Óscar López Águeda, flamante ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública de España, se asemeja en lo político a esos asesinos en serie que dejan de matar de pronto pero que, al cabo del tiempo, vuelven a sus andadas criminales.

Óscar ha vuelto a matar, ay. Su víctima ha sido esta vez Juan Lobato, gallo de los socialistas madrileños, ajusticiado vilmente como antaño el infausto Julio Villarrubia, secretario del PSOE de Castilla y León.

Entre un asesinato y otro han transcurrido más de diez años, pero en ambos casos se repite un mismo patrón. Una pauta canalla que consiste en diseñar un escenario para hacer pasar por suicidio lo que en realidad es un crimen minuciosamente planificado.

Óscar López, durante la campaña electoral a las autonómicas de Castilla y León en 2011. En la imagen, con Pedro Sánchez, Óscar Puente, Rafael Hernando, Iratxe García, Ana Redondo y su archienemigo, Julio Villarubia, al que apartó para colocar a Tudanca

Óscar López, durante la campaña electoral a las autonómicas de Castilla y León en 2011. En la imagen, con Pedro Sánchez, Óscar Puente, Rafael Hernando, Iratxe García, Ana Redondo y su archienemigo, Julio Villarubia, al que apartó para colocar a Tudanca

La trampa que se tendió al desdichado Villarrubia comenzó con la moción de censura en Ponferrada en 2013. En contra de la opinión de Villarrubia, Óscar maniobró en la sombra desde Madrid para que el grupo municipal socialista de Ponferrada se hiciera con la alcaldía sin importarle el precio, aliándose incluso con un partido cuyo cabecilla, Ismael Álvarez, estaba envuelto en un caso de agresión sexual.

Fue un escándalo mayúsculo, no solo en Castilla y León, sino también en España. Las desavenencias entre Villarrubia y López alcanzaron tal nivel que, a instancias del segundo, la mitad de la ejecutiva regional del PSOE dimitió. El pagano de todos los platos rotos fue el secretario regional, o sea, Villarrubia, al que no quedó otra opción que dimitir y cuya carrera política se apagó entonces igual que enmudece ahora la del infeliz Juan Lobato.

La dimisión de Villarrubia como secretario regional obligó a nombrar una gestora y a convocar un congreso extraordinario para elegir nuevo secretario general. Comenzó así, en octubre de 2014, la era Luis Tudanca, sanchista porfiado de los primeros tiempos y estrecho aliado entonces de Óscar López, del que ahora se ha distanciado.

López celebró la muerte política de Villarrubia con un polémico tuit que más tarde se apresuró a borrar: "¿Sabéis esa incomparable sensación de despertarse y descubrir que sólo era una pesadilla? Pues eso. Hoy, a cenar un exquisito plato frío".

Luis Tudanca y Óscar López acapararon las conversaciones el pasado martes en el acto anual de entrega de los premios Cossío de la Junta de Castilla y León. A Tudanca muchos lo dan por muerto, un cadáver apestoso en la distancia. El burgalés quiere perpetuarse en el cargo de secretario regional, pero su pretensión es absurda. Su capacidad de liderazgo se esfumó hace tiempo. El partido necesita caras nuevas.

Óscar López es un maestro de la supervivencia en difíciles encrucijadas. ¿Sobrevivirá a ésta, el ‘affaire’ de los papeles de la pareja de Isabel Ayuso?
Se intuyen nuevos tiempos para el PSOE de Castilla y León. Se repiten con insistencia ciertos nombres: Carlos Martínez, Ana Redondo, Virginia Barcones… Sea quien sea, tengo para mí que Fernández Mañueco ha nacido con la cuchara de plata en la boca.