Eliseo de Pablos: “Cada pieza de la exposición ‘Comuneros. 500 años’ es algo extraordinario”
César Combarros / ICAL
Eliseo de Pablos lleva cuatro décadas alternando en su vida profesional el mundo del cine (como realizador de documentales y director de certámenes como Muces en Segovia o el Festival de Cine Europeo en Guanajuato, México) y del arte (fue director del Centro Nacional del Vidrio en La Granja y ha organizado alrededor de un centenar de exposiciones en España, Chile, Francia, México, Finlandia o la República Checa).
Él ha sido el elegido por la Fundación de Castilla y León para dirigir la ambiciosa exposición ‘Comuneros. 500 años’, una muestra integrada en el proyecto ‘El tiempo de la libertad. Comuneros V Centenario’, que abrirá sus puertas el próximo 22 de abril en el hall de las Cortes, donde permanecerá a disposición del público hasta el 20 de septiembre. Comisariada por la conservadora del Museo Arqueológico Nacional Solène de Pablos, la colosal exposición reunirá 150 piezas procedentes de 45 instituciones y museos españoles de primer nivel, ofreciendo a los visitantes un viaje en el tiempo a la época de Bravo, Padilla y Maldonado, para descubrir la “importantísima inflexión histórica” que supuso el movimiento comunero, de la mano de valiosísimos lienzos, esculturas, tapices, armas, artes decorativas, pendones, instrumentos musicales, joyas, monedas, documentos, sepulcros, un audiovisual e incluso un cañón de 850 kilos. “Cada pieza de esta exposición es realmente un elemento extraordinario”, sentencia.
¿Cuándo recibió el encargo de dirigir la exposición?
Hace alrededor de un año, aunque es fruto de un proyecto que presentamos años atrás y que acogió estupendamente la entonces Fundación Villalar. Las circunstancias políticas paralizaron la propuesta y finalmente gracias al decisivo empeño de la Fundación de Castilla y León ha podido salir adelante esta exposición de primer nivel, que involucra a todos los museos más importantes de España, desde el Museo del Prado al Arqueológico Nacional, el Museo Nacional de Artes Decorativas, Patrimonio Nacional... Están representados absolutamente todos, junto a los importantes museos catedralicios y provinciales de Castilla y León, universidades como la de Salamanca o instituciones de gran prestigio como la Fundación BBVA o la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Es una exposición muy ambiciosa que tendrá una repercusión nacional e internacional muy importante.
¿Qué buscan transmitir a los visitantes con ella?
Lo que ha representado el movimiento comunero, que fue mucho más que un levantamiento armado. La trascendencia que ha tenido obedece a unas razones políticas, económicas y sociales que han sido justificadas reiteradamente en la historia, pero en la exposición hemos querido ahondar en la intrahistoria, por qué se produce esa revuelta y cómo estaba la sociedad castellana en ese momento, y queríamos contarlo desde el equilibrio. Hemos montado una exposición equilibrada, no justificativa de un lado o del otro, que diga si tenían razón los realistas o los comuneros. Los propios historiadores han defendido planteamientos diferentes, pero nosotros hemos ido siempre al equilibrio, para que luego el visitante pueda valorar los hechos y extraer sus propias conclusiones personales. Le damos un protagonismo decisivo al propio espectador.
¿Cómo han estructurado la exposición?
