El cartel de las Fiestas de 1914 vuelve a casa
La concejala de Educación y Cultura de Toledo, Nuria Cogolludo y el director del Archivo Municipal de esa ciudad, Mariano García, han hecho entrega, esta mañana, al director del Archivo Municipal de Valladolid, Eduardo Pedruelo, de un cartel de las Fiestas de la ciudad del año 1914.
Con esta entrega, ha afirmado Pedruelo "las ciudades de Toledo y Valladolid estrechan sus lazos en el Día Internacional de los Archivos". En agradecimiento, el Ayuntamiento de Valladolid ha regalado un grabado de finales del siglo XVI procedente de la obra Civitates Orbis Terrarum de Hoefnagel, Braun y Hogenberg en el que aparecen representadas vistas panorámicas de las dos ciudades.
Día Internacional de los Archivos
El día Internacional de los Archivos recuerda en todo el mundo la importancia de estos como salvaguarda de los derechos de los ciudadanos, de transparencia en el funcionamiento de las administraciones públicas y de preservación de la memoria y del patrimonio documental de los pueblos.
Un cartel de ida y vuelta
La costumbre de dar publicidad a las fiestas mediante carteles y programas se remonta en nuestra ciudad al último tercio del siglo XIX. El primer programa propiamente dicho que conocemos, corresponde al año 1869, y se descubrió unido al expediente de festejos de ese año. Por su parte, el cartel más antiguo, que carece de imágenes, data del año 1871 y se limita a enumerar las actividades de las fiestas: danzas, cucañas, fuegos artificiales, etc.
El cartel que ahora se entrega fue enviado hace 104 años por el Ayuntamiento de Valladolid al de Toledo con la finalidad de promocionar allí sus fiestas, y "por alguna razón que desconocemos se conservó, siendo hoy por hoy el único ejemplar existente –que sepamos- de los carteles que se editaron aquel año" señala Pedruelo.
El Ayuntamiento de Valladolid supo de la existencia de este cartel hace unos años, a través del Instituto de Patrimonio Cultural de España, donde estaba siendo restaurado, e inició las conversaciones con su propietario, el Ayuntamiento de Toledo, que, ante el interés mostrado por nuestra ciudad, aprobó su donación en junio de 2016.
La donación de este cartel ayudará a llenar una de las lagunas existentes en la colección de carteles del Archivo Municipal de Valladolid, muy rica en términos cualitativos y cuantitativos (ronda ya los 3000 ejemplares), pero mermada en el caso de los carteles de ferias, de los que solo se conservan 67 unidades, frente a la colección de programas de ferias, por ejemplo, que cuenta con 132 ejemplares.
Esta escasez se debe a varios motivos: en primer lugar, siempre se han editado muchos más programas que carteles (la ratio era de 5.000 programas frente a 300 carteles en el año 1872, o de 20.000 programas frente a 150 carteles en 1911). En segundo lugar, los carteles son, por definición, un material efímero, tanto por el material con el que se confeccionan –papel de mala calidad- como por su propia finalidad: no son documentos para conservar, sino para ser desechados una vez que han satisfecho su función, que no es otra que la de anunciar eventos o acontecimientos –las fiestas en este caso- fijados en paredes y vallas en lugares públicos.
Y en tercer lugar, y sobre todo, no ha existido una voluntad real de conservar estos materiales, cuyo interés histórico o testimonial ha pasado desapercibido hasta fechas muy recientes. Solo el paso del tiempo ha revelado el valor de estos documentos como testimonio de la historia del ocio, de la cultura y de los hábitos de vida del pasado.
Fuente para la historia
La incorporación de este cartel a los fondos del Archivo Municipal supone, además, un nuevo impulso para la conservación de este tipo de bienes que, junto con los testimonios orales, la prensa, la publicidad y otras fuentes de información, se consideran en la actualidad fuentes documentales de primer orden.
La conservación sistemática de estos bienes (recogida, descripción y conservación de un ejemplar de cada cartel que publica el Ayuntamiento) es relativamente reciente en el Archivo Municipal, y está complementada con la compra puntual –y siempre excepcional y muy justificada- de algunos ejemplares y con el estímulo de las donaciones públicas y privadas, como es el caso del cartel de 1914 que ahora se recibe.