La Audiencia de Valladolid celebra juicio el próximo día 2 de diciembre contra un vecino de Becilla de Valderaduey, Rodrigo G.R, acusado de un delito de alteración de actos o funciones religiosas, ya que los días 5 y 8 de mayo entró en dos templos de la localidad donde causó el estupor de los feligreses al grabarles con su teléfono móvil y dedicarse a recoger velas y libros de cánticos, entre otros actos, según informaron a Europa Press fuentes jurídicas.
El molesto vecino será juzgado por un delito del artículo 523 del Código Penal, relativo a aquellas acciones que impidan, interrumpan o perturben actos, funciones, ceremonias o manifestaciones de las confesiones religiosas inscritas en el correspondiente registro público del Ministerio de Justicia e Interior, en este caso con la aplicación de la atenuante derivada de la afección psíquica que padece el encausado, que se enfrenta a una posible condena de un año de cárcel.
El primero de los hechos se produjo el día 5 de mayo de 2018 en la Iglesia de San Miguel de Becilla, donde en ese momento se estaba celebrando una misa a la que asistía un importante número de fieles, dado que era la víspera del Cristo de las Aguas.
Fue entonces cuando el acusado entró en el templo fumando, con unos auriculares puestos y teléfono en mano con el que comenzó a grabar a los fieles. Su actitud llevó al sacerdote a dar por finalizada la lectura del Evangelio, interrumpiera la ceremonia y se dirigiera al encausado para advertirle de que esas no eran formas de comportarse.
Rodrigo G.R. pidió hablar con el cura, si bien éste le invitó a que abandonara la iglesia y le emplazó para mantener fuera la conversación una vez concluido el culto.
El vecino salió a la calle pero al poco tiempo volvió a las andadas, deambulando entre los feligreses, acercándose al sagrario y, de nuevo, interrumpiendo la ceremonia religiosa, hasta que otro vecino logró convencerle para que saliera de nuevo a la calle.
El siguiente incidente se registró dos días después, el 8 de mayo, en esta ocasión en la Iglesia de Santa María, también en Becilla, donde se celebraba una misa que volvió a interrumpir al entrar dando voces y pidiendo hablar con el sacerdote.
Como el religioso no le contestó, Rodrigo comenzó a deambular entre los bancos y le preguntó si podía llevarse los libros de cánticos que había empezado a recoger. No contento con ello, se subió al púlpito, fotografió el sagrario, cogió las velas encendidas, las sacó de su ubicación y las dejó por distintas partes de la iglesia.
Su proceder llevó al cura a pedir que se tranquilizara, algo que consiguió de forma momentánea, ya que poco después el acusado se levantó del banco y se incorporó a la fila de comulgantes para recibir la comunión. Finalmente, volvió a sentarse y la ceremonia pudo concluir.
La atenuante que la acusación pública aplica al procesado obedece a que éste está diagnosticado de trastorno de personalidad de tipo B (antisocial, narcisista y egocéntrico), por lo que su imputabilidad está levemente alterada. De hecho, en 2016 sufrió un internamiento involuntario por descompensaciones psicopatológicas.