Cómo el intercambio de papeles entre el ‘duro’ Casado y el moderado Feijóo dio vía libre a Mañueco para pactar con Vox
El presidente del PP prometió un giro a la derecha al ser elegido y terminó vetando a los de Santiago Abascal en cualquier Gobierno mientras que el líder gallego, con un historial de moderación en su gestión, ha aceptado su inclusión por primera vez en un Ejecutivo
12 marzo, 2022 07:00Noticias relacionadas
Pablo Casado accedió a la presidencia del PP, en julio de 2018, prometiendo un giro a la derecha y dar "la batalla cultural", después de los años de Gobierno de Mariano Rajoy (2011-2018) en los que muchos votantes conservadores habían criticado fuertemente que el partido se hubiera centrado únicamente en la economía y no hubiera disputado a la izquierda otras cuestiones, como el aborto, el matrimonio homosexual o las bajadas masivas de impuestos.
En ese momento, el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, era visto como uno de los barones del ala moderada del partido, conocido por su templanza y su capacidad de diálogo, además de por sus continuas llamadas a lograr pactos de Estado con el PSOE. Ahora, el 'duro' Casado y el moderado Feijóo han intercambiado sus papeles: el primero terminó vetando a Vox en cualquier Gobierno mientras que el segundo ha aceptado su inclusión por primera vez en un Ejecutivo en Castilla y León.
La relación 'bipolar' de Casado con Vox
Pocos meses después de ser elegido líder del PP, Casado tuvo que enfrentarse a una realidad con la que no habían tenido que lidiar sus predecesores al frente del partido: un competidor a su derecha. En las elecciones andaluzas de diciembre de 2018 un partido con cuatro años de existencia, pero hasta ese momento residual, irrumpió con fuerza. Vox, dirigido por el exmilitante popular Santiago Abascal, lograba 12 escaños en esos comicios y se convertía en la llave que garantizaría el cambio en Andalucía, tras 40 años de Ejecutivos socialistas, y el acceso al poder del PP por primera vez en la región.
Este incómodo compañero de viaje se le presentó a Casado cuando aún no se había asentado como nuevo dirigente del PP y tuvo que aprender de forma improvisada a convivir con él. En ese momento, el nacionalismo español vivía un momento de impulso, como reacción al referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 en Cataluña –la principal causa de la irrupción de Vox– y en muchos sectores de la derecha se veía como insuficiente la respuesta del anterior presidente, Mariano Rajoy, que se había limitado a aplicar el artículo 155 de la Constitución para convocar elecciones dos meses después.
Casado, por tanto, se veía en la necesidad de romper con su predecesor y en aquellos meses la compañía del partido de Abascal parecía un mal necesario. En marzo de 2019 se produjo en Madrid la histórica 'foto de Colón', que congregó a Casado, Abascal y al líder de Ciudadanos, Albert Rivera. La imagen ilustraba la inamovible unidad de la derecha española en un momento "excepcional" para el país, pero el idilio no duraría mucho. En las elecciones generales de abril de ese año, el PP obtuvo 66 escaños y Ciudadanos quedó a solo nueve de lograr hacerles el sorpasso, y este toque de atención de los electores alarmó a Casado.
En agosto de 2019, cuatro meses después de las elecciones, el líder del PP se dejó crecer la barba, un gesto simbólico que anticipó el giro estratégico que Casado tenía ya en mente para el partido. Reforzado por la casi completa absorción de Ciudadanos tras la repetición electoral de noviembre de ese año –en la que el PP obtuvo 89 escaños y los de Rivera, que dejó la política, se quedaron en 10– el presidente popular se marcó como objetivo volver a unir al centroderecha en torno a su partido y, una vez neutralizado Ciudadanos, puso en el punto de mira a Vox.
El giro al centro y el enfrentamiento con Vox
La situación generada por la pandemia de la covid-19, desde marzo de 2020, ya mostró el distanciamiento entre PP y Vox. En abril de ese año los de Abascal se opusieron a la prórroga del estado de alarma aprobado para combatir la pandemia, mientras que Casado se puso del lado del Gobierno en esa situación excepcional. En agosto de 2020, además, Casado destituyó a la entonces portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo, perteneciente al 'ala dura' del partido y elegida tras el giro a la derecha de 2018, y la sustituyó por Cuca Gamarra, entre fuertes críticas de la ya exportavoz al liderazgo de Casado.
La ruptura total se confirmó en octubre de 2020 cuando, durante la fallida moción de censura contra el Ejecutivo presentada por Vox, Casado pronunció un duro discurso contra la formación de Abascal y contra el dirigente a nivel personal. "No queremos ser como usted", dijo el líder del PP tras anunciar el voto negativo de su partido a la moción, asegurando además la alternativa "no se construye recitando hazañas bélicas" y acusando a Abascal de fomentar "la polarización y las fracturas en España". "Decimos no a este engendro antiespañol que patrocinan con esa política cainita", insistía Casado.
Durante el año 2021, los puentes entre ambas formaciones saltaron por los aires y durante la campaña de las elecciones catalanas de febrero de ese año, Casado quiso hacer borrón y cuenta nueva y se desmarcó de la gestión del 1-O. "Lo que se estaba viendo en la televisión era algo que en mi opinión se tenía que haber evitado", afirmó con respecto a las cargas policiales de aquel día de 2017. La estrategia no surtió los efectos deseados y Vox logró 11 escaños frente a los 3 de los populares en esos comicios.
