En plena comarca de El Barco de Ávila-Piedrahíta, al oeste de la provincia abulense y en una superficie no superior a seis kilómetros cuadrados, nos encontramos una pequeñita aldea de origen medieval de apenas 37 habitantes, según los datos de 2023 del Instituto Nacional de Estadística (INE), con una curiosa tradición que vienen celebrando desde 2004 a raíz de la avanzada edad de sus vecinos.
A 70 kilómetros de Ávila, 77 de Salamanca y 181 de Madrid, esta aldea legendaria llamada Villar de Corneja es famosa por su arquitectura popular serrana, muy bien conservada, de las mejores de la zona. Se ubica en pleno valle del Corneja, a medio camino entre Piedrahíta y el Puente del Congosto, justo en el límite con la provincia charra.
En su día, formó parte de la villa y tierra de El Mirón y es una de las cuatro villas de Valdecorneja, un señorío que perteneció a la Casa de Alba hasta el siglo XIX. En la mencionada época, según el Diccionario de Madoz, el pueblo contaba con 50 casas, una venta, un monte de encina, una dehesa boyal y algunos prados naturales con buenos pastos que producían centeno, trigo y garbanzo.
Con el paso del tiempo, la población de Villar de Corneja se ha ido reduciendo hasta los 37 empadronados de la actualidad. Uno de sus edificios más característicos es la iglesia parroquial de Santa Marina. Un inmueble religioso de cabecera cuadrada y cuerpo de tres naves separadas por arcos semicirculares de piedra.
A lo largo de los años ha sufrido diferentes reformas, como la de las armaduras de madera que cubren el presbiterio y el cuerpo de la iglesia. En su interior aguarda el retablo mayor, con origen a comienzos del siglo XVIII y obra de Manuel González Delgado. Es de tipo hornacina y se presenta a modo de portada y los retablos colaterales están organizados en función de una sola imagen.
Del total de los 37 empadronados, según la información difundida por la Diputación de Ávila, 23 son hombres y 14 son mujeres. Villar de Corneja se sitúa justo a 1.001 metros de altitud. A pesar de ser una pequeña aldea, es conocida dentro del mundo del turismo rural. Y así lo ratifica la propia Guía Repsol, donde aparece.
Esta prestigiosa guía turística y gastronómica define a Villar de Corneja como uno de los pueblos del valle que mejor conserva la arquitectura popular serrana, con sillarejo en cercas, casas y corrales. Destaca que algunas de las viviendas han sido rehabilitadas y recuperadas para la época de verano y fines de semana.
El pueblecito abulense está rodeado de tierras onduladas, pastizales y encinares en dehesa, junto con vegetación de ribera en el río y tierras de cultivo al norte. Unos paisajes de fuertes contrastes especialmente durante la época estival con el dominio de los amarillos en mieses y pastos y los meses verdes.
Subrayan sus rutas senderistas por los cordeles de los montes y una que se ha trazado por los restos de dos molinos harineros, entre los que destaca el de la Máquina de Fuego, cerca de la desembocadura del Corneja en el río Tormes, que conserva varias dependencias auxiliares y restos de la maquinaria.
En sus calles, justo en el límite del casco urbano, nos encontraremos un puente romano con gran historia y por el que cruzaron el emperador y su séquito de nobles y alabarderos camino del retiro en Yuste. Además, cuenta con unas fuentes naturales que se dice que se usaron tradicionalmente para tratar problemas de la piel porque, al parecer, contienen azufre.
Su curiosa tradición
Como es habitual en la España vaciada, la población de Villar de Corneja está muy envejecida. Por eso, la alcaldesa del pueblo, Carmen Hernández, instauró en 2004 una curiosa tradición para que todos los vecinos se pudieran juntar a celebrar cada fin de año.
Y es que en Villar de Corneja las uvas también se toman a las 12, pero a las 12 del mediodía. Una curiosa forma para que todos, independientemente de su edad, puedan disfrutar de este momento tan celebrado en España sin que tengan que esperar a altas horas de la madrugada.