Es verano. Muchos son los que aprovechan para hacer las maletas y partir hacia su destino preferido lejos del trabajo para descansar y darse un buen chapuzón ahora que las temperaturas aprietan. Una semana, diez días o quince, para desconectar y volver con las pilas cargadas al trabajo para afrontar lo que resta de año.
En Castilla y León contamos con propuestas que pueden servir para pasar una jornada en entornos que también son paradisiacos. Desde EL ESPAÑOL de Castilla y León les hemos acercado, en los últimos días, algunos como puede ser la Isla de Valbuena de Duero, en la provincia de Valladolid o, también, en Sanabria, dentro de la provincia de Zamora.
Hoy les traemos una propuesta única. Un tesoro de la naturaleza que se esconde en nuestra región, los fiordos leoneses, que nos permiten trasladarnos hasta paisajes que se pueden contemplar en Noruega, sin realizar miles y miles de kilómetros, ya que este maravilloso entorno lo encontramos en la provincia de León.
Más en concreto, en el Parque Regional Montaña de Riaño y en Mampodre, dentro de la vertiente Sur de la Cordillera Cantábrica. Un territorio que no goza de la misma fama que los fiordos escandinavos, pero sí de la misma belleza. Un paisaje desconocido fuera de la localidad de Riaño, donde se ubica, donde también nos encontramos con un enorme embalse.
Un territorio que presenta zonas montañosas y, también, profundos valles fluviales. A menudo muy encajonados, donde se mantienen bosques de ribera bien conservados. En determinados valles se ubican pequeños cultivos, huertas y los típicos prados de siega. El área incluye interesantes lagos glaciares y dos grandes embalses montanos (Riaño y Porma).
Sin olvidarse de los extensos bosques de caducifolios en masas puras o mixtas que dan paso a las montañas con numerosas cumbres que destacan, como los diferentes picos del Macizo de Mampodre (más de 2.000 m. de altitud), el Coriscao con 2.234 m., Peña Ten (2.142 m.), Peñas Pintas (1.985 m.) o el Gilbo (1.679 m.). Además, alberga varios enclaves destacables por sus altos valores ecológicos como el Pinar de Lillo, el Bosque de Hormas, Pardomino y el Sabinar de Crémenes.
Pero aquí hay mucho más que paisaje, hay siglos de historia escritos en los pueblos, en los valles, en las iglesias, en las cabañas de los puertos y en sus caminos, pero también en sus gentes, unos pobladores que, a lo largo de siglos, han compatibilizado su vida con la conservación de la naturaleza. Unos pobladores sin los que estas tierras no serían como son hoy en día.