En cuatro grandes apartados. El primero, ‘Contra traydores y desleales’, se centra en los protagonistas del conflicto y su título viene de cómo unos y otros se acusaron de lo mismo. Los personajes históricos quedan representados a través de piezas y objetos que han pertenecido a grandes familias (a los Maldonado, a Juan Bravo, a los Fadrique, los Enríquez…), con objetos como el paño reclinatorio de Juana de Castilla, el amito del cardenal Cisneros, que nunca se había expuesto, o la medalla de Carlos V diseñada por Alberto Durero, que es una joya espléndida. El segundo bloque es ‘Castilla en la encrucijada: la ruptura del equilibrio’, que refleja lo que aconteció en la guerra de las Comunidades, con armas de la época que pertenecieron a personajes como Felipe el Hermoso o Carlos V, o piezas similares a las utilizadas por los comuneros y los realistas. El tercer apartado es ‘El tiempo habitado’ y narra cómo estaba Castilla en aquella época, hasta el año 1522; ahí se refleja la transición entre el gótico y el renacimiento con obras importantísimas de los grandes artistas del momento, como Juan de Flandes o Diego de Siloé, y abordamos otros aspectos como la economía, la religión, la música o los juegos. Y el último bloque es ‘Memoria recuperada. Memoria creada’, con las reivindicaciones del movimiento comunero que se produjeron desde el gran movimiento artístico y cultural que evocó de forma muy romántica a los comuneros en el siglo XIX a través de grandes obras de la pintura, el teatro o la poesía, y ya en el siglo XX con aportaciones como la obra teatral de Ana Diosdado, el romance de Luis López Álvarez o su adaptación musical a cargo del Nuevo Mester de Juglaría.
Un aspecto muy destacado de la exposición será el apartado documental.
Así es, nunca se han reunido hasta ahora todos los documentos básicos para entender la guerra de las Comunidades y la revuelta, así que aquí exhibiremos desde los decretos de excomunión, la sentencia de muerte a Padilla, Bravo y Maldonado, las leyes perpetuas, pleitos, ejecutorias o los capítulos de las mercaderías, que muestran cómo se funcionaba en Castilla… Realmente nos da una visión de qué es lo que pasaba exactamente en esos años, desde que se produce la revuelta en 1520 hasta 1522. Popularmente se cree que la guerra de las comunidades termina con la batalla de Villalar pero no es cierto, se alarga un año después porque María Pacheco y el obispo Acuña mantienen la revuelta hasta febrero de 1522. Realmente la parte documental es muy importante, porque son piezas que proceden de todos los grandes centros de documentación de España: la Biblioteca Nacional de España, la Real Chancillería de Valladolid, el Archivo de Simancas, los archivos de Burgos, Toledo… Todo son documentos originales. Son joyas que nos ha costado mucho conseguir porque son documentos únicos que tienen 500 años, son de una delicadeza extrema y tienen que ser expuestos en unas condiciones súper especiales.
Los juegos populares, y en particular el ajedrez, también serán protagonistas…
España entonces era la primera potencia mundial en ajedrez. Aquí se integró la dama en el ajedrez, dando origen al juego tal y como lo conocemos hoy. Por eso mostraremos cajas de juego del Museo Arqueológico Nacional o el ‘Tractatus de ludo scacorum’, un tratado extraordinario de ajedrez, que se hizo muy popular en España. Toda la nobleza prácticamente jugaba al ajedrez, la reina Isabel la Católica y María Pacheco por ejemplo eran grandes jugadoras, y se traían jugadores de muchos lugares para hacer apuestas.
¿Cómo ha sido la disposición de los donantes de las piezas para participar?
Ha habido una colaboración muy buena de todos los grandes museos, pero las circunstancias de la pandemia han hecho difícil toda la gestión. Sí hemos tenido alguna pequeña decepción, por ejemplo nos hubiera gustado tener la picota del rollo de Villalar, por su valor simbólico y por poner a Villalar como protagonista, pero el Ayuntamiento no ha considerado oportuno que estuviera en la exposición y lo respetamos. Eso ha sido una excepción, porque en un 98 por ciento se ha confirmado la selección que hicimos la comisaria Solène de Pablos y yo.
¿Cuál ha sido la pieza más difícil de conseguir? ¿Quizá la ‘Ejecución de los comuneros de Castilla’, de Gisbert?
