comuneros sin alamedilla

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Región

Comuneros, el barrio que hace honor a su espíritu reivindicativo

22 abril, 2018 10:48

En un mundo tan célere y alocado como el actual apenas sobreviven los recuerdos que van más allá de un lustro. Ésa es la barrera que marca la pervivencia de la información en Internet, pero hay otra mucho más valiosa que aún se atesora en álbumes de fotos escondidos en recónditos cajones, esos que ya apenas casi se ven en familia, y sobre todo, una información guardada a fuego en la memoria de quienes vivieron cada momento. NOTICIASCYL tiene en marcha una serie dominical que repasa la evolución de los barrios de Salamanca a través de los recuerdos de niñez de sus habitantes.

Hoy es el turno para Comuneros, una zona que debe su nombre a la avenida que la atraviesa en recuerdo del capitán salmantino Francisco Maldonado que participó en la revuelta de Villalar que cada 23 de abril se conmemora como el Día de Castilla y León. Aunque no siempre fue así, pues durante la dictadura esta calzada se denominaba Juan Pérez Almeida y hasta hace apenas un lustro había un busto de este falangista. Fue con el regreso de la democracia cuando la calle adoptó la denominación actual, y con ella el barrio.

Una zona surgida a comienzos del siglo XX a raíz del ensanche de Salamanca más allá de los muros de su casco antiguo. Entonces era el camino de Cabrerizos, ni siquiera existía el parque de La Alamedilla, cuando comenzaron a edificarse casas de planta baja principalmente. Lo que hoy es el barrio eran unas canteras junto a las denominadas casas de Antonio Fernández. Poco a poco el barrio se fue extendiendo hacia las fábricas de zapatillas, plásticos y persianas. “Más de mil personas trabajaban allí, sonaba la sirena para empezar o terminar la jornada y se escuchaba en todo el barrio”, recuerda Marisa Martín, presidenta de la asociación de vecinos de Comuneros, quien lleva toda su vida residiendo allí.

Paso bajo la vía del ferrocarril antes de su remodelación

La zona estaba delimitada por el Colegio de las Esclavas y la línea del ferrocarril, donde entonces existía la denominada Puerta de los Carros, junto a las casas de Renfe. En los años sesenta y setenta las casas de planta baja dieron paso a altas promociones de edificios. Comuneros se convirtió en el barrio de moda, donde residían escultores, toreros y jugadores de la Unión Deportiva Salamanca cuando se encontraba en Primera División. Pero el crecimiento urbanístico no era acorde con los servicios para el desarrollo de la vida.

Hasta finales de los setenta y principios de los ochenta no llegaron el abastecimiento de agua en buenas condiciones y el alumbrado público. De hecho, nada más constituirse la asociación de vecinos en 1977 protagonizó un histórico corte de la avenida, con todo el barrio protestando en la calle. Desde entonces, el barrio ha logrado importantes logros en materia de equipamientos culturales y sociales, así como accesibilidad ahora que su población ha envejecido.

Manifestación vecinal en la avenida de los Comuneros

Comuneros siempre fue un barrio muy reivindicativo, haciendo honor a su nombre. “Éramos una familia, salíamos a tomar el fresco, a jugar a la calle, nos juntábamos en el bar Miguel (hoy De Manuel) para ver allí el fútbol en la primera tele que hubo en el barrio, porque entonces no había como ahora, más de una en cada casa”, recuerda Marisa Martín. Una sociedad que vivía de la estación de ferrocarril o de sus fábricas.

La vida se hacía también en los comercios, principalmente la tienda de ultramarinos de Los Hermosa, o en una barbería muy típica en la que se congregaban los hombres. Con la transformación de las casas bajas en grandes edificios los locales fueron llenándose de tiendas y bares, muchos de ellos aún perduran tras haber seguido las nuevas generaciones el negocio familiar.

Parque Picasso antes de su construcción

Una sociedad también que sabía disfrutar de sus ratos de ocio. “Como no había televisión en las casas la gente salía a la calle, se montaban unas fiestas tremendas en el barrio, las hijas del quiosco de Rosa animaban todo el cotarro”. Las verbenas se montaban en la calle Rías Baixas, luego en la avenida principal, hasta que se trasladaron al parque Picasso tras su construcción.

Fue un nuevo epicentro de ocio para un barrio donde siempre destacaron los juegos tradicionales, principalmente la calva y la petanca. Antes del parque Picasso, donde se habilitaron pistas especiales para estas modalidades deportivas, los aficionados se reunían en cualquier lugar. Era muy común jugar a la calva, hacer campeonatos entre los vecinos e incluso jugarse entre ellos los cuartos.

Juego de la calva entre vecinos de Comuneros

Un barrio con una intensa vida social, que ha luchado por su centro de salud de La Alamedilla, por mejorar el parque, por renovar sus redes de agua, por solucionar los problemas de aparcamiento con la nueva superficie gratuita en la calle La Radio, por facilitar la vida a las personas con movilidad reducida eliminando las barreras arquitectónicas para que haya una mayor accesibilidad, un barrio que intenta que sus vecinos puedan disfrutar de actividades deportivas y culturales en su sede de la calle Fontiveros. Un barrio, al fin y al cabo que hace honor a su nombre, alzar la voz cuando es preciso.