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Los Arapiles, así fue el principio del fin de Napoleón

21 julio, 2018 22:30

El año 1812 fue un año decisivo no sólo en la historia política de España, gracias a la promulgación en Cádiz del primer texto constitucional, sino también fue determinante en la incruenta guerra que asolaba España. Por un lado, Napoleón comenzó el año con los preparativos de la invasión de Rusia retirando 27.000 hombres del territorio español. Por otro, el mariscal francés Suchet rendía Valencia en enero con el aporte de los ejércitos del centro y el norte destacados en nuestro país. Estas circunstancias fueron aprovechadas por Arthur Wellesley, duque de Wellington, general jefe del ejército aliado destacado en Portugal, para desencadenar una ofensiva total contra los franceses que duraría buena parte del año.

En enero tomó Ciudad Rodrigo a los franceses, lo cual le valió el título de duque de dicha ciudad, pese haber sufrido la población el saqueo de sus tropas. Badajoz fue liberada en abril, aunque igualmente asolada durante tres ignominiosos días por sus batallones.

El 17 de junio ocupó Salamanca y avanzó por el valle del Duero, llegando hasta Rueda (Valladolid). Sin embargo, el ejército francés de Marmont le cortó el paso y le forzó a replegarse hacía la ciudad del Tormes, persiguiéndose ambos ejércitos entre el 7 y 21 de julio. En un intento de Marmont de flanquear a Wellington antes de que este llegase a la ciudad castellana, el general francés vadeó el Tormes, dispersando sus líneas. Esta situación de debilidad fue aprovechada por Wellington para atacar el día 22 de julio en las llanuras abiertas de Arapiles. El ejército de Wellington, compuesto por 48.500 hombres, destrozó al francés de Marmont, formado por 47.000 hombres.

La batalla de los Arapiles, o de Salamanca, como es conocida por los británicos, es una de las grandes batallas de la Guerra de la Independencia y, por extensión, de las Guerras Napoleónicas, equiparándose a la batalla de Waterloo (1815). El ejército aliado, de más de 50.000 hombres, estaba compuesto fundamentalmente por tropas angloportuguesas. España participó con una división de 3.400 hombres, dirigidos por el general, de origen francés, Carlos de España (1775-1839), y los 1.000 lanceros del guerrillero Julián Sánchez “El Charro”.

La infantería era el cuerpo dominante en ambos bandos, a diferencia de lo que ocurría en las batallas de Napoleón en centro Europa en las que la caballería formaba el 15% de un ejército, pero en la Península las condiciones eran particularmente duras para los caballos. Marmont tenía 78 cañones mientras que Wellington tenía 62 entre los que se incluía una batería española. En todo caso ambos lados estaban cortos de artillería para lo habitual en las batallas napoleónicas.

DESARROLLO DE LA BATALLA HORA A HORA

Hacía más de una década que un ejército francés no sufría una derrota como la de Los Arapiles. Otras derrotas se habían cobrado menos bajas, como por ejemplo, la capitulación de Bailén o la fallida invasión de Portugal de Massena. La última vez que un ejército francés de casi cincuenta mil hombres sufrió tal derrota en una batalla campal fue en los oscuros días de 1799. Del mismo modo podemos decir que fue la victoria británica más espectacular, no solamente de la Guerra Peninsular sino de todas las guerras napoleónicas hasta la fecha. Algunos incluso afirman que fue la victoria más grande del ejército británico desde los tiempos de Marlborough.

No hay una estadística precisa de las bajas francesas, pero parece ser que el ejército de Marmont perdió unos 12.500 hombres entre muertos, heridos o prisioneros en la batalla, más o menos un cuarto de sus fuerzas. A veces se da la cifra de 14.000 bajas pero ésta incluye los combates en el Guareña y Garcihernández.) Lógicamente el mayor número de bajas se produjo en el ala izquierda donde la división de Thomières perdió el 50 por ciento de sus fuerzas, la de Maucune casi el 35 por ciento y la de Taupin casi el 30 por ciento. Cuatro regimientos del ejército francés perdieron más de la mitad de sus efectivos.

Repercusiones inmediatas

El triunfo aliado, que señaló el principio del fin de Napoleón en su maldita guerra de España, tuvo unas repercusiones inmediatas. Wellington entró el 12 de agosto en Madrid, forzando la huida de José I y su corte hacia Valencia. Las tropas francesas abandonaban Andalucía y Asturias, retirándose más allá del Ebro y la costa levantina. Por último, la actividad de las partidas guerrilleras se multiplicó de manera significativa a raíz del éxito aliado.

Sin embargo, la campaña del apodado duque de Hierro fue frenada en Burgos en otoño de 1812. El ejército francés pasó a la contraofensiva gracias a los importantes refuerzos que ordenó Napoleón, forzando el repliegue del general británico hacia Portugal. Pese a ello, la campaña de Wellington cuestionó la imbatibilidad de los franceses, anunciando la catastrófica derrota de la Grande Armée en Rusia. En la actualidad, el paisaje de esta mítica batalla está considerado como sitio histórico y protegido como bien de interés cultural, donde se realiza cada 22 de julio un homenaje a los caídos en la batalla.