Castilla y León

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Castillos desaparecidos, aquellos que no volverán...

13 diciembre, 2018 18:28

Si hubiera una máquina del tiempo que nos permitiera retroceder a la Edad Media, comprobaríamos que Salamanca era tierra de castillos y fortalezas. Durante medio año, este diario ha rescatado del olvido a través de una serie dominical a los pedregosos testigos mudos de la historia que aún sobreviven al inexorable paso del tiempo, pero, sobre todo, a la destructiva mano del hombre. Porque hoy día hay pueblos donde ni siquiera los vecinos más vetustos atisban a recordar que antaño se alzaron en sus dominios altos muros que albergaron las más increíbles historias. El último capítulo de este recorrido intenta rescatar de allá donde habita el olvido a los castillos y fortalezas ya desaparecidos en la provincia de Salamanca.

De al menos unos cuarenta castillos ya no queda piedra sobre piedra. La mayoría de ellos se encontraban en las zonas fronterizas, bien con Extremadura, principalmente en la Sierra de Francia y Entresierras, bien con Portugal y con el reino de Castilla. Diferentes fueron las épocas en que se levantaron, ya fuera durante la primera repoblación del siglo X o la posterior protagonizada por Raimundo de Borgoña, pero cabe resaltar la historia de dos desaparecidas fortalezas por su peculiaridad: Navagallega y Almenara de Tormes.

En el caso de Almenara, su castillo se alzaba en un cerro que dominaba todo el pueblo y una amplia zona a orillas del río Tormes. Tras el daño infringido por las incursiones árabes, fue reedificado por el infante Sancho Pérez, hijo del infante don Pedro, tío y tutor del rey Alfonso XI. Pero la importancia que fue cobrando esta fortaleza despertó numerosas envidias en los concejos salmantinos, por lo que el monarca mandó en 1315 demoler el castillo de Almenara a petición de los concejos de Zamora, Salamanca y Ledesma, atemorizados por haberse convertido en refugio de bandoleros y salteadores de caminos. Esta fortaleza es, por tanto, un claro ejemplo de la necedad de los hombres en una época donde primaba más la supervivencia y el poder sobre lo histórico y monumental que se intenta recuperar poco a poco.

Por su parte, la historia de Navagallega se mezcla con la leyenda y el misterio. Situado sobre las peñas de Membribe de la Sierra, el castillo de Santa Cruz servía de vigía en un amplio terreno de la Sierra Menor, con la Calzada de la Plata cruzando la llanura arbolada. Su historia se mezcla con la leyenda de la Fuente de la Mora, descendiente de los invasores musulmanes a quienes se atribuye la construcción de este castillo, en una zona donde las historias de reinas musulmanas están a la orden del día. Sea como fuere, es la única fortaleza de la comarca con aljibe para almacenar agua de lluvia y salida subterránea.

Cientos de historias brotan de entre las piedras, anécdotas, andanzas y desventuras que este diario ha intentado rescatar con mayor o menor éxito de unos castillos que, en el caso que hoy nos ocupa y aludiendo a las golondrinas de Bécquer, son aquellos que no volverán.