sabina 2018 salamanca FIZ (19)

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Región

El trovador de la mala vida lo niega todo

8 junio, 2018 05:32

Joaquín Sabina regresó esta noche lluviosa al ruedo en Salamanca, después de que el pasado abril tuviese que ser hospitalizado a causa de un trombo en una pierna, y tras varios años desde la última vez que visitó esta ciudad charra, "un paréntesis negro en hospitales, que es como la menopausia". Tras su paseíllo de rigor, con andar torero y por montera su bombín, "tocamos unas de las nuevas, y después canto lo que queráis"... Porque, así fue el comienzo, 'Lo niego todo'.

Piensa en la noche: atmósfera de alcohol y crápula, exceso y risa, cielo y tragedia, una mezcla de perversión y cariño que se podría llamar vicio, o el licor de la vida. Pongamos que hablo de Madrid –perdón, de Sabina–, ese juglar urbano de casi sesenta y diez -cumplió 69 años en febrero- que ya se ha enfrentado al delicado momento de pensar en sentar la cabeza (perdón por la tristeza), le gusta decir. Me jacto de haber asistido a muchos conciertos de Joaquín, desde aquellos primeros años de La Mandrágora –ese cutre y perverso rojo local de Madrid,  de quien Sabina recordó "al maestro" Javier Krae–, hasta la última actuación en Salamanca – gracias al VIII Centenario de la Universidad de Salamanca y al Ayuntamiento–, una de las más entregadas que he presenciado en su dilatada carrera musical.

Joaquín Sabina, el trovador de la vida arrabalera, de la calle Carretas y Atocha, de Malasaña y Chueca, de amores y putas, tabaco, güisqui con soda y libertad. Ese icono de la izquierda que la derecha admira, colchonero querido en Cibeles, taurino irredento que los animalistas aclaman, republicano con el que los Borbones cenan, niño de Úbeda que Latinoamérica sueña, deja patente que, a pesar de rumores, su profesionalidad sigue en lo más alto de la ola musical y social.

Ahora, desde la capital del Tormes y el gozo de sus melodías –variopintas, inconfundibles y poéticas, aunque siempre emergen sus himnos–, me fluyen a la memoria aquellos años del viejo profesor y alcalde moderno Enrique Tierno Galván. Momentos que, desde la distancia del tiempo, parece que nunca sucedieron. Esas noches de exceso y risa en Rockola – templo de ‘La movida’–, El Sol, Vía Láctea –rincón de Santi Auserón y algunos Zombies –, el Y’Astá de los primeros Toreros Muertos, Archy –centro de la ‘beatiful people’–, La Gloria, Stella y Morocco. Y, cómo no, Elígeme donde compartía güisqui con soda con su amigo Aute-.

Pero Sabina es mucho más que eso, ¿a quién le puede importar que uno tenga sus vicios? Es arte, cultura, poesía, maneras de vivir –como su ‘primo’ Rosendo–. Hombre del sur y juglar del siglo veinte y veintiuno, relator irónico del acontecer diario, defensor de causas justas, hombre de principios, lobo estepario en la noche madrileña, aunque Madrid haya muerto.

Y Salamanca se le entregó sacándole a hombros

El Multiusos en pié. Ya venía caliente con Y nos dieron las 10 después de saborear ese ritmo de ranchera, Por el bulevar de los sueños rotos, dedicado a su diosa Chabela Vargas, "Te quiero Joaquín. Te amo. Chabela", recordaba la fotografía en los led.

El concierto del cantante en Salamanca ha sido un éxito rotundo de público y entrega. Joaquín "ama a los charros y charras" y Salamanca ama a Joaquín. Durante el concierto, cerca de dos horas y media, el cantante ha interaccionado en todo momento con el público dando espacio a la banda que lo acompaña para que interprete también varios de sus temas.

Dice Sabina que, “aunque suene muy cursi”, su banda es su familia. Lo demostró dándole a cada uno de ellos minutos propios de protagonismo. Especial mención a la magnética Mara Barros, coplera moderna vestida de cuero negro, con la emoción a flor de piel con 'Te quiero más que a mi vida'. Comenzando con las canciones de su último disco y terminando con los clásicos el concierto ha sido redondo.

Y por no faltar, no faltó la petición de mano de Javi a su compañera. "Que todas las noches sean noches de bodas, que todas las lunas sean lunas de miel... Que el maquillaje no apague tu risa...". 

Peces de ciudad calentó, pero engañaba: no era cierto que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver, la noche lo dejó claro. 19 días y 500 noches levantó del asiento hasta a los más modositos. Aves de paso, Noches de boda, Y nos dieron las diez y Princesa, momento en el que el Multiusos Sánchez Paraíso parecía que se venía abajo. Todo el público puesto en pié aplaudiendo, cantando... era el éxtasis. “Cómo no imaginarte, cómo no recordarte, Princesa”.

Para ir cerrando, Contigo, por los que siguen eligiendo amar sin consentir que elijan su champú. “Eh, Sabina, así no se termina”, jaleó la multitud. Entonces llegaron, Pastillas para no soñar, el rock con los recuerdos de Alarma, aquel grupo de  rock español formado en 1983 por Manolo Tena (voz y bajo), Jaime Asúa (guitarra y desde hace tantos años con Joaquín) y José Manuel Díez (batería) y disuelto tres años más tarde, en 1986 que, dice Joaquín, "el mejor grupo de rock español".  Y, también, de los incautos que quieren vivir, que nada tiene que ver con seguir cumpliendo años, porque los viejos rockeros nunca mueren, como García de Diego y Nacho Varela.

Al cantautor, quien en febrero cumplió 69 años, nacido en Úbeda en 1949, se le estiman unas ventas superiores a 10 millones de copias de su discografía, que arrancó con “Inventario” (1978). En ella sobresalen trabajos como “Malas compañías” (1980), “Física y química” (1992), “Yo, mi, me, contigo” (1996) y “19 días y 500 noches” (1999). Y ahora "Lo niego todo" (2017)

Sabina, junto a Víctor, Aute, Serrat y otros colegas, a sus sesenta y diez demuestra que aún existe la Verdad, la Persona y los Principios. Larga vida, Joaquín.

Como quien viaja a lomos / De una yegua sombría / Por la ciudad camino  / No preguntes adónde / Busco acaso un encuentro  /Que me ilumine el día  / Y no hallo más que puertas  / Que niegan lo que esconden... Si quieres encontrarme  / Ya sabes dónde estoy / Vivo en el número siete / Calle Melancolía / Quiero mudarme hace años  / Al barrio de la Alegría / Pero siempre que lo intento  / Ha salido ya el tranvía / En la escalera me siento / A silbar mi melodía.

REPORTAJE GRÁFICO ANTONIO FIZ