Mondim de Basto, emoción natural desde las alturas
Gracias al Press Trip de Turismo do Porto e Norte de Portugal y la Câmara Municipal de Mondim, al viajero se le encogió el corazón, porque el espíritu iba confortado, cuando llegó a las Fisgas do Ermelo... Es el despeñadero más grande visto por este viajero -fuera de Escandinavia y los Alpes- en esta Europa nuestra. Es la contemplación de los abismos donde no somos más que éter... Pero antes tuvo tiempo para encontrar, por este concejo a caballo entre los distritos de Vila Real -al que pertenece- y Braga, que es lo mismo que decir entre Trás-os-Montes y Minho, naturaleza siempre al son del agua, abismos porque hay alturas, arquitectura civil y religiosa y una abundante y variada gastronomía.
Mondim de Basto, por esta circunstancia geográfica, sirve de transición entre el verde Minho y la austera región de Trás-os-Montes. Un territorio abrupto entre valles, laderas de múltiples cultivos –donde priman las viñas de uva blanca como germen del vinho verde- y zonas montañosas con picos que asciden como torres de babel hacia el infinito. Son las sierras de Alvão y Marão, donde descuella el cónico Monte Farinha, coronado por el Santuario de Nossa Senhora da Graça. Es la cuenca del río Tâmega de aguas bravas que caen desde las alturas a los más temidos abismos, cauces para piragüistas y rafting en estos tiempos de turismo de naturaleza y deporte. Son las tierras y aldeas de Basto, pequeños núcleos que aún atesoran la arquitectura de antaño, con sus casas nobles de fachadas almenadas, pero también la ruralidad de los hórreos y las casas de pizarra cuando el viajero se adentra en el territorio del Alvão y llega a Ermelo –sugestión de silencio, belleza y paraíso natural-. En las laderas de Alvão y, principalmente, en los alrededores de Bilhó, se cría una raza muy antigua de bovinos, el resistente ganado maronés, cuya carne empieza a ser muy valorada en el mercado y figura destacada en el menú de los restaurantes regionales. Pero también la cabra bravía, no apta para leche pero de cabritos excepcionales para la gastronomía de la región.
Tocando el cielo en el descenso a los infiernos
Tras los actos protocolarios en el vetusto edificio que alberga la Câmara Municipal, el grupo de invitados accede a la cumbre más alta del Basto. Una gran montaña, en forma de cono que semeja un volcán silencioso, de casi 1.000 metros de altitud donde se localiza el popular Santuario de Nossa Senhora de Graça. Considerado uno de los primeros Santuarios Marianos de Trás-os-Montes, reconstruido en 1755. Constituido arquitectónicamente como un conjunto macizo de granito. Es el Monte Farinha, donde sopla una brisa que asciende de los valles con ese olor característico de humo de vides, con todo su sesgo mágico y cautivante rodeado de historia y de vestigios arqueológicos, de leyenda y tradiciones. No entrará el viajero en su sentido religioso ni artístico del Santuario, pero sí es obligado atribuirle privilegio para los amantes de la naturaleza, el deporte y destino para caminantes con fé.
En cuanto al patrimonio cultural o histórico nos encontramos con algunos puentes medievales, incluso en el centro del pueblo, castros, cruceiros en un paseo por la historia y la tradición. Merece destacar ‘Castroeiro’, un poblamiento prehistórico que se levanta sobre un pequeño montículo, cercano al Monte Farinha, en una altitud de casi 500 metros y con vistas al valle de la ribera de Campos. De excelentes construcciones conservadas, a modo de cabañas bien definidas, época de la Edad del Hierro (s. IV AC), de donde procederían los grabados geométricos que salpican diversos afloramientos graníticos. Una muralla, que data del s. II AC, configura la última construcción, ya que a finales del s.I fue abandonado. Sin duda, una de las atracciones históricas más importantes de este vasto territorio montañoso.
