Tenebrosas catacumbas, criptas oscuras, necrópolis perdidas en medio de la nada o fríos cementerios, tumbas y panteones... Experiencias que a más de uno ponen la piel de gallina, a otros sube la adrenalina. Para estos últimos, este Puente de los Santos, Turismo de Burgos propone tres paradas básicas: un cementerio, una necrópolis y una tumba ilustre.
La primera, y más suave, de las paradas es la visita a un cementerio muy peculiar. Porque si cementerios famosos hay muchos, cementerios circulares y polvorientos, propios del Far West pero sin ir tan lejos, solo hay uno: Sad Hill.
Sad Hill tiene mucho de mitomanía y, también, de jugueteo con el lado oscuro, con sus 5.000 tumbas con nombres reales rodeando el que posiblemente sea el cementerio más famoso del cine.
Y es que aquí, en un impensable paisaje burgalés recortado por amenazantes calizos, a pocos kilómetros de Santo Domingo de Silos, quién diría que Hollywood vería lo que pocos serían capaces de ver en tierras de Burgos: el Lejano Oeste. Más aún. El marco perfecto para recrear el cementerio más icónico del séptimo arte: el de la escena cumbre de "El bueno, el feo y el malo", cuya sintonía cualquier podría tararear ahora mismo, sesenta años después.
El set se construyó en apenas tres días, simulando un soberbio cementerio con más de cinco millares de tumbas dispuestas en círculos concéntricos rodeando una plazoleta central empedrada, en la que transcurría el mítico duelo entre Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef.
El tiempo y las inclemencias meteorológicas sepultaron aquel mítico lugar, convirtiéndolo en un campo fantasmal olvidado durante años. Hasta que, en 2015, un apasionado grupo de cinéfilos (la Asociación Cultural Sad Hill) lo sacó a la luz. Hoy, este mágico lugar luce su esplendor original, con sus más de 5.000 tumbas ocupando de nuevo su sitio.
Si bien no son tumbas reales (no hay gente enterrada, pero lucen el nombre de sus padrinos, con cuyos donativos se realizaron las labores de restauración), el lugar resulta sobrecogedor. Misterioso, irreal incluso, en medio del silencio, los vientos y con sus 5.000 cruces mirando al cielo.
No muy lejos de allá, la siguiente parada traslada a otro tipo de enterramiento, también único en España. Y es que la mayor concentración de necrópolis altomedievales de España se encuentra en la provincia de Burgos, en un paisaje de gran belleza natural.
Entre los grandes bosques de pinos que se extienden entre la Sierra de la Demanda y los Picos de Urbión, los habitantes de la Vieja Castilla encontraron un apacible lugar para despedir a sus muertos y darles tranquila sepultura, en medio de un paraje natural que emana paz.
Ocupando una superficie de 2.000 metros cuadrados se abre la gran Necrópolis de Revenga, un enorme camposanto altomedieval formado por 140 tumbas excavadas en una gran formación rocosa. Es un lugar inédito tanto por su extensión como por su perfecto estado de conservación, que permite fantasear mucho sobre cómo sería el lugar hace más de mil años y cómo era ese viaje al más allá en tiempos de la dura Edad Media.
Las tumbas se sitúan de Poniente a Levante, de forma que el cuerpo amortajado del difunto reposara en posición decúbito supino, a la espera de la Resurrección. Se distinguen también dos tipos de enterramientos: con forma de bañera, destinado a niños y mujeres, y antropomorfos, destinados a los varones.
Testigo de las prácticas funerarias de los campesinos medievales en la Vieja Castilla, el lugar posee un gran valor histórico. Para explorarlo, el punto de partida es la Casa de la Madera de Comunero de Revenga. Muy cerca también se puede visitar la necrópolis de Cuyacabras y la de Regumiel de la Sierra, y hacer así más largo y profundo ese viaje por las costumbres sepultureras antiguas.
No hay ruta necroturística que se precie sin una buena tumba de personaje ilustre, tampoco es el caso burgalés. "Personaje ilustre, lo es, pero más original, por no ser de un rey, ni de una princesa, que, por supuesto tampoco faltan en estos lares, ni de un escritor famoso o cantante; ni siquiera, y aquí reside la gran originalidad, de alguien que se mueva sobre dos piernas... Hablamos de la tumba de Babieca, ubicada en un lugar a la medida de su gran figura y la de su legendario amo", afirma Turismo de Burgos.
La historia de el Cid Campeador no sería la misma sin su mítico caballo. Babieca aporta aún más colorín a sus andanzas, a su leyenda. Durante 40 años fue el compañero inseparable de El Cid, desde su salida de Vivar del Cid, su ciudad natal, hasta más allá de su muerte. Y es que, según la leyenda, Babieca sería el caballo sobre el que Jimena, la esposa de El Cid, montó el cadáver del caballero para engañar a sus enemigos y hacerles creer que seguía vivo.
Después de que el cadáver El Cid cabalgara sobre él, cuenta la tradición que nadie más volvió a montar a Babieca, que sobrevivió dos años a su amo. Se cuenta que el caballo fue entonces enterrado en el Monasterio de San Pedro Cardeña, a diez kilómetros de Burgos, un lugar íntimamente ligado al ilustre personaje, pues fue el refugio de su familia durante su destierro. Según dicta la tradición, un monolito marca el punto donde yace, bajo dos grandes olmos a la puerta del Monasterio. Un lugar para visitar y sentir la enorme fuerza de Babieca.