“Gloria a ti, pueblo sin par; a mi labio el corazón se asoma para gritar: ¡Viva León!”. Con esta estrofa concluye el conocido himno de León que habla del viejo Reino, de “sangre a torrentes vertida” o del “hermoso lenguaje español”. Un himno que supone una demostración de orgullo, tal y como también lo es la decisión tomada por cada vez más personas de llevar algo de la ‘terrina’ para siempre en su piel.
Si los tatuajes sirven para recordar un momento especial de tu vida o a una persona de que nunca te olvidarás, ¿por qué no también utilizarlos para tener presente el lugar donde naciste o aquel en el que te sentiste como en casa? Cada vez son más las personas que se hacen esta misma pregunta y que, a falta de cualquier respuesta negativa, deciden pasar a la acción.
Algunas de estas personas lo han hecho en manos del tatuador Victor Colado, en el estudio All Street -calle Caño Badillo, 19-, quien es conocedor de que cada vez más gente quiere llevar siempre a León consigo. “Para cada persona hay una cosa diferente que represente a León, pero lo más característico o simbólico, fuera del león animal, pueden ser la Catedral de León o su rosetón”. No obstante, también hay personas que rebuscan más en el significado de la ciudad o la provincia para sí mismos, por eso Víctor ha llegado a tatuar tapas, paisajes de las montañas leonesas, elementos relacionados con la Semana Santa o incluso el mundialmente conocido chorizo de León.
Respecto al perfil de las personas a las que Colado ha tatuado motivos leoneses, el tatuador reconoce que, sobre todo, destaca “gente que vive fuera y se da cuenta lo que hecha de menos León, así que se lo tatúa como una forma de tenerlo presente siempre”. Pero también hay gente que, sin ser de León, no puede olvidarse de la tierra, como “peregrinos que quieren representar su paso por el Camino de Santiago” o jóvenes que estudian en León “y se han tatuado, por ejemplo, las coordenadas de la catedral”. Sin embargo, quienes deciden hacerse elementos como la Pulchra Leonina o su rosetón son “leoneses de pura cepa”.
La edad también es “muy polivalente”, de manera que por sus agujas han pasado desde “un chico con 25 años que tan solo lleva fuera tres o cuatro años” hasta “una persona de 50 que lleva viviendo en otro lugar más de 20 años”. Tampoco existe una época del año específica, aunque sí que es “más cuando la gente vuelve a su tierra, porque les gusta hacérselos en León”.
Son más de tres decenas las piezas de este tipo tatuadas por Víctor en los últimos años. “Siempre presta tatuar algo relacionado con la ciudad en la que has crecido y en la que además tengo montado mi negocio”, cuenta satisfecho, al tiempo que reconoce que son trabajos “interesantes” porque “siempre se les puede dar un toque nuevo para el cliente”. De todas las piezas, Colado destaca con especial cariño un tatuaje que representa a la iglesia de Santa Catalina rodeada de flor de lúpulo, así como otra en la que el embutido tradicional leonés se abre paso junto al Pantano de Luna.
“Todo merece la pena por León”
Uno de los valientes leoneses que no ha podido evitar llevar algo de su tierra para siempre en su piel es el joven DJ Eric García, de 24 años, cuyo codo luce un diseño en blanco y negro del emblemático rosetón de la Catedral de León.
“Siempre he tenido mucho amor por León, siempre me ha gustado León y siempre quise tener algo de León en mi piel”, reconoce, al tiempo que explica que tiempo atrás ya se había tatuado dos leones, aunque en esa ocasión fue en referencia a su padre.
Sobre por qué hacerse el rosetón y no cualquier otro diseño que recordara a la capital leonesa, Eric cuenta que “es una pieza circular que cuadraba genial” en su brazo ya tatuado, al tiempo que le parecía muy representativo. “Lo tuve bastante claro y mi tatuador se lo tomó con muchas ganas, porque me decía que nunca le suelen pedir cosas más allá de un infinito o una mariposa”, detalla.
El DJ lo tenía claro. “Quería cuadrar el rosetón en mi codo y aunque ha sido el tatuaje más doloroso de todos los que tengo, todo merece la pena por León”. A pesar de ser el más doloroso, sí que es uno de los que más han triunfado, ya que según afirma, es mucha la gente que le pregunta por él. Para los que se sorprenden o a los que más les llama la atención por él, Eric tiene un mensaje: “Hay que estar orgulloso, por supuesto que sí”.
El joven comenzó a llenar de color su piel con 18 años, cuando decidió tatuarse el nombre de su madre, al que siguió una pieza en el brazo por su abuela. “A partir de ahí se abrió la veda y ya he rellenado todo el brazo, aunque seguí por la columna, por el tobillo y sé que volveré”. Una vuelta a la tinta que será “más internacional” y que se centrará en una interpretación de la obra de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.