La reliquia de los pastores de Belén en Ledesma
Hubo un tiempo en que la fe católica necesitaba más hechos que creencias para su expansión por toda Europa, cuando el hombre se guiaba por el temor a lo desconocido, desdeñando el empirismo racional que poco a poco se ha ido imponiendo en el devenir de los tiempos. Durante la Edad Media comenzaron a surgir por doquier restos humanos de protagonistas durante la vida de Jesús de Nazaret o de materiales relacionados directa o indirectamente con Cristo. Son las llamadas reliquias, objetos expuestos para su veneración que servían como incentivos a las creencias del populacho.
La más famosa es la Sábana Santa que se guarda en Turín, pero Santos Sudarios hay cientos por todo el mundo, como miles son los restos de la Cruz y hasta decenas de Santos Prepucios del Niño Jesús repartidos a lo largo y ancho del planeta. La provincia de Salamanca tampoco se quedó atrás y en Ledesma se conservan los restos de, según reza la tradición popular, los pastores que fueron testigos del nacimiento de Jesús hace dos milenios en el Portal de Belén. ¿Cómo llegaron hasta la villa? Su respuesta protagoniza el vigésimo capítulo de la serie dominical que este diario realiza desde hace varios meses sobre los mitos de tierras charras.
Cuenta la leyenda que en la Edad Media el caballero Micael Dominiquiz, natural de Ledesma, se dirigió hacia Jerusalén para participar en las cruzadas que salpicaban en aquella época a Tierra Santa (la tradición habla del año 900, pero un documento fecha este viaje en 1149). Una vez allí, el destino quiso que encontrara en una torre cercana a la gran ciudad un cofre abandonado. ¿Qué podía ser? La curiosidad no le hizo perder más tiempo, y al abrirlo, encontró huesos humanos, zurrones de pastor y tijeras de esquilar. ¿Por qué estos restos estaban guardados tan meticulosamente?
No podía cejar en su empeño de averiguar más datos. De repente, junto al cráneo divisó un pequeño texto con tres nombres. Tras indagar sobre el tema, llegó a la conclusión de que se trataba de las reliquias de los tres pastores de Belén que cita el Evangelio de Lucas, testigos directos del milagro acontecido en un pequeño pesebre: Josefo (o José), Issacio (o Isaac) y Jacobo.
Orgulloso de su hallazgo, el caballero cruzado decidió regresar a su villa natal para que estas reliquias fueran veneradas. Así lo refleja el primer cronista de Ledesma, el entonces arcipreste de Toledo, quien constata en varios documentos la presencia de estos restos en la localidad. ¡Los pastores de Belén!
La noticia se propagó más rápido que el avance de los ejércitos durante las cruentas contiendas bélicas de las Cruzadas. Y llegó a oídos del Papa Inocencio XI, quien concede el privilegio para formar una cofradía que salvaguardase tan peculiar tesoro en la iglesia de San Pedro de Ledesma. No obstante, otra leyenda atribuye estos huesos a dos pastores a cuya muerte comenzaron a tañer de forma milagrosa las campanas de la iglesia de Santa Elena, aunque esta historia tiene mucho menor arraigo entre los ledesminos.
Lo cierto es que desde entonces la villa cuenta con unas reliquias que se encontraban custodiadas por una reja en la antigua iglesia de San Pedro, ya desaparecida. Incluso se mandó fabricar una arqueta para lograr una mayor protección de los restos y evitar así su deterioro. Posteriormente, tras la destrucción de esta iglesia, fueron trasladados al nuevo templo de San Fernando, en el barrio de Los Mesones. Allí permaneció el cofre desde finales del siglo XIX, incluso oculto durante varios años hasta que se volvió a descubrir después de unas obras de reforma.
Así, Ledesma es el lugar donde el agitado trasiego de un cofre abandonado que fue encontrado fortuitamente en Jerusalén puede descansar para siempre y recuperar el protagonismo que siglos atrás hizo de la villa un lugar de culto de cita ineludible para la toda fe cristiana.