Navidad, tiempo de reflexión
“La Navidad no es un momento ni una estación, sino un estado de la mente. Valorar la paz y la generosidad y tener merced es comprender el verdadero significado de Navidad”, aseguró John Calvin Coolidge, el que fuera el 30º presidente de los Estados Unidos de América, entre los años 1923 y 1929.
La Navidad sirve para unir, sobre todo a familias que apenas tienen tiempo a lo largo del año para verse las caras, charlar y comer o cenar, porque estas fechas sirven también para engullir sin control y para que a mediados de enero los gimnasios vuelvan a llenarse de personas que buscan rebajar esos kilitos de más ganados en esta época de excesos varios.
Pero, volviendo a la frase de Coolidge, la reflexión que se hace uno para sus adentros en una fría y nublosa tarde a orillas del Pisuerga es: ¿Dónde queda esa generosidad? ¿Existe realmente en los tiempos que corren?
Vivimos en una sociedad eminentemente egoísta en la que el yo y el yo y el yo prevalecen por encima de todo y en el que lo importante es que uno mismo goce de todos los placeres y privilegios sin importarle lo más mínimo lo que tiene que padecer la persona que tiene al lado. Una sociedad narcisista en la que la empatía brilla por su ausencia.
El otro día escuchaba en el telediario, utilizando términos característicos twitteros, que la palabra resiliencia se había convertido en trending topic en este año 2017 que estamos a punto de dar carpetazo y me llamaba bastante la atención.
La resiliencia, en el campo de la psicología, no es otra cosa que la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente o cualquier tipo de desgracia que te golpea y cambia totalmente tu vida.
La resiliencia y esa empatía han de ir de la mano en estas épocas marcadas del año (también en el resto) porque esa capacidad de superar un duro golpe por cualquiera que lo sufre es más fácil si encuentra la empatía de alguien para que con la base de la generosidad acabe superándolo.
Esos golpes que acaban con alguien durmiendo debajo de un puente que encuentra cobijo en un comedor social que le proporciona en estos días un caldo caliente, o esas personas que luchan para que nadie tenga que dormir en pleno invierno entre cartones, esas personas que ayudan a los que más lo necesitan son el verdadero sentido de la Navidad.
Quizás pueda sonar a demagogia barata estas líneas pero la Navidad ha de ser una época de reflexión de pensamiento, de visualizar nuestro interior y de pensar que por muy bien que estemos nunca estamos libres de sufrir una desgracia ante la que nos gustaría que los demás nos ayudaran. Hagamos nosotros lo propio con los que lo necesitan. Brindemos por la generosidad y por la Navidad.