Son muchos los rincones de Castilla y León que han llamado la atención de algunas de las revistas de viajes y los blogs de turismo más destacados, no solo a nivel nacional, sino también internacional. Algo que no resulta nada extraño, teniendo en cuenta que la Comunidad alberga multitud de pueblos, construcciones y monumentos que se han convertido en un verdadero reclamo.
Ahora bien, hay uno que destaca por encima del resto por varios motivos. Se trata de un pueblo ubicado en la provincia de Burgos, que es considerado uno de los más bonitos, vertiginosos y fascinantes de España por la prestigiosa revista de viajes National Geographic.
Pero no solo eso. También está incluido, desde 2014, en la lista de los pueblos más bonitos de España de la asociación homónima, su núcleo urbano fue declarado Conjunto Histórico Artístico y, además, es la ciudad más pequeña de todo el territorio nacional. Fue en 1432 cuando recibió esta categoría por parte del rey Juan II de Castilla, con el fin de intercambiársela a Pedro Fernández de Velasco por Peñafiel y pese a que hoy cuenta con poco más de 200 habitantes que sí se llegan a multiplicar en verano.
Hablamos de Frías, un lugar mágico y único a partes iguales, que parece sacado de un cuento y que reúne múltiples encantos que lo convierten en un destino muy atractivo para los miles de turistas que lo visitan cada año.
La espectacularidad de Frías, un pueblo ubicado en el valle del Ebro, en la comarca de Las Merindades, y cuya primera referencia histórica se remonta al siglo IX, se debe al hecho de que se ubica junto a un impresionante accidente geográfico. Tanto es así, que está asentado sobre el denominado cerro de La Muela y rodeado por una muralla, actualmente de manera parcial.
A ello se suma que en lo alto de la ciudad, en una posición estratégica privilegiada, se encuentra un llamativo castillo, el de los duques de Frías, con origen en el siglo X, además de la iglesia de San Vicente Mártir, de origen románico.
No obstante, Frías es mucho más que todo eso. También son de visita obligatoria el palacio de los Salazar, donde se encuentra la Oficina de Turismo de la ciudad; el puente medieval del siglo XII y origen románico, que cruza el río Ebro y cuya ubicación se halla a un kilómetro del casco histórico; la calzada romana, la judería y el mirador El Peñasco, un lugar de lo más exclusivo desde donde se pueden contemplar unas vistas espectaculares de este precioso destino de la España rural, así como del Valle de Tobalina.
Uno tampoco se puede ir de la ciudad más pequeña del país sin visitar sus casas colgadas en el centro urbano, construcciones que lucen la típica arquitectura popular, a base de un entramado de toba y madera, que se apoyan unas en otras y que van ascendiendo por el risco, dando la sensación de que van a caer al vacío. Tampoco la calle del Mercado, la vía más comercial y transitada del pueblo, a la que locales y visitantes suelen dirigirse para tomar algo, comer o cenar y hasta para realizar sus compras, pues es allí donde se concentran los bares, restaurantes y comercios de la zona.
Sin lugar a dudas, un lugar fascinante que todo el mundo debería visitar al menos una vez en la vida, pues no deja indiferente a nadie.