Después, llegaron las elecciones madrileñas de mayo, que se saldaron con un gran triunfo del PP en una campaña en la que la protagonista, por encima de las siglas del partido, fue la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. La proyección mediática de Ayuso tras estos comicios supuso el punto de partida de la guerra interna del PP al verse Casado cada vez más opacado por la figura de la presidenta madrileña.
Finalmente, los comicios anticipados en Castilla y León, convocados en diciembre, y el anuncio de Vox de que solicitaría por primera vez en el Gobierno, obligaron a Casado a posicionarse de forma clara y el líder del PP descartó por activa y por pasiva incluir a los de Abascal en el nuevo Ejecutivo autonómico. La caída en desgracia de Casado, tras el estallido de la guerra interna del PP, dio vía libre a Mañueco para pactar con Vox y el presidente saliente de los populares, que solo tres años antes abogaba por un hermanamiento con los de Abascal, reforzó su imagen de mártir de la defensa de la centralidad.
Este jueves, tras conocerse el acuerdo de Gobierno entre PP y Vox en Castilla y León, Casado aseguró que su legado al frente de los populares se caracterizaba por su rechazo a pactar con la extrema derecha y por su lucha contra la corrupción. Un discurso en consonancia con el del presidente del Partido Popular Europeo (PPE), Donald Tusk, que calificó el acuerdo como "triste" tras su encuentro con Casado y elevó la presión sobre Feijóo. "Pablo Casado era la garantía contra Vox", insistía Tusk. El presidente saliente del PP se convertía así en el adalid de la oposición a la estrategia de pactos iniciada, para sorpresa de muchos, por el nuevo dirigente popular de facto, Alberto Núñez Feijóo.
Feijóo: de mantener a Vox "a raya" a incluirles en el Gobierno de Castilla y León
El nuevo dirigente popular ha sido uno de los barones más críticos dentro del partido con los acuerdos del PP con Vox desde que la formación de Abascal irrumpió con fuerza en diciembre de 2018. Con un perfil moderado y defensor de la identidad y la lengua gallegas, desde un inicio apostó por mantener "a raya" a los de Abascal y solo cuatro meses después de la irrupción del partido cargó duramente contra ellos. "Aquí somos gallegos y somos españoles. No necesitamos ni el carné de gallegos que reparten los nacionalistas ni el carné de españoles que reparte Vox", afirmó con rotundidad en abril de 2019.
Durante la campaña de las elecciones autonómicas de Galicia, en junio de 2020, Feijóo descartó cualquier posibilidad de acuerdo con Vox en el caso de que obtuvieran representación parlamentaria, cosa que finalmente no sucedió. "No es posible ese pacto, y lo digo claramente: no tengo ningún interés ni ningún compromiso de pactar con Vox", aseguró, añadiendo además que siempre que el partido de Abascal "habla" lo hace "en contra de Galicia". "Vox está en contra de las comunidades autónomas. Cuanto más hablan, más acreditan que no conocen Galicia", insistió, contraponiendo el carácter galleguista de su línea política con el centralismo en lo territorial de la formación de Abascal, que aboga por eliminar el Estado de las autonomías.
En mayo de 2021, Feijóo pidió "un cambio de ciclo" en el PP con un "proyecto más europeo" y añadió que Vox "no ha venido a solucionar ningún problema" en España. En esa misma intervención recordó que él había logrado que la formación de Santiago Abascal no tuviera ningún representante en Galicia y presumió de su gestión moderada. "El PP de Galicia está gobernando con responsabilidad. Yo creo que ese es el modelo", ha afirmado.
Finalmente, tras conocerse los resultados electorales del pasado 13 de febrero en Castilla y León, Feijóo pidió a Génova que dejara negociar el futuro Gobierno a Mañueco "sin tutelas" pero, a su vez, hizo una velada petición al PSOE de que se abstuvieran para evitar a Vox. "Entiendo que Mañueco hablará con el PSOE y le dirá si está dispuesto a hacer lo que hacen los grandes partidos en Europa: si hay alguna posibilidad de favorecer la investidura del partido más votado", aseguró Feijóo en plena ronda de negociaciones.
La guerra interna del PP, que puso punto y final al mandato de Pablo Casado en el partido y encumbró a Feijóo como único candidato a dirigir la formación en el próximo Congreso extraordinario del 1 y 2 de abril, cambió las tornas. Feijóo mostró su intención de descentralizar el partido y dar más poder a los barones territoriales –algo esperable al haber sido él mismo uno de los dirigentes autonómicos más relevantes– y dio vía libre a Mañueco para incluir a Vox en el Ejecutivo, contradiciendo la firme postura negativa de Casado a hacerlo.
El acuerdo alcanzado este jueves por ambas formaciones en Castilla y León –que desembocará en la participación de los de Abascal por primera vez en la gestión de un Gobierno y que puede sentar precedente de cara a futuras experiencias similares en otros puntos de España– muestra que la política puede llegar a ser muy variable y que lo que parecen posiciones firmes pueden terminar siendo volubles si la conveniencia del momento lo requiere. El 'duro' y el moderado, finalmente, se han intercambiado los papeles y el PP y Vox compartirán un Gobierno por primera vez con Feijóo al mando de los populares.