Si Saramago en su 'Viaje a Portugal', en el cruce de caminos al abandonar Vila Real deja a su derecha el territorio del Basto para dirigirse, por la izquierda, a Guimarães, el viajero sigue a Torga, marcado por dos zonas completamente distintas, una a orillas del río Támega y la otra típicamente de montaña, donde destacan las aldeas y los farallones de tumultuosas aguas y descensos de belleza incalculable. Esta zona denominada 'Terras de Basto', abarca cuatro términos, con mucha historia común, tradiciones y una geografía parecida. Pero el viajero hará, en esta ocasión, la ruta circular que recorre diferentes miradores en el concejo de Mondim de Basto. Un paseo donde el agua abunda y crea sus propios conciertos entre verdes, ocres y rocas musgosas que, en muchas ocasiones, se convierten en resbalinas con sus caozos y pozas. Si hablamos de un territorio de montaña, los cursos de agua que nacen en las zonas más elevadas discurren por estrechos valles o descienden de forma abrupta por la montaña. Son los miradores de Torga donde la existencia pende de la nada... Son las Fisgas de Ermelo y también la catarata de Bilhó...
El primer alto en el camino de la carretera que une Cavernelhe y Bilhó tiene lugar en las cascadas de Bilhó. El curso del río Cabrão crea lagos naturales y pequeños saltos de agua de incomparable belleza. Si el tiempo acompaña, merece la ocasión darse un chapuzón en las cristalinas aguas del río en los vados y caozos que reciben el agua de las cascadas. Por el lugar también se puede observar la práctica del rafting. Es el momento para saludar a un cabrero que cuenta solitario el rosario de su eremítica existencia, con la fiel compañía del can y el pastar del rebaño de cabras bravías que, sino valen para leche, producen el mejor cabrito a degustar en las suculentas mesas de la oferta grastronómica regional.
"Cá me vim debruçar também sobre o despenhaidero das Fisgas, com os pés seguros pelos companheiros por causa das vertigens. E apreciei devidamente este misto de espanto e terror. A contemplação dos abismos naturais é necessária de vez en quando a quem tem atracção dos outros. Toma-se consciência com rigor físico, das asas que nos faltam para estar à altura da máxima de Nietzsche...". Ermelo, Marão, 2 de Outubro de 1950 Diário VIII de Miguel Torga.
Son los saltos de agua de Fisgas de Ermelo. Donde el río Olo cae casi en picado por una cascada de casi 300 metros, siendo uno de los principales atractivos del Parque Natural de Alvão. Una preciosidad el ascenso a este singular mirador pleno de naturaleza y desde donde se otean las sierras circundantes que se pierden entre brumas de niebla y humo en los confines del Marão y el Duero. Fisgas es el sinónimo de grietas o hendiduras que forma el río Olo comiendo a la montaña y precipitándose en una caída de las más bellas y altas de Europa. Si el osado visitante quiere ascender a pié para suspenderse en las cimas sobre una sima inalcanzable que sobrepone y quita el aliento –no apta para vértigos- que lo haga con su intuición recorriendo los senderos marcados por las cabras. Que nadie se preocupe, que también una carretera en buen estado permite acceder a menos de 50 metros del mirador.
El viajero sigue hacia la aldea de Ermelo, un vergel rodeado de fronsodas arboledas y campos de cultivo, que aún conserva un admirable conjunto de arquitectura rural, donde las paredes de las casas se construyen utilizando la roca madre de la región y tejados de pizarra. Conserva un bonito pelourinho, la iglesia, una vía sacra de cruces enigmáticas y un conjunto de hórreos para el almacenamiento de los cereales.
