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La debacle que ha sufrido Ciudadanos este domingo en las elecciones autonómicas de Castilla y León termina de situar al partido en una UCI económica cada vez más irreversible. A este fracaso se suman los de los comicios en Madrid y Cataluña el año pasado y, entre los tres, han hecho que cada vez entre menos dinero de subvenciones, necesarias para subsistir. Con este músculo económico debilitado, la formación liderada por Inés Arrimadas comienza un derrumbe, aparentemente definitivo, que complica sus previsiones para un futuro plagado de más elecciones.
Según ha calculado EL ESPAÑOL | Porfolio, a principios de 2021 Ciudadanos recibía 5,3 millones de euros en subvenciones de los tres parlamentos. Actualmente, tras el único procurador que ha sacado en las elecciones castellanoleonesas, el de su cabeza de lista Francisco Igea, esa cifra ha descendido vertiginosamente a sólo 894.252 euros en total.
Es decir, los tres batacazos electorales han supuesto que Ciudadanos deje de recibir más de 4,3 millones de euros de dinero público. Se trata de una situación absolutamente alarmante para la formación naranja ya que en sus últimas cuentas disponibles, las de 2020, recibió 10,2 millones de euros de dinero público en total y esa era su principal fuente de ingresos. La caída es de más del 40%. Y con esa economía debilitada se tendrá que presentar a las próximas elecciones autonómicas andaluzas, que se celebrarán este año, a las madrileñas en 2023 y a unas generales que previsiblemente también serán el año próximo. Ahí, si es que acaso llega, se jugará su definitivo ser o no ser.
No es algo que le pase sólo a Ciudadanos, y es que todos los grandes partidos dependen económicamente de las subvenciones que reciben en función de sus resultados electorales. Es la principal fuente de ingresos de todos, que llega desde los distintos parlamentos en los que tienen representación y desde el Ministerio del Interior. Cuantos más votos, más escaños, más dinero, mejor capacidad para presentarse a las siguientes elecciones y conseguir más votos, y vuelta a empezar. Pero también funciona al revés. Si los resultados son malos, esa estructura se viene abajo y las formaciones se meten en un círculo vicioso en el que cada vez reciben menos dinero y su capacidad para revertir la situación es cada vez más escasa. Y en esas se encuentra Ciudadanos, la formación liderada por Inés Arrimadas.
Sin embargo, los resultados en las tres últimas elecciones autonómicas a las que se ha presentado no son una sorpresa, sino que confirman una tendencia. En 2016, tras las generales del 20 de diciembre de 2015, donde sorprendió y entró en el Congreso por primera vez con 40 escaños, la formación naranja recibió 19,6 millones de euros de subvenciones. En cambio, en 2020, según las últimas cuentas disponibles, esa cifra ya había descendido a los 10,2 millones de euros. Se trataba de un 48% menos de ingresos que colocaban ya al partido en ese complicado círculo vicioso que se sigue agravando elección tras elección.
A falta de las cuentas oficiales de 2021, en las elecciones autonómicas de Cataluña celebradas el 14 de febrero, Ciudadanos pasó de ser la fuerza más votada en el Parlament a la séptima. Ahí, pasó de recibir 4,2 millones de euros a sólo 841.902 anuales. En las de Madrid del 4 de mayo, dijo adiós a los 26 parlamentarios que tenía y se quedó en nada, cero. Con ello, dejó de ingresar los 476.442,6 euros anuales en subvenciones a los que tenía derecho.
Ahora la tendencia se ha repetido en Castilla y León. Tras los comicios del 26 de mayo de 2019, Ciudadanos obtuvo 12 procuradores por los que recibía 573.240 euros en subvenciones. Con los resultados de este domingo, en los que ha obtenido un escaño, la cifra caerá a 53.160 euros anuales.
La caída generalizada del partido, sin embargo, no se detiene ahí. La fallida moción de censura en Murcia provocó una fuga de cargos en parlamentos autonómicos, en el Congreso y en el Senado, donde dejó de tener grupo propio. Todo eso significa menos dinero en subvenciones. Pero 2021 también ha sido difícil en cuanto a los ingresos de origen privado -es decir, donaciones y cuotas de afiliados-. Si bien hasta ahora se había conseguido mantener un flujo más o menos estable, ya no parece ser así. Según adelantó El País, los presupuestos para 2022 se elaboraron teniendo en cuenta que el dinero que llegaba por la cuota de afiliados había bajado en un 47,65%. Supondría que Ciudadanos perdió el año pasado la mitad de sus afiliados.
