La Ronda de Pastores de Casavieja: entre el ocio y el folclore
Hacia el año 1950 existía en la localidad una retahíla de villancicos, romances y coplas profanas que se solían interpretar con diversos instrumentos populares y menaje variado
15 enero, 2023 07:00Noticias relacionadas
“Esta noche es Nochebuena -grita en silencio hasta el aire-
mientras la ciudad es un río de zambombas por las calles…
Esta noche es Nochebuena… Y otras habrán de venir
en que ni sombra siquiera quede del ti no del mí…
Porque habremos emprendido viaje que no tiene vuelta…”.
Hermenegildo Martín Borro
La interpretación de villancicos con pandero y zambomba en fechas navideñas forma parte de la herencia cultural de Castilla y León desde por lo menos el s. XVIII, y en especial, las rondas, como elemento de recreo, están documentadas en el Alto Tiétar abulense desde mediados de ese siglo. La palabra “Ronda” alude a la actividad lúdica de los mozos recorriendo las calles entonando canciones con sus instrumentos y, a veces, cortejando musicalmente a las mujeres. A pesar de lo antiguo de la tradición, La Ronda de Pastores de Casavieja se ha consolidado como un referente tradicional sólo a partir de mediados del s. XX, resultando en una vívida sinergia entre religiosidad popular y ocio navideño.
En esta villa de la provincia de Ávila, las rondas de los mozos, ya fuera a la luz del día o con la alevosía de la nocturnidad, estaban específicamente reguladas ya a inicios del s. XX, donde solo en determinadas ocasiones, de costumbre y tradición, se le permitía al mocerío rondar con cánticos, músicas y guitarras, eso sí, previa licencia escrita del Ayuntamiento que había que presentar a autoridades como la Guardia Civil o el sereno.
Hacia el año 1950 existía, en Casavieja, una retahíla de villancicos, romances y coplas profanas que se solían interpretar en Navidad con diversos instrumentos populares y menaje variado. Estas piezas se cantaban en grupo, seguramente favorecidas por las rondas nocturnas u otros eventos sociales y familiares. Lo más normal es que fueran los días de “matanza” cuando tuviera origen esta tradición, ya que además de grupos de gente reunida, había útiles de cocina y cacharrería con la que hacer ruido. Así, al terminar la faena de noche y cenar en grupo, varias familias saldrían por las calles del pueblo a modo de ronda, cumpliendo así con una de las tradiciones navideñas más arraigadas en Casavieja.
Alguna crónica ha relatado esas tradiciones de Casavieja indicando que incluso fueron interpretadas en Madrid en la Nochebuena de 1960, dirigidos por el molinero del pueblo, quien inventó varias de esas coplillas y las juntó en el repertorio navideño junto con los villancicos conocidos. El molinero no era otro que Martín García Diaz, de apodo “Gilo”, un casavejano que coordinó esta agrupación precursora de la Ronda de Pastores. De este modo, la ancestral Ronda de Navidad del pueblo, dejó de ser algo popular para pasar a ser folclore organizado, es decir, el componente lúdico, puntual e improvisado de estas rondas, pasó a tener un plan ordenado y un atuendo definido.
Según la crónica, los diez mozos de la Ronda de Casavieja recorrieron ese día 24 de diciembre la Cava Baja, Lavapiés y Tirso de Molina, la Puerta del Sol… entonando coplas con una cuchara y un tenedor de madera pegados a la gorra, y tocando objetos de uso cotidiano como sartenes, bandejas, almireces, botellas de anís, cucharas y tenedores, zambombas y panderos. De vez en cuando, pasaban una sartén entre el público para sacarse un dinero que costeara el viaje de vuelta al pueblo, pero su intención principal no era el peculio sino dar a conocer en la capital los villancicos de su pueblo.
Técnicamente, la agrupación de Gilo, se distinguía en sus salidas por su atuendo de pastores serranos (lo cual la distinguía de otra que iba con capas), y que incluía un sombrero castellano con la cuchara y tenedor cruzados en el frente, un chambra azul cubriendo torso y brazos, con cinco botones al pecho, unos zahones de cuero con correas, unos patines de cuero con hebillas y correas alrededor de la pantorrilla, una garrota de madera, unas albarcas de cuero y suela de goma atadas con tiras de cuero y un morral de piel vuelta a la espalda.
Por su exotismo y lo dulce de su canto, se hicieron bien conocidos. A los pocos días, salieron en la cabalgata de Reyes de Ávila, y al año siguiente la Ronda de Casavieja ya era mencionada por periodistas de turismo en algunos artículos. En 1963, ya formaron parte del programa navideño de la ciudad de Madrid, tanto de Nochebuena como de la noche de Reyes, y fueron mencionados y alabados en la prensa nacional.
Un año después, se produjo el descubrimiento de la Cueva del Águila, cerca de Arenas de San Pedro, y se celebraron actos de inauguración y apertura al público de estas. En dicho programa fueron incluidas la Ronda del Cántaro de Piedralaves y la Ronda de Pastores de Casavieja. Esta actuación, fuera de la temporada navideña, ya confirma que la Ronda de Pastores se había convertido en un referente de las tradiciones del valle del Tiétar.
En 1965 formaron parte del elenco del especial de Nochebuena de TVE, compartiendo espacio con artistas de talla nacional e internacional.
El fallecimiento en 1966 de Martín García “Gilo”, que era el aliento de la Ronda de Pastores de Casavieja, puso a prueba la fortaleza de la agrupación, y colocó a sus integrantes frente a un gran desafío: la continuidad. Los que quedaban demostraron entonces que la adversidad no era un obstáculo, y salieron reforzados y con ánimo de seguir.
Hoy en día existen varios grupos y asociaciones, incluso de niños, que trabajan y colaboran con el Ayuntamiento para intentar sostener la tradición. Siguen de esta forma, cada mes de diciembre resonando las zambombas encintadas en Casavieja para anunciar la Navidad, y se oyen los almireces, las botellas y las cucharas, los panderos y las sartenes, y se escuchan los villancicos, algunos de los cuales incluso han sido adaptados por mujeres a la cadencia de la jota para poderlos bailar y hacer más grande el grupo. Siguen más de un centenar de almas casavejanas tratando de mantener el arraigo de lo suyo.