En los pueblos de Alvão, los días pasan lentamente con un sentido líneal de la vida entre silencios, susurros del agua -porque toda la zona es agua en sentido puro y cristalino- y el sentimiento trágico de la existencia, al que convocan las campanas y recuerdan las muchas cruces y cruceros. Afanados en tareas como el pastoreo de cabras y vacas maronesas, trabajar en el campo o fabricar pan, sus habitantes reciben siempre con gusto a los visitantes, con quienes tienen palabras y explicaciones que rompen su placentera existencia de diario. El viajero disfruta de la hospitalidad de estas gentes -y convida a disfrutar- y degusta los productos ahumados acompañados por una rebanada de pan cocido en horno de leña.
Aldeas de granito suspendidas en nubes de algodón y fino tul de lluvia cristalina; casas techadas con pizarra y de pizarras incrustadas en las gargantas de las montañas. La simplicidad y autenticidad de la vida anidan en estos emotivos parajes de sierras mágicas. El queso y el centeno, el ganado al aire libre pastando en libertad por las laderas y valles, los pastores de antaño que se hacen de hoy, también libres, la luz de la vida que deslumbra al viajero como un rayo en una noche de tormenta. Donde se hace el silencio...
Arte y gastronomía
No podría ser de otra manera. En un territorio mágico el arte también se convierte en magia, fé y valor añadido. Es el arte sacro que va de la capilla de Santa Quitéria hasta el Santuario de Nossa Senhora da Piedade, donde el viajero solo encuentra un camino de fé y devoción que sucesivas generaciones recorrieron, y también el viajero con su halo humano y menos místico. La iglesia Matriz de São Cristóvão y la Capela do Senhor -la que visitó por su interés de arquitectura románica con decoración barroca, que data de finales del siglo XVI-, son las más importantes muestras del patrimonio religioso. Por cierto, esta última también sirvió en su momento de albergue a los peregrinos que utilizaban el camino de Mondim en su peregrinaje a Santiago de Compostela.
Ya en el entramado urbano, bien diferenciado por la ribera de la brujas, donde por las noches dicen salían a lavar y, ahora, con el cauce entubado también dicen que en la noche tenebrosa se escuchan sus ronroneos al abrir las ventanas, dicen, se encuentran grandes mansiones. Aquí llamadas casa dos brasileiros, en Galicia indianos y por estas tierras del Cid y la Raya cubanos. Casas blasonadas, otras palacios, otras casi castillos que se están convirtiendo en lugares de una oferta turística rural de alta calificación.
En un territorio de montaña y mesetas, pero también de valles y várzeas, los productos gastronómicos reflejan esa realidad geográfica. El maíz / milho producido en estas tierras, bien confeccionado -como el bacalao, de mil maneras posibles- se convierte en un producto gastronómico de primer nivel. Así, como todo en la vida, puede ser milho pobre o rico, en función de las carnes que lo acompañan. El viajero pudo comprobar y degustar esta doble versión del maíz en una mesa, rústica y moderna. Fueron los menús, exquisitos y variados con fundamento único en cuanto a productos, en Adega Regional 7 Condes y Restaurante Esplanada Casa do Lago. Dos identidades distintas y un único valor gastronómico. Y luego está el confort del moderno turismo, como Água Hotels, con spa y vistas deslumbrantes al encajonado cauce del Tâmega.
Si de las alturas bajan las carnes de las razas autóctonas de morenés y caprino, de las laderas del valle del Tâmega llegan los Vinhos Verdes de Mondim, blancos y tintos, cual bendición divina, capaces de dar alma al cuerpo de la gastronomía de esta tierra.
El viajero despide este viaje de la mano del rei D. Henrique de Mondim y Conde de Basto -el mejor guía posible y fotográfo excepcional- pensando, como escribía el viajero Paul Fussell que lo conmovedor o irónico de dejar atrás la juventud está implícito en cada uno de los momentos gozosos al viajar: uno sabe que la primera alegría jamás será recobrada, y el viajero sabio aprende a no repetir sus éxitos sino a ir tras nuevos lugares todo el tiempo. Pues eso, cachis!
REPORTAJE GRÁFICO LUIS FALCÃO