(Ríe) Ese cuadro ha sido una de ellas porque además embalado no cabe para poder meterlo en las Cortes. Hemos tenido que luchar para que nos permitieran poder desembalarlo en el alero del edificio. Es muy difícil que te lo permitan, pero al final lo hemos conseguido gracias a la excelente disposición del Museo del Prado, que es el que tiene la custodia técnica de ese lienzo. También ha habido otras muchas piezas que han costado mucho, porque mover por ejemplo los tapices de la catedral de Zamora, que son impresionantes, o el de Patrimonio Nacional, o las piezas de la Real Armería… Ha habido muchas dificultades porque estamos hablando de piezas únicas y singulares del patrimonio español, con un gran valor artístico. Muchas de ellas tienen que venir custodiadas policialmente porque son Bien de Interés Cultural.
¿Cómo van a organizar las 150 piezas en el hall? ¿Entrarán todas?
(Ríe) Eso ha sido muy difícil. Gracias a Dios hemos contado con una diseñadora espléndida, que es Beatriz Rubio, que ha hecho un proyecto muy bonito y ha conseguido meter todo allí sin que parezca que está amontonado. Otro reto ha sido que las Cortes no reúnen las condiciones idóneas para una exposición de este tipo y hemos tenido que hacer un proyecto para reconvertir todo el espacio. Para mí, como museólogo, ese ha sido un gran reto profesional, porque estoy acostumbrado a trabajar en museos, pero reconvertir estos espacios modernos es muy complicado. Yo creo que va a quedar un diseño expositivo muy interesante, que nos permitirá además mostrar el discurso que hemos planteado de forma coherente, de tal manera que la gente pueda ir visitando todo sin tener que volver a otras partes. Hay una coherencia en el recorrido, que también ha sido muy complicado de lograr.
Las Cortes han tenido que desarrollar su propio proyecto para acondicionar en humedad y temperatura constantes el espacio, ¿cómo han trabajado la iluminación con techos tan altos?
Oscureceremos la parte superior. Realmente la exposición va toda a oscuras, iluminada prácticamente con las luces de las vitrinas. Hemos hecho un proyecto ad hoc, desarrollado por una empresa súper especializada en iluminación, para que cada pieza y cada vitrina tenga su iluminación especial. Vamos a conseguir que esté completamente a oscuras y que solo haya esa luz artificial, que es la que permiten instituciones como la BNE o el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, cuyos documentos son delicadísimos. En todos los sentidos, la exposición ha sido un gran reto.
Se trata de piezas de un gran valor económico. La gestión de los seguros también habrá sido tremendamente compleja, ¿no?
Claro. Estamos hablando de piezas que en algunos casos valen millones de euros. Las hay valiosísimas, incluso algunas pequeñitas que son de un valor muy grande.
¿Alguna procede de fuera de España?
No. Lo hemos intentado, pero con las fronteras cerradas hemos preferido centrarnos en lo existente en España. Sí exhibiremos algunas piezas que son flamencas pero que vinieron en su tiempo a España, adonde llegaron en el siglo XVI.
Cuando se planteó la muestra inicialmente, se barajó la posibilidad de una itinerancia por otras provincias. ¿Se ha descartado esa opción?
Sí, por varias razones. Por un lado hemos reunido un nivel de piezas del máximo nivel, y la mayoría de los museos e instituciones tienen fijado un tiempo de préstamo que normalmente no supera los seis meses. Por otra parte hay que tener en cuenta las grandes dificultades de transporte y demás que está generando la pandemia. Decidimos que era preferible hacer una gran exposición en un solo sitio que itinerar con una parte reducida. Yo creo que ha sido acertado, dadas las condiciones en que nos encontramos. Considero que habrá tiempo suficiente para que todo el mundo que tenga interés pueda venir a verla. Ojalá se levanten los cierres perimetrales y pueda verla el máximo número posible de personas, porque esta es una exposición muy atractiva para toda la gente que ame la cultura y el arte.
¿Editarán un catálogo?
Sí, habrá un catálogo muy interesante editado por Lunwerg, uno de los referentes en el mundo editorial del arte. Ese libro recogerá dos partes, una con artículos de expertos, casi todos del propio comité científico de ‘El tiempo de la libertad’, y luego también textos expositivos de Solène y míos, además de reflejar lógicamente todas las piezas. Va a ser un catálogo muy interesante y muy didáctico, que también aparecerá en formato digital.