Vuelve a casa vuelve…decía esa famosa canción de los turrones que todas las Navidades regresa a la memoria de mayores y de pequeños. Y es que se ha convertido en un fijo eso de volver durante estas fechas a los lugares de nacimiento. Muchos de estos sitios se encuentran en la denominada España Vaciada, de la que Castilla y León, desgraciadamente, tiene mucho que decir. Y es aquí donde el empleo juega un papel fundamental.
Y es que es la eterna pescadilla que se muerde la cola. Si se tiene trabajo se puede comenzar un proyecto de futuro para poder incrementar los servicios sociales. Por esto, hay empresas de atracción de talento y población a zonas rurales con diversos perfiles de trabajadores. Por ejemplo, la vuelta al lugar de nacimiento, parejas que buscan oportunidades, familias desplazadas, integración de migrantes…muchos aspectos. EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León habla con tres ejemplos de todo ello.
Óscar Becerril: “Calidad de vida no solo es respirar aire limpio, es algo más”
Óscar Becerril nació en Aguilar en 2000. 18 años pasó en su tierra natal haciendo del colegio San Gregorio su centro de diversión y de conocimiento. A esa edad tuvo que decidir qué hacer. Una pregunta muy frecuente entre los jóvenes de Castilla y León. En su caso lo tenía claro desde que tenía 14 años, quería ser ingeniero de telecomunicaciones. Se marchó a Madrid, “porque hay muchas más oportunidades y lo tiene todo” y “no está muy lejos”. Cuatro años después, en 2022, ya era ingeniero tras graduarse en la Universidad Carlos III. Esto junto a un Máster avanzado le hacía un candidato ideal para cualquier oferta.
Así es cómo le llegó la propuesta para entrar en la fábrica de Gullón. Contactaron con él a través de su antiguo colegio. Es cierto que tenía varias ofertas de empresas madrileñas, pero hizo la tradicional balanza y el peso de regresar a casa salió victorioso. “Es una difícil decisión”, apunta, “era volver a mis raíces, a donde yo crecí con mis padres, pero es cierto que mis amigos se van marchando”.
Becerril apostó por Aguilar porque el proyecto no era “trabajar solo en una fábrica de galleta”, era algo más. En su caso trabajar en el departamento de Sistemas es un plan con mucha proyección y con mucho por hacer. “La empresa está creciendo. No ha sido un paso atrás, lo tengo claro”. Y es que para un joven de Aguilar trabajar en su principal fábrica es casi como un sueño. “Es un orgullo”, afirma. Recuerda que tiene una amiga en Malasia que le ha enviado fotos de cajas de galletas de la marca. “Es la empresa de mi pueblo y es un orgullo”. Eso sí, hace una reclamación a las empresas de Castilla y León para que apuesten “por gente de aquí”, porque tiene claro que “con condiciones óptimas y buenos sueldos, está claro que nadie se va a ir”.
Calidad de vida es un concepto que siempre entra en escena cuando se piensa en apostar por pueblos o localidades más pequeñas para vivir y trabajar. En este caso, el palentino lo tiene claro, “hay que analizar qué es calidad de vida, porque no es solo respirar aire limpio”, afirma. Y es que efectivamente, el tener a cinco minutos el trabajo es “calidad de vida”, para él, pero también lo es tener “servicios básicos como educación, sanidad u oferta de ocio”, y en ese caso Madrid siempre gana. En su caso, le gusta mucho salir a correr, y recuerda que en la capital participaba en muchas carreras populares. Aquí en Aguilar también lo puede hacer. Eso sí, muchos fines de semana vuelve a Madrid para ver a los amigos y poder tener más ocio.
El ingeniero no sabe si estará toda la vida en Aguilar, “no descarto volver a Madrid”, apunta. De momento su intención es independizarse, aunque de momento seguirá “haciendo colchón” con sus padres.
Carla Cuevas: “Me veo toda la vida trabajando aquí”
Carla tiene 25 años. Ha estudiado el grado en Economía de la Universidad de Cantabria y ahora forma parte del departamento comercial de Galletas Gullón. ¿Cómo llegó aquí? Pues en su caso por conciliación. Antes de empezar a trabajar en junio de 2023 en Aguilar, vivía en Santander (Cantabria) que es donde trabajaba, y estaba buscando un trabajo que le permitiese estar más cerca de casa y así poder conciliar trabajo con familia. Algo que ha conseguido ahora, “que me dio la oportunidad de formar parte de su equipo”. Ahora, sigue viviendo en la misma comunidad, ya que reside en Reinosa, pero el estar tan cerca de casa le permite ir y venir en el día del trabajo a casa. Hace todos los días 32 kilómetros de ida y de vuelta.
En cuanto a la rutina del día a día, para ella no hay ninguna diferencia entre vivir en una ciudad que en un pueblo, “me permite hacer las mismas cosas, no creo que sea un paso atrás en mi carrera profesional, lo contrario ya que con estas decisiones no dejamos que los pueblos pierdan población”. Echa de menos a sus amigos, pero actualmente con las nuevas tecnologías puede seguir en contacto con esas personas. Y algo que tiene claro es su futuro: “Me veo toda la vida trabajando en Aguilar porque me permite estar cerca de casa en Reinosa”.
Ahora bien, esto no significa que no sea reivindicativa: “Que se brinden oportunidades como la que he tenido yo para que los jóvenes vuelvan a casa y los pueblos tengan más vida”.
Pablo Antonio Moreira: “Aquí hay mucho trabajo para seguir adelante y progresar”
La historia de Pablo Antonio Moreira es la más especial. Tiene 44 años y es de Nicaragua. Llegó a España, concretamente a Madrid en enero del año 2022 junto a su mujer y su hijo de 5 años. Los comienzos fueron duros. Llegó como exiliado político. En la capital trabajó en la construcción y limpiando portales, estaba mal pagado y en negro, por eso cuando le llegó la oportunidad de irse a vivir a Aguilar de Campoo, a la fábrica de Gullón no se lo pensó dos veces. Allí ha conseguido hacerse un hueco en la producción de línea donde es muy feliz.
No necesita más para ser feliz, “aquí tengo todo lo que necesito”, asegura. Pero agradece a la gran familia que se ha encontrado en Gullón. “Doy las gracias a todos por la paciencia y por enseñarme”. Y tiene claro que estará en Aguilar hasta que “Dios me lo permita”. No duda en afirmar que ha sido un “paso adelante en su vida” y ahora el objetivo es traer al resto de la familia que tiene en Nicaragua. “Aquí hay mucho trabajo para seguir adelante y progresar”, manifiesta.
Moreira es muy agradecido y sabe que sin la ayuda de otras personas como el padre Javier del departamento de migración de Caritas de la Conferencia Episcopal Española o a Paco García que le brindó el alquiler de su casa no estaría poniendo en marcha este proyecto de futuro en tierras palentinas. Pero además, agradece a Xavier Gómez, Yolanda Fernández, Antonio García, Milagros Andrés.
La historia de Pablo es una más, pero especial. La demostración de cómo el mundo rural se puede convertir en la mejor opción para comenzar proyectos de futuro. Y por supuesto, volviendo a casa por Navidad.