real valladolid osasuna zorrilla 29

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Región

Una celebración entre un carrusel de empujones

3 junio, 2018 15:07

La temporada de Mata es sobrecogedora. Poco queda por decir del delantero que con 33 dianas en la fase regular ha pulverizado registros y ha guiado al Real Valladolid hasta el primero de sus objetivos, estirar la temporada hacia el playoff en busca del ansiado ascenso. Y no podía faltar Jaime a su cita permanente con la celebración en el último partido en Zorrilla.

Sin el alboroto que han despertado durante meses los goles de Mata, el estadio ya estaba siendo una fiesta. Animación durante horas antes del partido, recibimiento de noche para el recuerdo y partido intenso y vibrante. Y golazo de Hervías. Victoria encarrilada y playoff en el bolsillo.

 

Pero faltaba algo, no sólo porque el 1-0 se quedaba corto incluso para el más optimista en la grada, sino porque los más de 22.800 querían un tanto más del 9. Lo buscaron sus compañeros incansablemente durante más de una hora, con esa inercia que da recurrir a lo que siempre funciona, al hilo conductor de la faceta más positiva de una temporada. Con cambio de entrenador, de sistemas, con mejores resultados y con momentos dubitativos. Él nunca ha fallado.

Hervías, en racha tras su colosal libre directo de la primera parte, buscó fortuna pasado el minuto 60; quería la enésima asistencia para Mata. Balón al aire, uno más, pero la desesperación para defender a Jaima había calado ya en la zaga visitante. Y Lillo lo derribó. No dudó el árbitro, apostado en la frontal, ubicación privilegiada para señalar el penalti.

Ahí cayó de golpe para Osasuna la visión del fin de la temporada. El playoff se les escurría entre los dedos. El clásico agolpamiento de jugadores rodeando al árbitro lo ensució el portero, Manu Herrera, tratando de destrozar el punto de penalti a base de pisotones y, de paso, intentar quebrantar la confianza de Mata. Casi nada ese objetivo, hacer dudar a un jugador que en Segunda División buscaba su gol 33.

Mirada fija, golpeo limpio. Mata. Gol.

Pero no queda ahí la cosa, porque qué sería de los piques en el deporte sin respuesta, calmada, a las provocaciones. Mata no es de volteretas, ni de gestos excéntricos. Suele ser más de celebración armoniosa con los compañeros, de gritos desatados para soltar adrenalina. Pero aquí tenía que contestar a Manu Herrera, así que siguió el camino que había realizado el balón y entró él también en la portería, agitando la red convertida en la separación entre la zona de peñas que jaleaba a su ídolo y los jugadores blanquivioletas que felicitaban al delantero.

Y comenzó el carrusel de empujones. Buscaba Mata el córner en el que aguardábamos los compañeros de la prensa para retratar la exaltación de la felicidad, cuando los jugadores del Osasuna trataron de torpedear la celebración, de reprochar a Jaime que hubiera devuelto el pique, de pagar con los blanquivioletas la frustración de una temporada que iba a terminar antes de lo deseado.

La última metáfora de la temporada. Mata buscando el plano, la instantánea, protagonista del momento, sus compañeros tratando de ayudar en su cometido, bloqueando al rival, alentando al pichichi, y los rivales frustrados ante el escurridizo delantero.