Uno de los monumentos más emblemáticos de la capital leonesa guarda entre sus altas paredes, inspirada en la Catedral de Reims, en Francia, y que comenzó su construcción hace algo más de 800 años, en el 1205, a cuatro seres etéreos que moran por las naves. El primero de ellos, el más noble de los ocupantes, es el rey Ordoño II de León, que reposa sus restos fúnebres en la catedral y que fue coronado, en Galicia, en el año 910 y que prolongó su mandato hasta el año 914.
El obispo Manrique de Lara, quien impulsara la construcción del templo, es otro de los que la leyenda cuenta que su espíritu deambula por ‘su’ obra, así como el del obispo de San Alvito. Éste fue el delegado de Fernando I en Sevilla para recuperar los restos de las santas Justa Y Rufina. La noche antes de regresar a León tras fracasar en la búsqueda, según la leyenda, se le apareció el espíritu de San Isidoro, quien le informó de la ubicación de sus restos. Así, San Alvito siguió sus indicaciones y recuperó, intactos, sus restos y pudo trasladarlos a León, donde yacen, conjuntamente, en la Catedral.
El último de los cuatro espíritus es el de San Froilán, cuyo féretro reposa en el sepulcro, cuya construcción fue ordenada por Alfonso III. Cabe destacar que, con motivo de la fecha de su fallecimiento, el 5 de octubre del año 904, la ciudad de León celebra las fiestas de San Froilán, durante una semana.