Brasões, Pelourinhos e Cruzeiros: vasto patrimonio del concejo de Pinhel
En los muchos paseos del viajero por las poblaciones de Portugal a menudo se encuentra con la palabra Pelourinho y, lo mejor, con el mismo objeto en sí. El Pelourinho es el equivalente a la Picota castellana. Es decir, una columna de piedra en un lugar bien visible de la población donde se ajusticiaba a los delincuentes. Siendo también símbolo de la Justicia y el poder real, señorial o municipal. Todo cabe en la simbología del poder. Referir que los pelourinhos tuvieron origen en la columna moenia romana que distinguía con diversos privilegios a las ciudades que los poseían.
Más no solo pelourinhos se encuentra el viajero. Sino también cruzeiros/cruzeros y brasões/blasones, que fue el motivo de una interesante visita, en un paseo todo terreno –nunca mejor dicho-, por diversas manifestaciones de estas esculturas populares por el concejo de Pinhel, tema que da nombre a la 22ª edición de la que ya está considerada como el mayor certamen de invierno de la Beira Interior, la Feira das Tradições.
No es misión del viajero realizar un estudio exhaustivo histórico/social/artístico de este patrimonio, solo decir que el Pelourinho –calificado como de interés nacional en Portugal- es una construcción de piedra caracterizada, sobre todo, por una columna erguida verticalmente. La existencia de pelourinhos en muchas villas y ciudades portuguesas testimonia el ejercicio, en el pasado, de un poder local real, que en el caso de los municipios era ejercido por los llamados homes bons –hombres buenos-. Más allá de servir como afirmación de este poder, los pelourinhos tenían como función exponer a la humillación pública a los delincuentes y criminales, que eran amarrados y, en el peor de los casos, colgados en ellos.
El viajero comprueba en cada uno de sus viajes que hay muchos tipos de pelourinhos en Portugal, romanos, góticos o renacentistas. Entre los más espectaculares se encuentran los pelourinhos de gaiola –jaula-, abundantes sobre todo en Trás-os-Montes y en las Beiras, de los que el Pelourinho de la ciudad de Pinhel es un excelente ejemplo.
A ellos se suman los muchos blasones, o escudos de armas de ciudades feudales, que aún adornan importantes construcciones que hablan del pasado feudal y señorial de estas tierras de la Beira Interior. Pero también las cruces y cruzeiros –cruzeros- y calvarios, que salpican los municipios y su territorio de construcciones religiosas que hablan de creencias y ritos y, en la mayoría de los casos en Portugal- aún tienen sentido- con fiestas, romerías y celebraciones sacras, como en el caso de Atalaia.
El recorrido por los altos y bajos serpenteantes de la Beira
Llega el viajero a las freguesías del concejo de Pinhel en la búsqueda de blasones, pelourinhos y cruceros. Es primera hora de una tarde soleada pero fría. Muy fría. Decenas de todo-terrenos esperan conducir a cerca de 70 personas por los altos y bajos de los serpenteantes caminos del territorio del Côa. En este viaje llama la atención del viajero la cantidad de agua que corre por sus arroyos y regatos, cuando aún no habían llegado las lluvias, que cayeron días después. Como también los puentes y pontones centenarios que ayudan a cruzar los caudalosos cauces. También salpican el paisaje, como escondidos entre arbustos, vetustos molinos ya en desuso. De vez en cuando algún palomar o la ermita de rigor que en Portugal siguen con su sentido de creencia y convivio –convivencia vecinal-. Pero este no es el motivo del camino.
La primera parada se produce en la freguesía de Lameiras –donde la matanza recuerdan Carlos y José en su incursión en la Beira-. En un alto del casco urbano destacan las três cruzes do Calvário do ‘Santo’. Son tres piedras que sirven de base a tres cruces donde están artísticamente esculpidas varias figuras que, a pesar de parecer enigmáticas, tienen tras de sí una historia que, tal vez, pueda ser descubierta y transmitida como testimonio granítico vivo de la historia de esta aldea de la Beira. Además, Lameiras también posee el Cruzeiro do Barregão
Otra vez subiendo y bajando, serpenteando caminos de herradura hasta llegar al querido Lamegal. En su plaza, junto a la nueva Casa de Freguesía se erige esbelto, sobrio, rectilíneo en su mirada al Universo el Rollo de Lamegal. Un rollo jurisdiccional en granito del siglo XV que se asienta directamente sobre la roca. Levantado como sede de justicia o picota, pero no administrativa. Está protegido con la categoría de ‘Inmueble de Interés Público’ por la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Portugal. Pero Lamegal también goza en la plaza de la iglesia de un crucero armonioso.
Nueva salida a los caminos para cruzar la ribera, hecha carámbano, que llaman de Pêga donde tres patos buscan algún hoyuelo para nadar. Sigue el camino dirección a Nossa Senhora da Menina, una coqueta ermita, muy al estilo portugués de enfoscado pintado de blanco, donde se atisba, en una confluencia de caminos, un crucero de tres cruces que miran al ocaso.
Atalaia y a Festa dos Passos el Domingo de Ramos
Atalaia, como su nombre indica, es un pueblo que hace atalaya sobre los vastos territorios desnudos de los montes del Côa. En lo más alto, en vez de una atalaya –que el viajero sospecha que en sus tiempos remotos lo fue- se erige un peculiar calvario que da la espalda a la Beira y mira a la ermita y al pueblo.
El Domingo de Ramos, es sabido, marca el comienzo de la Semana Santa. Esta fecha es la elegida en Atalaia para realizar la procesión del Senhor dos Passos, siendo una de las más atractivas del distrito. Esta ceremonia se celebra de dos en dos años por la Hermandad de Nosso Senhor dos Passos, considerada también una de las hermandades más antiguas del país.