Mientras esto sucede en las entrañas del partido, los principales rostros que representan el aura de Ciudadanos son noticia también por otras cosas. Empezando por su número uno, Inés Arrimadas, que está embarazada a la espera del que será su segundo hijo. Lo desveló el pasado mes de septiembre, lo que indica que el retoño está a punto de venir al mundo. Se trata de un embarazo lleno de contrariedades políticas, con su partido próximo a la extinción. Y siguiendo por el que fue número uno, su fundador, Albert Rivera, que volvió la semana pasada a los titulares al saberse que le iban a despedir del despacho de abogados en el que había comenzado su nueva vida fuera de la política por falta de productividad. Y así pasan los días, mientras la formación que uno creó y la otra heredó vive actualmente su etapa más oscura.
La debacle del 10-N
Da igual a quien se pregunte, todas las fuentes internas ubican el comienzo del fin de la situación económica de Ciudadanos en el mismo lugar, en las elecciones generales del 10 de noviembre de 2019. Unos meses antes, tras los comicios de abril, la formación naranja se había convertido en la tercera fuerza política del país con 57 escaños en el Congreso. Tenían todas las puertas abiertas. Albert Rivera podría haber entrado en un Gobierno liderado por Pedro Sánchez y cumplir el sueño de cualquier partido: gobernar. O podría haberse quedado fuera y facilitar igualmente la investidura, teniendo así poder para influir en las políticas de un Ejecutivo exclusivamente del PSOE.
Sin embargo, no hizo nada de aquello. En lo que muchos achacan a un exceso de ambición por parte de Rivera para liderar la oposición, no se facilitó la investidura de Sánchez y el país se vio abocado a repetir las elecciones. Fue, a todas luces, un error de cálculo que quedará para la posteridad. La ciudadanía no entendió el movimiento y dio la espalda a la formación naranja, que pasó de sus 57 escaños en abril a los 10 que obtuvo en noviembre y que aún posee. Fue el segundo mayor descalabro de la historia de la democracia, sólo superado por la UCD de Adolfo Suárez que pasó de 157 escaños en 1979 a 11 en 1982.
Ello supuso un golpe fatal para las cuentas de Ciudadanos. Tanto el Congreso como el Senado y los parlamentos autonómicos otorgan subvenciones a los partidos. Se suele dar una base fija por grupo parlamentario y una cuantía variable según el número de escaños que se ocupan. El Ministerio del Interior también otorga ayudas en función de la representación que tenga cada formación. Así, Ciudadanos pasó de recibir 19,5 millones de euros de origen público en 2016, a 17 millones en 2017; a 12,7 millones en 2018; subiendo a 16,5 millones en 2019 y con un descalabro total en 2020, donde se materializó que tenía 10 diputados, cayendo a sólo 10,1 millones, un 48% menos que en su pico más alto.
Esta compleja situación, que ha ido colocando a Ciudadanos en esa UCI económica en la que se encuentra, también ha repercutido en sus trabajadores, que cada vez son menos. Los escaños suelen ir acompañados de asesores y personal de confianza que ayudan a los diputados a realizar el trabajo del día a día, y esa caída brutal de representación hizo que mucha gente se quedara sin trabajo de un día a otro, algo que sigue sucediendo cada vez que obtienen unos malos resultados electorales.
Fuentes internas del partido aseguran que una cifra definitiva de gente que ha perdido su trabajo es difícil de calcular, porque esos sueldos suelen correr a cargo de la cámara y porque algunos afortunados han podido encontrar acomodo en otras áreas de la formación. Pero lo cierto es que las cuentas de Ciudadanos también son transparentes en este aspecto. En 2017, el año en el que más alto estaba en cuanto a ingresos, la formación naranja gastaba 6,9 millones de euros en personal. En 2020, la cifra fue más de un millón de euros menos: gastó 5,7 millones. ¿Cuántos quedarán en el ejercicio del año próximo? Quién sabe.
