“Hay 900 alojamientos que han cerrado desde que comenzó la pandemia”, sentencia Luis Chico, presidente de la Asociación de Alojamientos Rurales de Castilla y León. Este sector se ha visto desfavorecido con la presencia del coronavirus en la sociedad: continuos cierres, pocas ayudas y restricciones de movilidad provocaron que muchas estancias tuvieran que bajar sus persianas para siempre.
El verano pasado, en 2021, cuando comenzamos a tener medidas más livianas, el sector vio un notable crecimiento en sus turistas. “Hace un año todos salíamos de meses de encierro. En junio abrimos y tuvimos cifras muy buenas. Estábamos completos porque habían limitado las piscinas municipales y muchas actividades de la ciudad. La gente buscaba el mundo rural de forma más activa, era una manera de evadirse”, aclara Chico.
Todo un espejismo porque cuando parecía que volvían a salir a flote, la situación se truncó de nuevo. La subida de carburantes está causando que este año sean pocos los que se animen a moverse por los elevados precios en la gasolina. “Antes a la gente no le importaba hacer kilómetros, pero ahora cuesta más echar gasolina que la estancia”, confiesa el presidente de alojamientos rurales.
Un incremento que no solo notan los clientes sino también los propios trabajadores: “Si pago un depósito de 1.600 euros y cobro por el fin de semana 800 euros, tengo que llenar dos fines de semana para pagar el gasoil de un mes y otros dos para pagar el seguro, electricidad y demás facturas. En definitiva, no me compensa trabajar. No tengo beneficios. Esta situación nos está ahogando, se está estrujando tanto que va a llegar un momento en el que muchos vamos a tener que dejar la actividad”. Este verano los niveles de ocupación se sitúan en un 65%, cifras ínfimas teniendo en cuenta la cantidad de gente que apostaba por el sector antes del Covid-19.
Los malos datos y las continuas complicaciones hacen que muchos se estén planteando cerrar en invierno. Uno de ellos es Luis, que asegura que en septiembre tendrá que evaluar si le sale rentable abrir o no. Sin embargo, vive de ello: “Tengo la mala costumbre de comer todos los días. A ver qué hago si cierro mi negocio”.
Ayudas al sector
Las ayudas, escasas y de vuelta. El presidente de alojamientos rurales informa de que el año pasado recibió bonificaciones por la gran crisis que la pandemia provocó en el turismo. Sin embargo, continúa con un: “¿De qué me han servido? Las he tenido que devolver”.
En su caso particular, recibió una suma de 2.600 euros, de parte de la Junta y Diputación. El hecho es que, al ser no contributivas, ha tenido que pagar a Hacienda 1.500 euros. Unas ayudas que no les han dado ni un poco de aliento.
Un ápice de esperanza
El puente del 15 de agosto siempre es un ápice de esperanza para el sector. En él confían todos los compañeros de alojamientos turísticos, aunque las cifras, por ahora, son bastante buenas. Casi todos están completos, sobre todo aquellos que cuentan con piscina o zonas de lagos y embalses cerca.
Como siempre, hay ciudades en la Comunidad que tienen más turistas que otras. Es el caso de Salamanca, Ávila y Segovia que, al ser ciudades patrimonio, son más conocidas por fuera y se benefician de ello durante los meses de verano.
Aun así, confiesa que la gente cada vez es más exigente y que, incluso, le han llegado a pedir que rebaje el precio del alojamiento. Una solicitud denegada puesto que como él dice: “Vivo de ello”.