Esta procesión, como se verá, termina en el Calvario, situado en la zona norte de la población y mira al Sur. Está construido sobre una colina formada por dos grandes rocas. También considerado Monumento Nacional, de forma rústica, con forma de pila de piedra en bruto, está coronado por una cruz de granito cinzelado. Este Monumento, sencillo pero con la inmensidad que da el mineral y la sobriedad del paisaje, se erige orgulloso sobre la simplicidad de esta vida, como orgullo muestran también los habitantes de esta preciosa aldea. Su significado no va más allá del lugar donde Jesucristo murió en Jerusalén. Tal como en el Monte Calvario judío, se encuentra en la cresta de una alta colina, de exquisita belleza paisajística, dominando todo el horizonte del lado norte de la freguesía, de tierras de cultivo y la parte noroeste formada por grandes rocas y amplia visión desde su posición. Es, además, lugar de visita, ‘Sala de Visitas’ dicen por allí, para todos aquellos que llegan al pueblo y, sobre todo, el lugar más buscado por todos aquellos que partieron y regresan a su tierra para pasar unos días.
Os Sete Pasos es una procesión con el Senhor dos Passos que va desde la iglesia hasta el Calvario. Es, a decir por estas tierras de este lado de la frontera, el Vía Crucis o, allí, nas fases da Paixão de Cristo, marcadas con un pequeño altar adornado con flores e imágenes –como por este lado se realiza en la fiesta del Corpus Christi-.
Nuevamente en el camino. El viajero llega a Alverca da Beira. Otro encantador y atractivo pueblo que un día fue importante –como muestra la antigua Casa da Câmara (actual sede de la Junta de Freguesía)-, en cuya fachada destaca un notable blasón de Armas del Reino muy bien tallado en piedra de la región.
En su frente, en medio de una rectangular plaza que parece bascular hacia la derecha, y limitando el poder humano –la Câmara- del religioso –la iglesia- como eje de una balanza, se erige un precioso Pelourinho. Una escultura de columna octogonal, asentado en una escalera circular y culminado por una gaiola/jaula también octogonal.
Con pena deja el viajero Alverca. El encanto de sus construcciones y calles empedradas es motivo de otra visita. Pero la tarde avanza y las sombras se hacen más oscuras y difusas, y el sol ya retiró su abrigo contra el frío. Con las tinieblas trayendo su manto helado, llega a la ermita, o lo que fue un día santuario, de Nossa Senhora das Fontes, perteneciente a la freguesía de Santa Eufémia.
Rodeada en una zona donde la naturaleza proporciona una enorme belleza, y dando la bienvenida la típica Fátima peregrina –esas esculturas sacras, sin interés artístico alguno, que salpican todos los caminos y predios de Portugal-. Esta ermita, rodeada por las ruinas de lo que un día tuvo que ser lugar de oración y retiro, acoge una romería el primer fin de semana de septiembre en honor a Nossa Senhora das Fontes. A la izquierda del Santuario y del crucero que marca el camino, existe una fuente de gran valor simbólico y una zona de merienda muy concurrida en días de verano. En este lugar recuerda el viajero a los samarras –habitantes de Santa Eufémia-, cuyo templo es su símbolo y orgullo y por cuya posesión la historia habla de conflictos y no menos episodios.
Pelourinho de Pinhel
La ermita, a dos kilómetros de Santa Eufémia, es guía en la carretera que conduce a Pinhel, ya con la noche entrada. El lugar de encuentro de todo el grupo es a los pies del Pelourinho, situado en el centro de la Praça Sacadura Cabral –uno de los más prestigiosos escritores de libros de viajes de Portugal-, que representa la autonomía judicial del concejo siendo catalogado como Monumento Nacional pelo IGESPAR desde 1910.
Esta escultura, que por la noche lucía alegres colores, fue construida en el siglo XVI como arquitectura civil, de estilo manuelino y gaiola/jaula. Es uno de los más importantes símbolos de la Ciudad de Pinhel. Este monumento lo componen cinco escalones octogonales –el primero semienterrado-, una columna octogonal de base cuadrada y un capitel, de base circular, terminado en una celda con ocho columnas decoradas con motivos vegetales estilizados, terminados en un cono invertido, siendo la culminación del pelourinho un sombrero en forma de cono. Pero Pinhel también son blasones y cruceros y cruces varias desperdigadas por la ciudad que serían motivo de otro reportaje.
Ya con el frío que cala hasta los huesos en una noche estrellada, en la Casa Grande, un bello edificio al estilo civil portugués, que albergó durante décadas la Câmara Municipal, tiene lugar la presentación de la Feira das Tradições, motivo de este vetusto viaje.
Ya en el camino a la ciudad del Tormes, en la memoria del viajero suenan los versos de un amante que llora su amor a los pies del pelourinho:
Pelourinho da Praça / É encontro de quem ama; / Quantas vezes o meu amor /Lá terá feito a sua cama.
Como también, en otro lugar, el viajero escuchó en la noche el cántico de unos tunantes sentados en las escaleras del pelourinho…
O Pelourinho da Praça / É encontro de brejeiros. / De dia é dos casados, / De noite é dos solteiros.
Ahora queda regresar al escenario por donde pasarán todo un elenco de primeros artistas internacionales y, cómo no, momento también para la diversión -mucha-, el brindis con la copa de vino –tinto o Siria- con los muchos amigos pinhelenses y, sobre todo, conocer una cultura rica, variada y única, cachis.
FOTOS LUIS FALCAO