Esta situación, analizan las fuentes, no sólo genera un problema humano de tener que despedir a personas que se habían contratado hace pocos años, sino también político. Al haber menos asesores trabajando con los parlamentarios, también hay menos cabezas pensando las estrategias y las propuestas que se elaboran son menos complejas. Y mientras las maquinarias de los partidos competidores funcionan a todo gas en los parlamentos, la formación naranja ve como hay lugares a los que simplemente no puede llegar.
Así, Ciudadanos se ha ido metiendo, de manera abrupta, en ese complicado círculo vicioso que condiciona su existencia, su ser o no ser definitivo. Si un partido da un campanazo electoral, como le pasó a la formación naranja en 2015, empieza a entrar un dinero que antes no se tenía y que le permite competir mejor. Si se sabe mantener el tiempo, como les ha pasado tanto a PP como a PSOE, unos malos resultados se pueden revertir con la capacidad de tener mejores a la próxima.
Pero un batacazo de tales magnitudes hace muy difícil que se pueda levantar cabeza. No existe ningún partido en España que se haya podido recuperar de una situación así. Y, lejos de atajar la tendencia, en 2021 llegó algo que ha seguido siendo fatal para las cuentas de Ciudadanos: más elecciones.
Ahogado entre elecciones
En términos exclusivamente económicos, unas elecciones sin el viento político a favor son lo peor que le puede pasar a las cuentas de un partido, porque obligan a endeudarse para financiar la campaña electoral. Cierto que parte de esa deuda acaba subvencionada, pero la cantidad que cubre el Estado también depende de los resultados que acaben saliendo. Hay que encontrar un complicado equilibrio; porque cuanto más dinero se gaste, mayor probabilidad de tener más escaños, pero si los votos finalmente no acompañan, la deuda ha crecido y no se accede a tanta subvención.
Y con esa fragilidad económica que arrastra desde 2020, Ciudadanos se ha tenido que presentar en sólo un año a las elecciones de Cataluña y Madrid, en 2021, y a las de Castilla y León este domingo. En las tres ha empeorado su situación. Además, el futuro inmediato sigue plagado de elecciones. Se está a la espera de ver si el presidente andaluz, Juanma Moreno, adelanta las elecciones o no. En cualquiera de los casos, se celebrarían este mismo 2022; agotando la legislatura se producirían el próximo 27 de noviembre. El año que viene también habrá elecciones en Madrid, porque el adelanto de 2021 no puso el contador de cuatro años a cero, y las generales se celebrarán a finales de 2023 o, como tarde, a principios de 2024.
A la espera de qué pasará en las elecciones futuras, en 2021 la tendencia ha sido hacia la insignificancia. En Madrid, Ciudadanos pasó de tener 26 escaños a no tener ninguno. Desde entonces, dejaron de recibir los 476.442,60 euros que la Asamblea le cedía por formar grupo y por diputado. En las catalanas, la formación naranja pasó de ser el partido más votado con 36 diputados, a ser el séptimo con sólo seis. Ahí dejó de recibir los 4,2 millones de euros por parte del Parlament, que es el que mejor paga de todas las cámaras autonómicas, y ahora ingresa 841.920.
En Castilla y León ha pasado algo similar. En las autonómicas del 26 de mayo de 2019 la formación naranja obtuvo 12 escaños. Así, tenía derecho a 46.200 euros anuales por poder formar grupo parlamentario y 43.920 anuales por procurador. Eso situaba la cifra total en 573.240 euros al año. Ahora, con un procurador ni siquiera va a poder formar grupo, ya que el mínimo es de cinco. Así, recibirá 43.920 euros por su asiento en la cámara y una quinta parte de la subvención por grupo, que asciende a 9.240 euros. En total, el más de medio millón que recibía, ahora serán 53.160 euros.
A esta sangría hay que sumar otros eventos como el de la fallida moción de censura en Murcia y la crisis interna que se desarrolló a partir de ello, que provocó una importante fuga de diputados en otros parlamentos. Pasó con un procurador en Castilla y León, pero también con un diputado en el Congreso que se pasó al grupo independiente, y con él se fueron los 20.443 euros anuales que ingresaban por su escaño. En la Cámara Alta, tres senadores abandonaron el partido. Eso hizo que Ciudadanos se quedase sin grupo propio, dejando de percibir 387.600 euros para ingresar sólo los 60.800 euros que le corresponden en el Grupo Mixto. Y también dijeron adiós a los 68.400 euros anuales que les correspondían por cada uno de los senadores.
