praia mira 2017 procesion (48)

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Portugal

Praia de Mira, ‘aquí la vida no es una mentira’

10 diciembre, 2017 04:48

Praia de Mira –una freguesía de Mira-, también conocida como Palheiros de Mira, debido a las construcciones de madera colorida utilizadas por los pescadores en los primeros años del s.XX, no deja de ser una aldea de pescadores cuya vida cotidiana –tristemente o acertadamente, depende del ojo que mire por el catalejo del tiempo y la vida- se ha visto alterada. Convertida en un centro de veraneo de primer orden, en la costa portuguesa, con arenas blancas y finas rodeadas de dunas y bañadas por el fuerte oleaje del Atlántico, atrae también a muchos surfistas. Todo un puzle de vida que funde, como la ola que se deshace en la arena, la tradición del pescador y el turismo de estos tiempos.

Llega el viajero, con el aroma a pinos impregnando el aire, a Praia de Mira cuando el sol pinta el horizonte impreciso del mar de rojo intenso. La aldea luce destellos navideños, pero también el efluvio a churros, aceite refrita y el salitre que arrastra la leve brisa que trasciende las dunas. Los ‘praianos’ están de fiesta. Es la fiesta de su Patrona, a la que veneran y vigila, desde su capillita ‘palheira’ de azul añil y blanco, las labores en el enfurecido Atlántico. Es fiesta, porque también prueban sonido los amigos de la Função Publika –a decir de los portugueses, la mejor orquesta de Portugal-. Es fiesta porque, en este alto en las labores del campo y del mar, un grupo de hombres, sin precisar edades, tocan una canción de ‘saudades’ y desamores, y beben el aguardiente del olvido en una encantadora tasca como elevándose del suelo.

Procesión de las Velas en Praia de Mira, en la víspera de la Virgen Concepción./ FALCÃO

Procesión de las Velas / Procissão das Velas

Llega el viajero cuando los lugareños comienzan a celebrar su cena adelantada. Hay procesión cuando las tinieblas no distingan el horizonte marino. Deja su equipaje en los bungalows del Parque Municipal de Campismo. Buen sitio para pasar un fin de semana o unas vacaciones con equipamiento completo, como la cocinita con todos los aparatos eléctricos necesarios a satisfacción de las necesidades de sus utilizadores. Además, se descansa bien, buen precio, buen servicio y exquisita ubicación sobre un lago anexo a la barrinha. Sin más, muy recomendable.

Cenar en Praia de Mira no es difícil. Complicado es decidirse por la buena cantidad de restaurantes y casas de comidas de amplia y variada oferta, destacando los platos de pescado. Los precios en esta aldea pesquera son más que asequibles. Cada uno sabrá lo que quiere y a qué precio. El viajero quedó más que satisfecho de un plato de espesita sopa de pescado, con sabor a hierbabuena y algas. Una lubina a la brasa con verduras, algas y patatas al horno, regada con aceite de oliva y un mojo marinero de chuparse los dedos… Para qué más.

La cuesta a la ermita se llena de figuras enlutadas unas, de colores discretos otras. De hombres con visera, gorra o sombrero. Todos, unos y otras, en la mano llevan la vela introducida en una lamparilla para librar a la llama de la brisa recia del mar. Una campana, con levedad, parece como llamar al ángelus de tarde, en la noche cerrada sus tañidos se extienden por el mar como voces lentas, sublimes, majestuosas campanadas. Es la Procesión de las Velas, una bellísima demostración de alabanza a Nuestra Señora, que comienza a salir de la iglesia parroquial.

El viajero habla con Isabel, viuda de marinero, fallecido hace un mes. João era su nombre y su hombre. El viento y una ola se lo llevaron una noche en silencio, como fue su vida en el mar. Isabel, de luto riguroso, enciende seis velas, “una por cada miembro de la familia” dice al viajero. En las tinieblas, fundidas con el resplandor de la cera, existen muchas isabeles, y muchos ‘joaos’ anónimos y recios que cada noche arriesgan su vida. ‘Bajo la bóveda del Cielo, viven con Dios y el mar’.

