La Tercera Caída sigue emocionando a Zamora, 75 años después
La Hermandad de Jesús en su Tercera Caída celebra este año su 75 aniversario, y lo hace regalando a los zamoranos y visitantes un año más uno de los momentos más emotivos de la Semana Santa zamorana: la Plaza Mayor se hace oración y cántico en recuerdo “a todos los que cayeron en las contiendas absurdas de cualquier guerra. Y del cántico nace la esperanza y una certeza: la muerte no es el final”. Con estas palabras, la hermandad relata el sentido del acto-oración en memoria de los fallecidos de la hermandad, cuando los cinco pasos son levantados al unísono y el coro de la hermandad interpreta ‘La muerte no es el final’, acompañado por la Banda de Música de Zamora. Acto seguido tiene lugar una oración por los hermanos fallecidos.
El desfile procesional ha partido de la iglesia de San Lázaro a las 20.30 horas. Los cofrades viste túnica y caperuza de raso negro y una capa de raso blanco con amplios vuelo, y portan un hachón rematado en farol con vela con el anagrama de la hermandad en los cristales. De allí salen los pasos ‘Jesús en su tercera caída', de Quintín de Torre (1947), 'La Despedida', de Enrique Pérez (1957) y 'Virgen de la Amargura', de Ramón Abrantes (1959).
Un buen lugar para ver la procesión se encuentra en la cuesta del Riego o su paso por las calles céntricas de la capital, donde son seguidas por numeroso público, aunque el acto de mayor intensidad es el de la Plaza Mayor, momento culmen de la procesión.
Material de labranza como unos yugos convertidos en una cruz o unas rejas de arado transformadas en una pesada corona de espinas dotan de un simbolismo especial vinculado al campo a la escenificación de la Pasión.
Esta hermandad zamorana, conocida popularmente como la de los excombatientes por el contexto de su fundación en el año 1942, ha enriquecido su estética procesional gracias a las donaciones realizadas por el escultor local José Luis Alonso Coomonte. Este artista, que el pasado año recibió el premio Barandales de Honor, la más alta distinción de la Semana Santa zamorana por su contribución al desfile de la Tercera Caída, ha firmado tanto la Cruz de Yugos como la Corona de Espinas, dos de los elementos más simbólicos que procesionan la tarde del Lunes Santo. La primera es una cruz realizada con yugos atados entre sí con las correas de los bueyes, que figura entre la quincena de cruces procesionales donadas por Coomonte a la cofradía para que se muestren en la parte inicial del desfile. También es autor de una pequeña cruz de raíz de membrillo que tradicionalmente porta el hermano más pequeño que participa en el desfile. La Corona de Espinas forjada con más de medio centenar de rejas de arado por Coomonte es tan pesada que ha de ser portada en andas por treinta y seis cofrades.
Una estética muy particular que nació en la posguerra y que ha evolucionado a lo largo de los años para instalarse, definitivamente, en el corazón de los zamoranos por derecho propio.