Además, antaño, el Banco Popular no tenía problemas en hacer préstamos a los partidos políticos de cara a las campañas electorales en contra de los pronósticos o la posición que tenían. Sin embargo, desde su desaparición absorbido por el Santander, fuentes del sector aseguran que los bancos se muestran muy conservadores en los préstamos. Eso impedirá a Ciudadanos optar a una gran deuda para intentar cambiar la situación, talonario mediante, y hacer una campaña por todo lo alto. Y es con ese músculo económico debilitado, y con esas pocas expectativas electorales, que tendrá que hacer frente al horizonte de elecciones que vienen.
Si no logra cambiar la tendencia actual, milagro mediante, y conseguir mejorar mucho en votos, todas estas elecciones ahogarán económicamente a Ciudadanos y llegará a las generales sin ninguna fuerza en sus cuentas. Fuentes de la formación creen que esta idea ronda la cabeza de algún asesor del PP, ya que, excepto en dos, todas las demás han sido o serían provocadas por adelantos de los populares.
La sede no peligra
Cuando el año pasado el Partido Popular anunció que iba a abandonar su mítica sede en la calle Génova de Madrid a favor de un edificio más pequeño y más barato, todos giraron sus cabezas para mirar al inmueble que Ciudadanos tiene alquilado en el barrio de Ventas de la capital. Si el PP lo hacía, por qué no iba a hacerlo la formación naranja, que acumulaba resultados electorales aún peores y menos dinero. Habría sido simbólicamente devastador para los naranjas. Porque si bien desde el PP se podía vender como una forma también de romper con el pasado, en Ciudadanos no habría otro motivo que la falta de dinero.
Sin embargo, en marzo de 2021 se conoció que el partido había renovado otros cinco años el alquiler con la aseguradora Caser, propietaria del edificio, y a la que paga en torno a 25.000 euros al mes, según diversas informaciones publicadas. Y es que, a pesar de las subidas y bajadas en subvenciones, lo cierto es que el partido tiene las cuentas saneadas en cuanto a gasto corriente y no presenta pérdidas desde 2015.
Esto es gracias, en parte, a que Ciudadanos se trata de un partido muy austero en comparación de los demás, reconocen fuentes internas. Por ejemplo, mientras que en el resto de formaciones es habitual que un diputado con cargo orgánico cobre dos sueldos, uno del Congreso y otro del partido, en la formación naranja esto pasa únicamente en casos contados y de alta dirección. Asimismo sucede también con las sedes: partidos como el PSOE o PP tienen bases operativas hasta en el último pueblo de España, mientras que Ciudadanos sólo cuenta con las más importantes.
Aunque esto último puede suponer un problema de implantación territorial crítico en momentos como los que atraviesa, reconocen las fuentes, lo cierto es que ese tipo de austeridad también ha permitido que Ciudadanos siempre presente sus cuentas con números en negro. Si bien cifras como los 2,1 millones de euros que tuvieron como resultado del ejercicio de 2020 son calderilla, comparados con los millones que están dejando de recibir de dinero público, es suficiente para no tener que andar cambiando de sede ahora que vienen mal dadas. Otra cosa es si la sede central, definitivamente, se queda grande para lo que realmente empiezan a representar.
Lo que sí peligra ahora son los ingresos de origen privado, las cuotas que pagan los afiliados. La formación naranja hace años que no hace públicas las cifras de militantes al corriente de pago, pero los presupuestos que elaboraron para este 2022 muestran otra tendencia a la baja. Mientras que en 2021 contaban con 2,16 millones de euros provenientes de esta vía, en los presupuestos para este año, el dinero ha descendido el 47,65%, a 1,13 millones.
Y aquí vuelve a aparecer el círculo vicioso. Menos votos significan menos escaños. Menos escaños significan menos presencia en los parlamentos. Menos presencia implica menores subvenciones, que son la principal vía de financiación. Menos dinero obliga a campañas electorales más modestas. Menos campaña electoral, salvo sorpresa política, implica menos votos. Así va rodando. Y cuanto más pequeño es el partido, menos poder de determinar e influencia tiene. Hasta que llega un punto en el que, si no tiene influencia ni capacidad para conseguirla luego, alguien acude a un colegio electoral y se pregunta: ¿Para qué votarles? Ciudadanos ya está en la UCI. La duda es si conseguirá subir de nuevo a planta o ya no hay nada que hacer.