Una imagen coronada, vestida de azul como el cielo estrellado y pelo natural que mece la brisa, asoma por la puerta de la capilla. Suena tenuemente la campana. Los patrones se quitan los sombreros y los demás hacen lo mismo. Las mujeres miran a la luz de las velas, y todos rezan, graves, sombríos, mirando al mar bravío y de redondas olas. De la playa asciende una neblina húmeda de tul como para envolver en un manto de dulzura la vida que aquí no es un juego.

Procesión de Nossa Senhora da Conceiçao

Comienza la procesión su recorrido por las calles de la aldea antigua. La de los barcos y la lonja. La de los ‘palheiros’ que aún quedan y la que huele a algas y pescado. El silencio solo se ve roto por los cánticos y los rezos. Por las oraciones y las plegarias y los suspiros, hoy por lo que están aquí, con vida, porque en la mar nadie echa las redes esta noche de fiesta. De cuando en vez, el patrón de patronos alza la voz, -¡Velas acima!

Diversas imágenes acompañan a Nuestra Señora de la Concepción. Pero ella es la reina de la noche. A ella se encomiendan los ‘praianos’. A ella se dedican los altares que se van sucediendo en el recorrido. Unos de imágenes y otros de figuras humanas que representan la vida de la Concepción en los pasajes bíblicos. El séquito llega a la capilla marinera donde se rezan plegarias marineras y se refugia a la Virgen hasta la procesión diurna del día siguiente. Todo es luz en la noche. Luz que ilumine las  noches de mar enfurecido y miedo. Luz que se extiende por toda la playa con las velas ardiendo hasta que se consuman o la brisa las apague. El mar lame algunas que engulle sigilosamente. No es de acercarse mucho en la noche. La mar está bravía.

Una marcha multitudinaria, cuando cae la tarde, con más de 30 imágenes que llegan desde todas las ermitas, capillas, iglesias, aldeas y cofradías tendrá lugar al día siguiente, 8 de diciembre. Es la gran procesión festiva, con bandas de música y las autoridades. Como Dios manda y la tradición.

Los barcos presiden los fastos

Los barcos, de madera, son la máxima expresión de la arquictura tradicional pesquera./ FALCÃO

Tres barcos, Alexandre Vieira, Lago do Mar y Senhor dos Aflitos, presiden desde la playa todos los fastos religiosos. Embarcaciones que llaman la atención por su perfecta arquitectura de madera en tierra con abundancia de pinares –a pesar de los catastróficos incendios forestales-, que aquí adquieren su expresión más pura.

La extracción de la pesca –que quedará para otro reportaje con los propios marineros- es un verdadero arte en estas tierras de Mira. Barco, redes, trabajo, pescadores. Una perfecta simbiosis que más allá de una forma auténtica de vida, se ha convertido en un atractivo turístico y un magnífico cuadro el espectáculo vivo para quien busca la Praia de Mira.

Es una forma tradicional de pesca y que, todavía hoy, los pescadores, organizados por cuadrillas, se enfrentan al destino y salen al mar en estos peculiares barcos de madera, en forma de media luna, para después lanzar sus redes arrastrando para la playa las capturas. Para tirar de las redes hasta la arena lo hacen con la ayuda de los tractores, que sustituyen a los bueyes, quienes durante décadas ayudaban a los pescadores a tirar de las redes…

Con el mar bravío y la lluvia fina envuelta en niebla y salitre, el viajero abandona Praia de Mira cuando empieza a hacerse de noche. Atrás queda una estela de plata sobre la negruzca superficie de la vida… “Eran hombres valientes, curtidos en el peligro y avezados a las luchas del mar”, en palabras de Pío Baroja.

Como escribía Raúl Brandão, el poeta de Foz do Douro (Porto), “la vida aquí no es una mentira…”. También hay días que lo único que se pesca son historias y amigos, cachis!

FOTOS LUIS FALCÃO