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La cruda realidad de un adiós sin explicación

31 marzo, 2019 20:38

Hay muchos tipos de finales: unos que nunca llegan, otros que se repiten: finales con nuevos comienzos; comienzos con finales escritos, hay finales felices y otras veces difíciles, y los hay también de los que llegan sin avisar, sin una explicación, sin que te dé tiempo a decir adiós. Este último quizás sea el más desleal, egoísta y doloroso; en el que el silencio es la última palabra y tu imaginación la única conocedora de una explicación.

Las mejores cosas suelen llegar a nuestra vida por “casualidad” (o mejor dicho por “causalidad”), sin buscarlas. Las bienvenidas siempre son casuales y rara vez buscamos una explicación, nos conformamos con creer que ha sido cosa del destino o pura coincidencia. Pero cuando alguien se va, cuando llega la despedida, necesitamos verla, escucharla y sentirla para creerla, pero, sobre todo, necesitamos entenderla. Y es el ¿por qué? la pregunta cuya respuesta buscamos sin cesar, convirtiéndola en la única salida, en el único camino posible para seguir avanzando sin mirar atrás.

Hoy esta cruel realidad le ha tocado a nuestro amigo el prestigioso abogado Enrique de Santiago, el Partido Político VOX, le ha dado la patada cuando lo ha creído oportuno, es decir, después de que les abriera el camino, en una ciudad donde es muy difícil abrir camino, como lo es Salamanca, puesto que el “bipartidismo”, apenas dejaba votos al resto de los partidos.

Ahora Enrique, es un juguete roto para el partido, ya no interesa, ahora lo que interesa es gente que no les discuta las decisiones, que su pasado turbio de igual, al partido lo único que les interesa es gente que trague para llenar listas electorales. Empresarios sin empresas, y perritos sin alma.

Les aseguro que no soy votante de VOX, pero si comparto multitud de ideas, de inquietudes, de amistades, de amigos como Enrique, que, con su propio dinero, fueron dando a conocer el partido en la ciudad.

Hay personas que son capaces de matarte con sus silencios, te entierran sin  epitafio, te dejan si un adiós, ni siquiera un “lo siento” o “no fuiste lo que esperaba”, o simplemente un esto ya no puede continuar. Pero, si hubo algo bonito  ¿por qué estropearlo con un final tan absurdo? Por qué terminar todo así, a lo cobarde, con lo fácil que es decir “has sido de gran ayuda”, pero se acabó.

Todos sabemos que todo principio tiene un final, que es importante saber reconocer el momento de acabar algo que ya no aporta valor a tu vida, que ya hemos dado cuanto podíamos dar, que hemos aprendido lo necesario y que el punto final es inevitable, pero lo que nadie merece es un final así, lleno de silencios. El hecho de una “despedida sin explicar por qué” es una actitud agresiva y fundamentada en el temor, ya que generalmente las explicaciones en medio de un estado de desorden emocional no suelen ser positivas, y además el que se marcha no quiere que lo detengan.

El hecho de que no te den una explicación da lugar a “llenar esa incertidumbre” con pensamientos y diálogos internos, Nos da por ser abogados y fiscales. Lo culpamos y posteriormente lo defendemos, nos culpamos y nos damos cuenta de que somos inocentes y libres de cargo. Pero lo único que hay, es lo que sabes y los diálogos internos lo único que logran es hacernos daño.

Pero, y si te preguntas ¿qué tengo que aprender de esto? Pues es justamente esto. Que hay veces que las cosas pasan y que no necesitamos saber por qué. ¡Claro que duele, y mucho! Y sólo con el tiempo te das cuenta que si alguien no tuvo el valor de darnos un “¿por qué?”, fue mejor que se marchara antes de incluirlo en proyectos más grande de nuestra vida en donde la falta de valor no tiene cabida.

Y aunque no hay adiós más triste que el que no se dice, ni se explica, ni se entiende, la verdad es que el más triste de todos es el que no queremos ver.

“Cuando decimos y aceptamos el adiós, cerramos una puerta para abrir otra que permitirá la entrada a otras cosas positivas en nuestras vidas.”

Gracias Enrique pues para mi siempre serás un referente en la vida, y los que te conocemos, sabemos que nadie, en esta bendita ciudad que es Salamanca, te negaremos el saludo y seguiremos siempre tus sabios consejos.

Y terminaré diciéndoles a VOX, el famoso refrán de “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.

Siempre a tú disposición querido amigo, Enrique de Santiago Herrero.