El retroceso electoral de Ciudadanos en los últimos tres años, cuyo ultimo capítulo ha sido el batacazo de este domingo en Castilla y León, es un episodio más en la triste historia de los partidos de este espacio político en España, que no han logrado afianzarse y siempre terminan difuminándose en las formaciones de centroderecha. Los comicios del pasado domingo dejaron a los de Francisco Igea con un solo procurador en las Cortes de Castilla y León –después de haber logrado 12 en las elecciones de 2019 y haber formado parte activa del Ejecutivo durante la última legislatura– perdiendo toda su capacidad de influencia de cara a la formación del próximo Gobierno. “El PP ha pasado de tener un socio liberal a tener como única posibilidad de mayoría estable a Vox”, dijo Igea visiblemente alicaído en la noche electoral del domingo. La historia se repite. Los “socios liberales” de los partidos de derecha suelen ser tradicionalmente absorbidos por estos en España, mientras que en la mayor parte de países europeos existen formaciones de centro fuertes, que muchas veces actúan como partidos bisagra y otras llegan a ostentar mayorías, como sucede en Francia o Países Bajos.
El hundimiento de UCD
Hay que remontarse a las elecciones generales de 1982 –las primeras en las que ganó el PSOE desde la Guerra Civil– para observar el comienzo de este fenómeno en España. La Unión de Centro Democrático (UCD), el partido que había pilotado la Transición y había llevado las riendas del Gobierno entre 1976 y 1982, sufrió un durísimo varapalo y pasó de 117 escaños a tan solo 11. El partido de Adolfo Suárez se vio completamente absorbido por la Alianza Popular de Manuel Fraga, que se convirtió en segunda fuerza del país inaugurando el bipartidismo inamovible que regiría España durante las siguientes tres décadas. El hundimiento se produjo meses después de la dimisión de un Suárez muy desgastado y cuestionado internamente en un partido dividido en familias políticas, tras cinco intensos años de Gobierno, algo que había obligado a presentar como candidato improvisado a Landelino Lavilla en esa cita electoral. UCD quedaría desde ese momento como un partido irrelevante en la vida política española y terminaría disolviéndose en febrero de 1983, aunque el grupo parlamentario de los centristas seguiría existiendo hasta 1986. Varios altos cargos del partido –como Marcelino Oreja, Pío Cabanillas, Miguel Herrero de Miñón o Rodolfo Martín Villa– terminaron pasando a engrosar las filas de Alianza Popular.
CDS: de ser partido bisagra al giro a la derecha
La formación sucesora de UCD, el Centro Democrático y Social (CDS) correría un destino similar al de sus padres políticos. El partido fue fundado en 1982 por Adolfo Suárez, tras su dimisión como presidente del Gobierno y su salida de UCD, y tenía como objetivo recoger el capital político de su antigua formación en decadencia, con una tendencia más progresista y socioliberal y sin el lastre de la vinculación con el franquismo que tenían muchos dirigentes de UCD. Pero no lograría sus fines. En las elecciones de 1982 el partido, que tan solo tenía unos meses de vida, obtuvo tan solo dos diputados y no pudo competir ni de lejos con Alianza Popular en la disputa por los antiguos votos de UCD, quedando relegado a un papel irrelevante. Sin embargo, en las elecciones de 1986 y las municipales y autonómicas de 1987 cosecharían un gran resultado, con 19 diputados en el Congreso, el Gobierno de Canarias y representación en 13 parlamentos autonómicos. Además, en las europeas de ese mismo año lograron 7 eurodiputados. La estrategia de la formación en ese momento fue la de evitar los pactos con Alianza Popular, para evitar ser visto como demasiado escorado a la derecha, y permitió con su abstención varios Gobiernos autonómicos del PSOE.
