Castilla y León alberga numerosas aldeas legendarias con mucho encanto que, pese a que son habitadas por un número muy reducido de personas, logran conquistar a todos aquellos que, por unos motivos u otros, se acercan a visitarlas.
Sin embargo, desafortunadamente suelen ser pocos. Por lo general, los turistas que deciden recorrer Castilla y León apuestan más por capitales de provincia o pueblos grandes en los que hay muchas cosas que hacer y una gran cantidad de lugares que visitar, que por pequeñas aldeas que normalmente relacionan con el aburrimiento y la soledad. Pero nada más lejos de la realidad.
Lo que no saben es que ni las ciudades ni los grandes pueblos pueden ofrecer lo mismo que las aldeas, entornos ocultos y desconocidos para una buena parte de la población, en los que también se puede disfrutar una experiencia totalmente inolvidable. Y es que estas, además de ser muy atractivas para el visitante, suelen albergar secretos, historias, leyendas, tesoros y rincones que las convierten en lugares verdaderamente mágicos, únicos y especiales a partes iguales.
Atendiendo a la provincia de Burgos, cabe destacar que en ella podemos encontrar una aldea singular y de pasado noble que, más allá de ser el pueblo más pequeño de la provincia, reúne un sinfín de atractivos que llaman mucho la atención de todos los que pasan por ella.
Se trata de Jaramillo Quemado, una aldea legendaria que, aunque nació con el nombre de Jaramillo de los Caballeros, fue rebautizada con el primero tras sufrir un devastador incendio hace aproximadamente unos 500 años.
Su origen se remonta en torno al siglo X y se debe a la expansión del dominio ejercido por el monasterio de San Pedro de Arlanza en la zona, pertenece a la comarca de La Demanda y se enclava al sureste de la capital burgalesa, a un lado del monte Mencilla. Ocupa una superficie de 17,45 kilómetros cuadrados, entre la que se reparten casas desperdigadas, dando la impresión de que el pueblo es más grande de lo que realmente es.
Además, está dividida en tres barrios - Gallejones, Cascajo y La Calle - que confluyen en la plaza de la localidad donde se alza el rollo jurisdiccional, que confirmaba la existencia de un juez en el pueblo, y fue una villa de insignes hidalgos, de ahí su denominación inicial de Jaramillo de los Caballeros, así como refugio para ovejas y pastores, y, con ello, zona de paso de la trashumancia.
Pese a ello, actualmente cuenta con una población total de tan solo 10 habitantes, según el censo de 2023, lo que lo convierte en el pueblo menos poblado de toda la provincia burgalesa, a pesar de que hubo una época, en torno al año 1897, en la que la villa alcanzó los 389 residentes. No obstante, la población crece en verano, pues gran parte de las viviendas del pueblo son puramente vacacionales.
Ahora bien, si de algo puede presumir esta aldea es de que, pese al incendio, hoy sigue conservando su característica esencia. La proporcionada por sus tradicionales casas blasonadas y las inscripciones que se pueden leer en numerosas fachadas, y que dejan constancia de que en el municipio residieron un gran número de hidalgos. Pero también por su cultura y patrimonio arquitectónico.
Y es que, a pesar de su pequeño tamaño y sus escasos habitantes, Jaramillo Quemado cuenta con destacadas e imponentes construcciones, que no pasan inadvertidas para los forasteros.
La protagonista indiscutible es, sin lugar a dudas, la Iglesia de San Martín de Tours, un templo de estilo románico en su torre, el único vestigio que queda de su construcción inicial en el siglo X, pero también gótico en el resto del templo, edificado a principios del siglo XVI. Cuenta con tres naves y una bóveda estrellada, con un ábside rectangular y con una portada, también de estilo gótico.
Está situado en lo alto del pueblo y alberga en su interior la estatua de Santa Lucía y un retablo con influencias de Siloé y Berruguete.
Otras de sus construcciones más destacadas son la fuente, conocida por la calidad de su agua, la Cueva de los Moros y la ermita de Nuestra Señora de Valpeñoso, a la que se sube en romería el primer domingo de julio.
Además, por la aldea pasan varios recorridos de la Vía Verde de la Sierra de la Demanda, así como una ruta denominada Ruta de los Jaramillos. Esta abarca una zona de transición entre la Sierra de Mencilla al norte, y los montes y sierras que acompañan al Arlanza hacia el sur, y concluye en la conocida y preciada dehesa de roble, conocida como La Majada.
Allí, precisamente, puede visitarse un árbol muy característico de la provincia, el Roble de la Verruga, un árbol que alcanza los nueve metros de altura y con una longevidad que podría llegar a los 800 años. Al parecer, en torno a dicho árbol solían reunirse los lugareños mientras vigilaban el ganado de la localidad que pastaba, precisamente, en la dehesa. Siguiendo el curso del río del Salcedal también se puede llegar a Jaramillo de la Fuente a través de una ruta de gran interés paisajístico, geológico y arquitectónico.
Jaramillo Quemado es, por tanto, además de una aldea legendaria, un rincón de la castilla profunda ideal para desconectar en contacto con el medio rural.