Lamentablemente el modelo se fue deteriorando entre 2015 y 2023, pero el nuevo alcalde se ha comprometido a recuperar y mejorar la Policía de Barrio, decisión que aplaudo sin reserva.

Inmediatamente iniciamos conversaciones con el jefe Superior de la Policía Nacional para coordinar nuestras dos policías, y así surgió la “Sala Conjunta” instalada en la Jefatura de la Policía Municipal y a la que en el turno de noche se integraba un miembro de la Policía Nacional.

Ante cualquier incidente se remitía a la patrulla más próxima al lugar independientemente de la naturaleza del hecho.

Al mismo tiempo, y por iniciativa de los propios policías municipales el 22 de abril del 2002 creamos el servicio de atención a las víctimas de la violencia doméstica, con 12 agentes, hombres y mujeres de la policía que estaban de guardia telefónica 24 horas al día y que en el primer año realizaron 130 atestados, unidad que también fue pionera.

Además, renovamos íntegramente la flota de los vehículos, coches y motos de la policía y la red de comunicación digital con sus terminales de GPS.

Otro hito importante fue el convenio firmado en noviembre del 2.002 con el Ministerio del Interior, con el que mejoramos la colaboración entre nuestras dos policías y que incluía que parte de la formación de los nuevos policías se hiciera en las magníficas instalaciones de la Escuela Nacional de la Policía en Ávila.

Antes de terminar un especial reconocimiento al grupo de policías que de paisano me acompañaron como escoltas cuando el Ministerio del Interior descubrió en los archivos de ETA mi foto, domicilio y costumbres y decidió que debía estar protegido. Con todos ellos entablé una auténtica amistad que se mantiene hoy en día.

Y una vez más, el espacio y el tiempo me obligan a terminar, así que… hasta el viernes que viene, no sin antes reiterar mi felicitación y agradecimiento a los policías municipales de Valladolid.