A partir de 1989 el partido dio un giro de 360 grados en su estrategia política e inició un acercamiento al recién creado Partido Popular, que supondría el principio del fin para sus expectativas electorales. Ese mismo año pactó con los populares para desalojar al PSOE del Ayuntamiento de Madrid, un pacto que permitió a Agustín Rodríguez Sahagún, del CDS, ostentar desde ese momento la alcaldía. El giro a la derecha no fue bien acogido por una gran parte de los votantes del partido y en las elecciones de 1989 el partido bajó de 19 diputados a 14. El declive se incrementó en los comicios municipales y autonómicos de 1991, en los que perdieron más de 3.000 concejales con respecto a los anteriores, y este pésimo resultado llevó a Adolfo Suárez a dimitir como dirigente del CDS. La dimisión de Suárez dio vía libre a las luchas internas entre el sector conservador y el socialdemócrata del partido y en las elecciones generales de 1993 el partido perdió todos sus escaños en el Congreso, convirtiéndose en un partido residual hasta su integración oficial en el PP en el año 2005, un partido al que ya se habían unido varias de sus caras visibles durante la década de los 90.
El PP de Aznar absorbe al centro
Fue precisamente en esta década en la que las opciones para los partidos de centro en España se vieron más diezmadas, ante el impulso del PP de José María Aznar, que llevaría al centroderecha por primera vez a la Moncloa tras las elecciones generales de 1996. Aznar consiguió aunar en el seno del PP a la mayoría de pequeños partidos centristas que habían sobrevivido al complejo panorama político de los 80, además de lograr integrar a varias formaciones regionalistas conservadoras y de frenar cualquier intento de creación de un partido de ultraderecha con posibilidades. Aznar logró integrar en el PP al Partido Liberal y al Partido Demócrata Popular (PDP) –que ya se habían presentado en coalición con AP en varias citas electorales en los 80–, llegó a un acuerdo con la Unión del Pueblo Navarro (UPN) en 1991 a partir del cual la formación navarra se convertía en el referente del PP en esa región, y atrajo a su seno a la Unión Valenciana, Extremadura Unida, el Centro Canario Nacionalista y el Partido Aragonés (PAR). Estas alianzas, unidas a la casi completa absorción del CDS, convirtió al PP en la nave nodriza del centro y la derecha durante más de 15 años.
La salida del poder de Aznar y las derrotas electorales de Mariano Rajoy frente a José Luis Rodríguez Zapatero en 2004 y 2008 comenzaron a abrir grietas en la hasta entonces indiscutible unidad de ese espacio político. Un primer fenómeno de importancia fue la fundación de Unión Progreso y Democracia (UPyD) en 2007 por Rosa Díez, exdirigente del Partido Socialista de Euskadi (PSE-EE), un partido que surgió de las críticas hacia la negociación emprendida por el presidente Zapatero con la organización terrorista ETA. Se trataba de la primera vez en la que un partido relevante que se autodefinía como de centro surgía del espacio político de la izquierda, si bien una gran cantidad de sus cuadros dirigentes procedían de espacios políticos conservadores.
El partido irrumpió en las elecciones generales de 2008 y logró un escaño en manos Díez, multiplicando sus resultados por cinco en la siguiente cita electoral de noviembre de 2011. Con todo, el partido no logró atraer a un porcentaje suficientemente relevante de votantes socialistas para ser determinante y, además, su irrupción coincidió con un momento de renovado auge del PP por la crisis económica de 2008, lo que también limitó sus opciones de atraer votantes en ese espacio político. Los movimientos políticos que sucedieron entre 2014 y 2015, y que pusieron fin al bipartidismo en España, dejaron herida de muerte a una UPyD que se negó a pactar con el emergente Ciudadanos, que terminaría por absorberles por completo. Rosa Díez dimitió como líder de la formación en 2015, el partido perdió toda su representación y quedó sumido en la más absoluta irrelevancia.
Ciudadanos: la última gran apuesta del centro en España
Ciudadanos había surgido en Cataluña en el año 2006 como una iniciativa patrocinada por varios intelectuales que se oponían al nacionalismo catalán y a la deriva que, según ellos, estaba tomando el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC), desde la formación del tripartito con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) e Iniciativa per Catalunya (ICV) en 2003. El nuevo partido, dirigido por un desconocido Albert Rivera, fue capitalizando el voto socialdemócrata y liberal descontento con el nacionalismo y obtuvo tres escaños en las elecciones autonómicas de ese año. El partido mantuvo esos tres representantes en los comicios de 2010 y comenzó su imparable ascenso en los de 2012, coincidiendo con el proceso independentista catalán emprendido por el presidente Artur Mas, del que se convirtió en principal antagonista. En las elecciones de ese año obtuvo nueve diputados y este auge animó al partido a aumentar su presencia a nivel nacional, una decisión que ratificaron tras el éxito en las elecciones europeas de 2014, cuando lograron por primera vez dos eurodiputados.
