FOTOS MONTE BAYON 4

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Región

‘Monte Bayon’, nueva ganadería de bravo en Valladolid

6 junio, 2018 18:42

La finca se encuentra entre La Parrilla y Montemayor, tiene 140 hectáreas y un terreno apropiado de monte bajo para la cría del toro bravo. Además de aprovechar el espacio para la cría de ciervo y gamo que servirá para proveer a los cotos de caza mayor.

Así lo decidió Javier Fernández Salgueiro, empresario, agricultor y aficionado de toda la vida al mundo del toro, no en vano sus ancestros tuvieron ganado bravo en Olmedo y fueron propietarios del antiguo coso de Palencia que, con el tiempo, pasaría a manos de la Diputación Provincial.

La mañana es agradable y soleada. Un ligero viento permite oír de lejos el berrear de los animales cuando son herrados en el mueco para ser marcados de por vida. Es el primer herradero de la recién estrenada ganadería.

“Pasarán por el hierro 17 animales; 10 machos y 7 hembras, aunque me hubiera gustado que fuera al revés, pero la naturaleza es así de caprichosa”, nos dice un pletórico, aunque nervioso ganadero en su primera labor campera con el bravo.

Hay mucho trajín en la finca, con numerosos amigos del nuevo ganadero llegados de distintas partes de España. Huele a piel quemada, mucho humo; un ruido casi ensordecedor procedente del quemador que pone al rojo los nuevos hierros y un rum rum entre los invitados que, para algunos, es la primera vez que ven esta labor.

En el mueco y dirigiendo la operación el veterano ganadero y empresario Pedro Caminero. Otros operarios de la finca abren y cierran las puertas metálicas que dan acceso al cajón de hierro donde quedan aprisionados e inmóviles los añojos y añojas.

Y en los chiqueros Cholo y Raquél enviando a los animales por el pequeño laberinto, “auxiliados” por sus nobles cabestros berrendos en colorado que ellos mismos han criado a la vera de Tudela de Duero, en su “Finca Ilusiones”, justo donde se empina la cuesta para llegar al páramo de La Parrilla.

Un veterinario de la Agrupación toma la debida nota de cada animal para su posterior envío al estamento que controla las ganaderías de bravo. Antes era la Guardia Civil quien se encargaba de velar por este cumplimiento, pero son otros tiempos.

Ha ido rápido el herradero y los machos y hembras marcados se van agrupando en un cercado aparte y solitario, luego, una vez herrado todo el grupo pasarán a convivir con otros animales hasta alcanzar el grado de eral. El ganadero nos explica que adquirió 37 vacas madres de origen atanasio, vía Adelaida Rodríguez, junto a otras madres del hierro de  Caminero.

La zona del herradero va quedándose vacía y los invitados deambulan por la zona de copas saboreando los distintos caldos y viandas que el ganadero ha preparado hasta la hora del almuerzo. Entre las vituallas destaca un excelente pernil con pinta de Guijuelo que un cortador va colocando delicadamente en los platos. Y en la soberbia barbacoa Luis, un veterano dominador de brasas, prepara un montón de espadas de pinchos de lechazo que servirán de segundo plato en el almuerzo.

Siguen llegando invitados, muchos jóvenes y apenas “jóvenas” -aquí tampoco se cumple la ley de cuotas y de género- hasta llenar el amplio salón con tres bancadas de madera enormes. Ya está puesto el primer plato: unos espárragos de Navarra, generosamente servidos, que anunció el anfitrión subido a un alto para, con voces, llamar la atención de los invitados que no paraban de hablar.

También dijo Javier Fernández que en bandejas al centro se servirían espárragos de Tudela con el consiguiente alboroto entre los comensales. Deliciosos ambos, pero uno se queda con los del terruño. Luego vendrían abundantes fuentes con los citados pinchos de lechazo, también de Tudela; sabrosos, casi quemando y al punto que les da el experto Luis. Sencillamente deliciosos y todo con prodigalidad.

El postre llegó desde Rioseco con los populares pasteles de Marina. Sin palabras. Hubo quien tripitió…

Y de vinos, sabido es que el convidante es socio de la bodega olmedana “La Soterraña”, pudimos degustar uno de los blancos de la firma como es el verdejo “Eresma”.

Aunque en un momento dado, el enólogo de la bodega, mi amigo Anibal Asensio, que compartió asiento con José Luis Cantalapiedra (Rte. Mi Casa) y felizmente recuperándose, pidió un magnum con etiqueta anaranjada que asomaba por la cubitera de la barra: nada menos que un Belondrade y Lurton criado en barrica. Y es que, justo enfrente de Aníbal, estaba el gran Didi Belondrade; un galo, criador de excelentes caldos  y gran aficionado a la Tauromaquia.

A la hora de las copas, abundantes, uno optó por la retirada y buscó cobijo en el todo terreno de Juan Carlos, hombre de confianza del nuevo ganadero. Y con él nos acercamos al cercado donde pasta la vacada con sus crías recién paridas, algunas con gemelos. Y como dueño y señor del “harén” un precioso semental prestado por Fernando García (Adelaida) domina la situación cubriendo la punta de vacas.

Atravesamos una inmensa pradera de pasto, donde disfrutaban de la hierba varios caballos, para llegar a otra zona de monte bajo donde se crían ciervos y gamos. “Es  -nos dice Juan Carlos- una granja cinegética para suministrar animales de caza mayor a los cotos que lo soliciten. Aquí, en esta finca, no se caza”.

En el todo terreno nos acompaña mi amigo Chuchi Martínez (“Curro Leyes”) que recibe la llamada del picador Pedro Iturralde para despedirse de la “fiesta” y comentarle que ya estaban las becerras en la placita de tientas.

A Chuchi se le puso cara de enorme alegría porque nada más llegar, y con permiso del ganadero, tomó la franela y le pegó unos cuantos muletazos a las zainas que embistieron de lujo, aunque algunas con sus dificultades por la casta. Antes lo había hecho el ganadero, su hijo Pablo y unos cuantos amigos de insultante juventud que se divirtieron a raudales.

Y Cholo mostrando su poderío, asido la berrenda “Bayón”, llevándose a la becerra para el cercado…