Los padres se han convertido en las agendas de sus hijos. Si un niño tiene deberes y no recuerda cuáles son porque no estaba atento en clase o no le apetecía apuntarlo solo tiene que decir las palabras mágicas: “¡Mamá, no recuerdo qué deberes tenía! ¿Puedes preguntarlo en el grupo?”.

Inmediatamente la madre o el padre abrirá el grupo de WhatsApp de los padres de la clase y preguntará qué tiene que hacer. Lo anotará y así su hijo podrá realizar sus tareas. Si esto se repite en el tiempo, puede que a los padres les dé pudor preguntar tantas veces qué es lo que tiene que hacer su hijo para el día siguiente, así que intentarán, de forma privada, consultarlo con algún progenitor con el que tengan más confianza.

¿Es bueno que los padres tengan que ocuparse de anotar las tareas de sus hijos?

Claramente, no. Esta dinámica provoca que las responsabilidades de los menores se diluyan, de tal forma que al final siempre van a necesitar una persona al lado que ejerza las labores de secretario. Serán incapaces de hacer cualquier cosa por sí mismos y la madurez que deberían adquirir con la obligación del compromiso personal y autoexigencia se irá por el retrete.

Lo mismo pasa con la ayuda desinteresada que los padres prestan a sus hijos para hacer estas tareas o estudiar la lección, ya sean ellos mismos o profesores de clases particulares contratados para tal fin. Si la idea es ayudarlos para que puedan realizar todas las tareas y exámenes sin cometer un solo error y así sacar la mejor nota posible, pagarán un precio.

El día que el alumno se siente solo a realizar cualquier ejercicio o a estudiar, va a ser incapaz de hacerlo. No habrá desarrollado las estrategias cognitivas necesarias para hacerlo. 

Todo le quedará grande.

Necesita que alguien pulse el botón de arranque.

Este craso error que cometen las familias, para que cuando lleguen los boletines de notas puedan pasar un pantallazo a todos sus amigos presumiendo de las excelentes calificaciones que ha obtenido su retoño, es pan para hoy y hambre para mañana. Si ya lo dice el dicho: “¡Enséñame a pescar y no me traigas peces!”.

Los alumnos necesitan aprender por ellos mismos a hacer sus tareas. Puede que en algún momento requieran ayuda, pero tiene que quedarse en algo anecdótico y puntual.

Los niños y jóvenes cuentan con miles de recursos a su alcance para resolver cualquier cuestión o problema académico que se les plantee.

El primero es prestar atención al docente cuando explica en clase.

Con ese ya podrían resolver la actividad correspondiente con facilidad. En caso de que ese no fuese suficiente tienen los libros de texto, miles y miles de páginas de internet donde puede buscar información y sacar las conclusiones necesarias para dar una respuesta coherente a cualquier pregunta planteada en casa.

Incluso, si eso no fuese bastante, siempre les quedaran los famosos tutoriales de YouTube donde docentes muy sonrientes y animados explican de nuevo la lección dada en el colegio.

Allí, podrán pausar y rebobinar el contenido en caso de que no hayan interpretado de forma correcta alguna frase o hayan perdido el hilo.

Si eres padre o madre y quieres que tus hijos sean miembros productivos de la sociedad y no ovejas estabuladas, deja de hacer las tareas que a ellos les corresponden.

Si un día no llevan los deberes porque no han prestado atención cuando el profesor ha mandado la tarea, no se acaba el mundo. La tierra sigue con sus movimientos de translación y rotación, no se para.

Ese día puede que tengan una mala nota, pero aprenderán una lección muy valiosa para toda su vida.

Sus logros y triunfos dependen únicamente de su trabajo y esfuerzo, no del que hagan los demás en su lugar.