En 2015 el partido puso las bases para su salto a la política nacional y anunció su intención de presentarse a las elecciones generales de diciembre de ese año. Tres meses antes ya se habían convertido en la segunda fuerza en Cataluña, con 25 escaños, en un momento en el que el procés se radicalizaba cada vez más. Ciudadanos, que ya había absorbido a UPyD, consiguió 40 escaños y Albert Rivera se convirtió en protagonista de la vida política española con su pacto con Pedro Sánchez, que finalmente no salió adelante tras el voto contrario de Podemos. Además, tras las elecciones andaluzas de ese mismo año Ciudadanos había alcanzado un acuerdo de gobernabilidad con el PSOE, lo que indicaba que Rivera había aprendido la lección de la experiencia del CDS de no escorarse demasiado a la derecha, al menos de momento. La convocatoria de elecciones anticipadas en junio de 2016 dio 32 escaños al partido y este descenso, junto con la caída del PSOE que imposibilitaba un pacto con ellos, arrastró a los de Rivera a un pacto con Mariano Rajoy, del PP, de cara a la siguiente legislatura.
Ciudadanos seguía en sentido ascendente en las encuestas y el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 en Cataluña terminó de impulsar al partido, que se convirtió en la primera fuerza política de esa región en diciembre, aunque el pacto entre las formaciones independentistas les impidió gobernar. La moción de censura de junio de 2018, en la que Mariano Rajoy fue desalojado del poder por Pedro Sánchez, supuso el inicio de un evidente giro a la derecha por parte de Rivera, que se mostró muy crítico con que la moción hubiera salido adelante con los apoyos de formaciones nacionalistas e independentistas. Además, Ciudadanos aprovechó la crisis sucesoria generada en el PP tras la marcha de Rajoy para marcarse el objetivo de sustituirles como principal partido del centroderecha en España, abandonando la vocación de partido bisagra que tuvo en sus inicios. Y casi lo consigue. En las elecciones generales de abril de 2019, Ciudadanos consiguió 57 escaños, quedándose a solo ocho del PP, que logró su peor resultado histórico.
Pero la estrategia emprendida por Albert Rivera desde ese momento, unida al auge de Vox que entró con fuerza en el Congreso en esos comicios, supondría el comienzo del fin para Ciudadanos. Los de Rivera sumaban mayoría absoluta con Pedro Sánchez tras esas elecciones, pero Rivera se cerró en banda y se negó a pactar con los socialistas, asegurando que su único socio era el PP. Las elecciones anticipadas de noviembre penalizaron duramente a Ciudadanos, que bajó hasta los 10 escaños, y el hecho de que, tras esos comicios, Sánchez llegara a un pacto con Unidas Podemos y los nacionalistas para su investidura llevó a que muchos electores del partido vieran a Ciudadanos como culpable de que ese pacto hubiera llegado a darse, ante su cerrazón en no pactar con los socialistas.
Desde ese momento, el descenso fue imparable. En el último año Ciudadanos bajó de 36 a 6 diputados en Cataluña, la comunidad que les vio nacer, salió del Gobierno que compartía con el PP en Murcia -tras la fracasada moción de censura con el PSOE- y desapareció de la Asamblea de Madrid. El batacazo en Castilla y León, donde solo han logrado conservar un diputado in extremis, supone el último episodio de la decadencia de un partido que parece encaminado hacia la inminente desaparición, emulando a sus antecesores en el centro político en España. El líder del PP, Pablo Casado, por su parte, parece querer repetir lo que consiguió Aznar en los años 90 absorbiendo a todos los partidos centristas que podían hacerle competencia, pero la situación actual es muy diferente. Ahora el PP tiene un competidor a su derecha, Vox, que no parece haber tocado techo y que está capitalizando gran parte del descontento de la población española con la situación política.