Investigadores burgaleses son los protagonistas de un estudio que, tras 10 años de trabajo, puede cambiar la forma de analizar y de entender las actividades humanas durante el Paleolítico. Ángela Herrejón-Lagunilla, de la Universidad de Burgos, es quien encabeza esta investigación y ha estado acompañada de Juan José Villalaín Santamaría y Ángel Carrancho Alonso, también de la UBU y profesores del Grupo de Investigación en Paleomagnetismo.

Este estudio también está firmado por investigadores de la Universidad de La Laguna, la Universidad de Valencia, la Universidad de Alicante, la Universidad Complutense de Madrid y el Instituto de Geociencias. Los trabajados, comenzados hace una década y liderados por Herrejón-Lagunilla, han permitido determinar con enorme precisión el tiempo mínimo transcurrido entre varios fuegos u "hogares" neandertales, vinculados a asentamientos temporales de mayor o menor duración, en el yacimiento alicantino de El Salt.

La investigación ha sido, además, publicada en la prestigiosa revista científica Nature. Y es que los trabajos abordan uno de los grandes desafíos de la arqueología prehistórica, que es determinar la escala temporal en la que se llevaron a cabo las actividades humanas en el Paleolítico. Junto a los investigadores burgaleses, rubrican el trabajo Francisco Javier Pavón-Carrasco, Mario Serrano Sánchez-Bravo, Santiago Sossa-Ríos, Alejandro Mayor, Bertila Galván, Cristo M. Hernández y Carolina Mallol.

Yacimiento arqueológico de El Salt, en Alcoi (Alicante).

Esta propuesta permite conocer mejor el comportamiento de los grupos neandertales, concretando, por primera vez en la vida con gran precisión, el tiempo mínimo implicado en la acumulación de restos arqueológicos resultantes de sus actividades. El avance ha sido posible a raíz del estudio de los fuegos u "hogares" y sus restos asociados. Todo ello a través de una metodología muy novedosa que combina análisis arqueostratigráficos y arqueomagnéticos.

Los trabajos analizan una secuencia de seis hogares de una misma unidad arqueológica de unos 52.000 años de antigüedad en el abrigo de El Salt. Dicho estudio ha permitido determinar que, con altísima probabilidad, pasaron como mínimo 200-240 años entre la realización del primer hogar y el último, con diferencias que oscilan entre las dos y tres décadas entre algunos de ellos a 100 años en otros.

"Se trata de una resolución sin precedentes en la arqueología paleolítica y que cambia de manera significativa las concepciones previas sobre la frecuencia de las ocupaciones humanas en las sociedades cazadoras-recolectoras prehistóricas", ha destacado Ángela Herrejón, investigadora del Departamento de Física de la Universidad de Burgos y primera autora del trabajo.

El estudio pone en tela de juicio la práctica arqueológica habitual de estudiar los materiales como si fueran un único grupo cultural o de un único periodo y lleva a los investigadores a que se replanteen la "importancia de la forma en la que se excava para no ofrecer interpretaciones sesgadas del comportamiento de los grupos humanos prehistóricos", ha añadido Ángela Herrejón.

Imagen de la unidad X de El Salt donde se pueden ver los restos de un hogar (parche oscuro).

Las técnicas de datación que había disponibles hasta ahora para contextos tan antiguos como la unidad X de El Salt suelen contar con incertidumbres temporales muy altas. Y es que no se puede aplicar la datación por carbono a 14 materiales más antiguos de 50.000 años y otras técnicas, como el caso de la luminiscencia, suelen tener errores de varios miles de años.

El trabajo publicado en Nature, a través de estudios de arqueoestratigrafía, dedujo la posición estratigráfica relativa en la que se encuentran los hogares y sus restos asociados. O lo que es lo mismo, qué es anterior y qué posterior, seriando la secuencia de fuegos.

Cabe resaltar que la ingente cantidad de restos arqueológicos en estas situaciones, la topografía irregular del sustrato y los difíciles procesos de formación y alteración implicados dificultan el hecho de aislar las ocupaciones neandertales. Esto necesita de un proceso de excavación y registro del material arqueológico muy minucioso, donde cada resto y cada facies sedimentaria o porción de sedimento de distinta textura o color que las adyacentes, es coordenada de forma tridimensional y relacionada entre sí.

Una vez establecido el orden estratigráfico de los fuegos, procedieron a cuantificar el tiempo mínimo que había pasado entre sus quemas. Este es el principal aporte metodológico de los trabajados. Para ello, recurrieron al arqueomagnetismo, una disciplina geofísica que estudia el registro de la dirección y/o intensidad del campo magnético terrestre en materiales arqueológicos quemados.

Ángela Herrejón Lagunilla, primera autora del estudio, tomando muestras arqueomagnéticas en El Salt. Sven Kleinhapl

"Generalmente, el arqueomagnetismo se utiliza como técnica de datación para un rango temporal de aplicación que no supera los últimos 4.000 años. Aquí estamos hablando de cronologías mucho más antiguas, por lo que el enfoque es diferente" señala Francisco Javier Pavón, investigador del Departamento de Física de la Tierra y Astrofísica de la Universidad Complutense de Madrid y del Instituto de Geociencias (CSIC-UCM).

El equipo multidisciplinar no puede aportar un máximo de años con su método, pero sí un mínimo. Y este es el caso de los trabajos en el yacimiento de El Salt, dando como resultados implicaciones muy relevantes e inesperadas. Los restos de fuegos que calentaron estos asentamientos neandertales, que se dividen en unos pocos centímetros de espesor de sedimento y algunos de ellos en la misma superficie aparentemente, representan al menos dos silgos.

Que el tiempo mínimo de formación de la secuencia de hogares sea de unos 200-240 años significa que los grupos humanos que los hicieron estuvieron separados por varias generaciones de individuos que nunca llegaron a conocerse incluso. No se debe olvidar que son grupos cazadores-recolectores, que se mueven constantemente en busca de recursos.

Las implicaciones arqueológicas son enormes. Lo que se excava en un yacimiento como este no es más que una imagen aislada y concreta de todo un conjunto de actividades realizadas en un territorio mucho más amplio. Lo que aquí se ha obtenido son pequeños fotogramas de escenas de comportamientos humanos separadas por una secuencial temporal que, por primera vez, se plasma con una precisión hasta ahora desconocida, lo que permitirá entender mucho mejor el comportamiento humano en el pasado a través de la Arqueología.