sao pedro da silva 2017 (10)

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Portugal

‘L Bielho i la Galdrapa’ regresan de fiesta a São Pedro da Silva

18 diciembre, 2017 13:14

Para alegría de las gentes de la tierra -aunque de año en año quedan menos y, ya en estos tiempos, pocas- la fiesta de Santa Luzia regresa al calendario de las festividades tradicionales de S. Pedro da Silva, en pleno corazón de la Tierra de Miranda. Y lo hace gracias el empeño de personas como el profesor Alfredo Cameirão que lucha por continuar en el tiempo, una vez recuperado, este antañón ritual de máscaras.

El Velho va dando de besar São Ciprião y tiznando a las personas que encuentra. Va bebiendo de la bota y haciendo farsas, como levantarle la saya a la Galdrapa que le da con las vejigas. Es la fiesta de ‘L Bielho i la Galdrapa’ -en mirandés- en São Pedro da Silva (Miranda do Douro). Es la unión con los ciclos míticos de la naturaleza, la muerte en su propia cama, la que los mayores se niegan a perder.

El viajero llega a São Pedro da Silva en una mañana soleada pero muy fría, junto a Mario Correia, desde Sendim. Extraño no es en estos parajes de herbáceos y la bondad de un clima agreste de oscilaciones bruscas. Varios rebaños de ovejas y el paso de varias vacadas dan la bienvenida al grupo de amigos que vivirán la fiesta que marca el día de Santa Luzia o la Santa da Luz, que en el calendario se celebra el 13 de diciembre. A decir del profesor A. Cameirão es de las pocas festividades religiosas que todavía se festeja en el norte de Europa.

En Portugal dicen que “no se puede conocer una tierra sin haberla visitado”. Para comprender la metamorfosis del Velho que asume el protagonismo en el cuerpo de un joven con gafas y crucifijo de corcho, el tal São Ciprião, y la Galdrapa –que viste ropa de mujer- es necesario ir más allá del momento preciso de la instantánea… Es penetrar en el alma del pueblo. Introducirse en el espíritu de unas gentes a las que cuando se pregunta por qué se dice São Ciprião y no otro santo cualquiera. O mismamente qué tiene que ver São Ciprião con Santa Luzia o con esta fiesta. Responden, sin más, “e eu sei lá… não sei nem me importa!”. Es como se decía antiguamente y como se tiene que decir ahora.

São Pedro da Silva, a medio camino

Los gaiteros forman parte esencial de la fiesta

São Pedro da Silva es una aldea del Planalto Mirandés perteneciente al Concejo de Miranda do Douro que padece, como muchas otras de allá y de acá –el Duero no marca distingos- la ausencia de juventud y la falta de servicios básicos que ofrezcan asistencia a sus pobladores. Trás-os-Montes es una tierra diferente, y, como tal, debe tener también políticas de desarrollo diferentes.

En esa diferencia se encuentran sus tradiciones. Es la fiesta animada por los gaiteiros Francisco Diz (gaita y acordeón), António Alberto Gonçalves (tocador de caja) y Manuel Francisco Alves Turiel (tocador de bombo). Es una fiesta a la moda local –diferente y única sin posibilidad de encontrar otra igual-. Es una alegría para los escasos habitantes que bien toman el sol de la mañana –todos entrados en edad- o las mujeres que salen a ofrecer sus chouriças. Es un momento especial que les hace recordar tiempos idos que, por desgracia, nunca más volverán. Como explicó Alexander, de 90 años, con cara de nostalgia, y agricultor toda la vida, aunque también tenía un vacada, "en otros tiempos todo era una fiesta, con la participación de todos los vecinos". Recuerda emocionado aquel año en que por la noche, cuando celebraban las vísperas de la fiesta, con baile de acordeón, comenzó a nevar y, fue tal la nevada, que a la mañana siguiente "con medio metro de nieve, no pudo celebrarse la fiesta".

Es la vuelta a la aldea batiendo todas las puertas donde aún habita la vida. Pocas. “Dai-lhe um beijinho a São Ciprião!… tens de lhes dizer assim: Dailhe um beijinho a São Ciprião! E depois  dás-lhes a beijar este boneco de cortiça com a parte limpa para cima e quando o forem beijar, vira-lo com a parte queimada e tisna-los… dás-lhe uma tisnadela às pessoas que isso é que dá graça à festa”. Y tizna a un bonachón hombretón entrado en años que feliz asoma el gaznate por la puerta entreabierta.

El Velho y la Galdrapa siguen su andar de casa en casa, acompañados por un par de bailadores, pidiendo limosna al son de los gaiteros. Es el viejo culto agrario asociado a la fertilidad. Son las reminiscencias de ese pasado que quiere desaparecer pero que, gracias a personas como Mario Correia, Alfredo Cameirão o el propio presidente de la Câmara Municipal de Miranda do Douro, Artur Nunes, resisten el embite de los tiempos modernos en su consistencia de ideas, principios y procederes.

Avanza la mañana. Un sol de invernal hace justicia de verano en las solanas, donde se calientan los más longevos del lugar. La brisa transmontana sopla y sopla para traer el aroma del guiso de 'vitela' y patatatas que hierven en el pote de Manuel António Esteves –exquisito y amable cocinero- quien, acompañado de su hijo, Artur, ofrece a todo el séquito un guiso de chuparse los dedos. Es la cocina de antaño, de la abuela, de la lumbre y el pote a fuego lento.

Pasa la comida, como también la jornada. Los pueblos, aldeas nacidas de una inteligencia generada entre la necesidad de supervivencia y el deseo de expandir su espíritu generoso por los recovecos internos de una existencia efímera. Trás-os-Montes es una cultura que mana de la fecundidad que imprime la tierra, del rigor de la estructura de una historia que incuban unas gentes que nos hablan de abundancia de testimonios marcados a fuego y cincel, en las piedras de granito y en las rejas que dan carácter a un patrimonio gris, rico y en consonancia con la armonía arquitectónica.

Junto a Mario Correia el viajero camina hacia Sendim con un ambiente celestial, donde en la campiña, entre brezos, torgas, retamas y carquesias, suena la flauta de caña y una gaita de fuelle que rompen la tranquilidad de las tierras perdidas, verdes ocres y dibujos de blancura. Barrunta, según desciende las cuestas del Duero pasado Bemposta, en el reino maravilloso de gentes sanas, paisajes y creencias, la fuerza de una savia que fluye por las Terras de Miranda.

FOTOS LUIS FALCÃO