Han convertido la política en un juego de azar más que en un trabajo de gestión. Hasta hace un mes el PP de Castilla y León no contaba con aprobar los presupuestos para el próximo año ni en sus mejores sueños tras la espantada de Vox y menos que el PSOE se abstuviera en la votación del techo de gasto, antesala de las cuentas. Con lo que tampoco contaban es con que a Luis Tudanca, que llevaba diez años en la oposición, que es una mili que en su caso no termina nunca, y que había sido sanchista desde primera hora, lo quisiera despachar Pedro por la espalda desde Ferraz. Porque la política es así: una tómbola.
Y el PP se veía guapo gobernando en solitario, prorrogando presupuestos, agotando la legislatura, viendo cómo se hablaba más de cualquier otra autonomía que de Castilla y León. Incluso con todo el parlamento autonómico a la contra. Lo que no esperaba Mañueco ni el día de su cumpleaños es que Tudanca, en las últimas, pensase que podía darle ejemplo al resto del PSOE aunque sólo fuese por llevar la contraria.
Si los dos grandes partidos se pusieran de acuerdo en algo más que en su desacuerdo con cierta frecuencia, tal vez a España le iría mejor. Que no todo fuese un chantaje como el de Pedro Sánchez: ¡O me aprueban los presupuestos o a ver qué hacemos con Valencia! Devolverle a la política cierta altura de miras después de haberla arrastrado por todos los fangos. Un mínimo infranqueable, aunque sólo fuese el que tiene que ver con la política exterior. Que las líneas rojas no fuesen objetivos contra los que en Moncloa se lanzan como kamikazes cada vez que se ven acorralados y necesitan que Tezanos haga una encuesta express para decirles que todo va a ir bien.
Castilla y León va a resultar el primer ejemplo de que las dos grandes fuerzas políticas de España están condenadas a entenderse. O ellos o el populismo. Y cómo nos hagan pensarlo con más detenimiento después de la vergüenza de Sánchez y Mazón no vamos a saber qué es mejor. Con todo puede que a Tudanca no le importe el presupuesto o Castilla y León y sólo le preocupe Tudanca. Desde que sabe que Moncloa lo tiene en la diana y le busca un candidato, el que sea –con el único currículum de no llevar diez años en la oposición– están nerviosos en su equipo.
Que lástima que haya decidido ser socialista –y se aleje del sanchismo– cuando ya está desahuciado en su partido, que es esa lucidez que les entra a todos al final.