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Región

El Rollo, la picota para ajusticiar a los bandidos

29 abril, 2018 11:37

En un mundo tan célere y alocado como el actual apenas sobreviven los recuerdos que van más allá de un lustro. Ésa es la barrera que marca la pervivencia de la información en Internet, pero hay otra mucho más valiosa que aún se atesora en álbumes de fotos escondidos en recónditos cajones, esos que ya apenas casi se ven en familia, y sobre todo, una información guardada a fuego en la memoria de quienes vivieron cada momento. NOTICIASCYL tiene en marcha una serie dominical que repasa la evolución de los barrios de Salamanca a través de los recuerdos de niñez de sus habitantes.

Hoy es el turno para El Rollo, una zona que debe su nombre al pilar colocado en la rotonda entre la avenida de los Comuneros y la carretera de Aldealengua, con el que se avisaba a los forasteros de que allí había autonomía jurisdiccional y, por tanto, cualquier exceso podría provocar que terminara con sus huesos siendo ajusticiado en este lugar. Una picota para escarnio público, como ejemplo aleccionador, donde se colocaban cabezas cortadas o los cadáveres permanecían durante días tras ser ejecutados.

El rollo de justicia pasó por un largo periplo hasta presidir la glorieta a la que da nombre. Originalmente estaba en el convento de las Bernardas, en el barrio Prosperidad, pero se trasladó hasta la plaza de Santa Teresa, cerca de la Plaza Mayor. Allí permaneció hasta que fuera colocado en el barrio donde los historiadores citan otro rollo de justicia que fue destruido en el primer tercio del siglo XIX. A su lado están ahora un busto de Francisco Maldonado, el salmantino que participó en la revuelta de Villalar que cada 23 de abril se conmemora como el Día de Castilla y León, y una escultura de Agustín Casillas, quien residió en la zona.

El barrio surgió a comienzos del siglo XX a raíz del ensanche de Salamanca más allá de los muros de su casco antiguo, como continuación de Comuneros en el antiguo el camino de Cabrerizos. Entonces eran unas canteras junto a las denominadas casas de Antonio Fernández. Poco a poco el barrio se fue extendiendo hacia las fábricas de zapatillas, plásticos y persianas. “Más de mil personas trabajaban allí, sonaba la sirena para empezar o terminar la jornada y se escuchaba en todo el barrio”, recuerda Marisa Martín, presidenta de la asociación de vecinos de Comuneros, quien lleva toda su vida residiendo allí.

Calle Colombia

Salamanca experimenta entre 1930 y 1940 el crecimiento demográfico mayor de su historia, por lo que se acometen mejoras de saneamiento general, urbanización y viviendas, aunque con distintos ritmos. No es hasta mediados del siglo XX cuando están terminadas las obras de la estación clarificadora de agua y el saneamiento del barrio. Ya en los años sesenta y setenta, con el boom urbanístico, las antiguas casas bajas dieron lugar a grandes edificios, aunque algunas zonas como la más cercana a la estación de ferrocarril, donde hoy se sitúa una pasarela peatonal, conservaron una fisonomía con menor densidad.

Después llegaron los edificios educativos y sociales. Primero fue la actual Casa de Espiritualidad, cuyo principal cometido siempre ha sido la preocupación por la oración-evangelización. Después llegaron el instituto Fernando de Rojas y la residencia de mayores Montevideo. El edificio en el que se localizó fue el Teologado de los Salesianos, pero las clases se impartieron inicialmente en ambos edificios. Para el traslado desde los inmuebles prestados al actual centro se hizo una cadena humana desde los camiones a las distintas dependencias, con ayuda de profesores y alumnos.

Porque El Rollo, al igual que Comuneros, siempre fue un barrio con una intensa vida social. Sus habitantes vivían de la estación de ferrocarril o de sus fábricas. La vida se hacía también en los comercios, principalmente la tienda de ultramarinos de Los Hermosa, o en una barbería muy típica en la que se congregaban los hombres. Y los fines de semana en los bares. Porque, al contrario de lo que también pueda significar su nombre, la vida en este barrio no era un rollo.