El único problema de España es que no sabe mirar. Como esos hombres que se empeñan en la mujer incorrecta toda la vida, por muy guapa que sea y por eso nunca dejará de irles mal.

Y España mira a Europa porque es lo que tiene más cerca sin darse cuenta de que la única visión que importa es la de otra mujer: Isabel y su obra, que se llama Hispanidad.

Ella le puso un balcón a España en el Atlántico para que pudiese ver más allá. Así lo recoge su testamento dictado en Medina del Campo en 1504.

Y la prueba de que no sabemos mirar es que nos empeñamos en Francia y despreciamos Portugal y todo lo que cae más allá como si los franceses tuvieran el secreto de la modernidad –o a caso los ingleses– y no fuésemos nosotros los que un siglo antes que ningún otro hablamos de derechos humanos.

Ahora la nueva leyenda negra dice que España esquilmó allende los mares como si fuésemos piratas en vez de navegantes, corsarios en vez de conquistadores.

Y debe de ser que la nueva presidenta mexicana, la doctora Claudia Sheinbaum, aunque de docta tenga poco, no ha levantado nunca la vista al pasear por Mérida y dar con la Catedral de Yucatán.

O sencillamente que los populismos gobiernan a este lado y al otro del Atlántico porque somos hermanos.

Hoy que ya no es doce de octubre y decir España es menos facha que ayer, menos colonialista, menos vergonzoso... Recordaba el otro día Chapu Apaolaza que somos hijos del mestizaje entre cartagineses, romanos, árabes, judíos y demás.

Que nadie le exigía una disculpa pública a Meloni o a Marruecos por haber desembarcado y arramplado en la península ibérica hace tantos siglos que esto ni se llamaba España todavía.

Y a nosotros nos lo exige México como si México no fuese otra cosa que la mezcla del mestizaje como todos los países modernos, con la diferencia de que de los indígenas se deshicieron los mexicanos cuando aquello ya no era español.

Del sesenta por ciento de indígenas a apenas un veinte por ciento dentro del total de la población con la excusa de la Revolución.

Y hay una parte de España que compra la leyenda negra como corderitos porque nunca abrirán un libro de historia para formarse un criterio propio, como si supiese más cualquier país del mundo sobre España que los españoles. Y así nos va.

Y si la presidenta de México dice que España tiene que pedir perdón por su llegada a América en 1492, es el momento de reivindicar más alto si cabe la Hispanidad.

De ponerle luz a una leyenda negra que tiene más que ver con nuestros vecinos europeos y sus excesos coloniales que con la llegada de España a Iberoamérica.

La Hispanidad es lo que nos queda contra el populismo, contra la leyenda negra y contra los que les gustaría que la historia fuese otra.