Una de las grandes señas de identidad de León es la particular forma de hablar de sus habitantes. Y no, no solo nos referimos a eso que siempre se ha dicho que los leoneses tienen un acento tan peculiar, que parece que hablan cantando, sino también a palabras y expresiones muy comunes en la ciudad y provincia, pero que no todo el mundo entiende a la primera.
De hecho, lo más probable es que resulten desconocidas para todos aquellos que no sean de allí o de alguna región vecina, o para los que nunca han escuchado a un paisano hablar.
En su día a día, los leoneses utilizan multitud de vocablos que les hacen ser todavía más diferentes y especiales, así como sorprender aun más a los miles de turistas que se acercan cada año a conocer la tierra. Y es que, quizá sea esto una de las cosas que más llaman la atención de León, las extrañas y curiosas palabras empleadas por la gran mayoría de sus habitantes, muchas de ellas también utilizadas por los asturianos.
De entre todas ellas, hay una muy típica que no pasa inadvertida para los forasteros, ya que también es un término que utilizan mucho, aunque no lo hacen en el mismo contexto, pues para ellos esta tiene un significado muy diferente.
A los leoneses no les gusta algo, sino que les presta. De este modo, cuando quieren decir que les gusta, por ejemplo, un vestido, lo más probable es que ellos digan "me presta este vestido", lo que para cualquier persona ajena a León significaría que alguien se lo ha dejado.
Porque para casi toda España, menos para los leoneses, prestar significa "entregar algo a alguien para que lo utilice durante un tiempo y después lo devuelva" o, en cualquier otro caso, "ayudar, asistir o contribuir al logro de algo", tal y como recoge la RAE.
Sea como fuere, lo cierto es que esta no es la única palabra a la que los leoneses le han dado una acepción particular que pocos más que ellos conocen, sino que, a la hora de comunicarse, emplean infinidad de localismos que probablemente nunca hayas oído y te interese saber.
Empecemos por la Semana Santa. En León esta festividad religiosa se vive de una manera muy diferente y especial, sobre todo San Genarín, lo que para el resto de España es el Jueves Santo. Tanto este día como los demás que conforman la Semana Santa, las calles de León se llenan de papones (cofrades o nazarenos), que, más allá de procesionar, les encantar ir a matar judíos. Pero no, no te asustes, que no es en sentido literal, sino que para ellos esta expresión quiere decir que van a tomar limonada.
Pero esto no es todo. A los leoneses, caracterizados por su vitalidad y por tener azogue, o lo que es lo mismo, no parar quietos, les encanta aprovechar su tiempo de ocio para ir de cortos, es decir, para salir de bares, donde también puedes encontrarse varios cuzos, cotillas, a los que les peta, es decir, apetece, marujear.
En ellos, también suelen reunirse con amigos o conocidos para disfrutar de grandes y divertidas comidas en las que, por lo general, suelen acabar embutidos, que significa empachados, y, en ocasiones, hasta con dolor de torzón, dolor de tripa.
De los leoneses también se dice que tienen bastante carácter y que están acostumbrados a hacer muchos esparavanes, gestos para el resto. Cuando se hartan de alguien se fartucan, para decirle a una persona que se vaya, dicen "arrea", a los niños les mandan a cochar, en vez de a dormir, y cuando alguien les cambia de conversación y no muestra interés a lo que le están contando, le sueltan: "no me vengas con socalindas".
Ellos no se estiran, se espurren, y tampoco están tristes, sino armuniados. Para insultar a alguien utilizan mucho la palabra modorro, equivalente a tonto, y cuando se refieren a una persona que va desaliñada, emplean la expresión "está hecho un Adán".
Además, en vez de cerrar las puertas, las trancan, a la herencia la llaman hijuela, a la ceniza, cernada, y a las garrapatas se refieren como cachiparras.
Y ojo, porque hasta el tiempo en León tiene un diccionario propio. Es de sobra conocido que se trata de una ciudad fría, en la que bufa y nieva a esgalla, lo que quiere decir que hace viento y nieva mucho, y en la que, lo más seguro, es que en un breve paseo se te queden las manos anganidas, palabra que sustituyen por entumecidas.
Así que mucho cuidado, porque sobre todo en invierno, el suelo suele estar resbaladizo y con algún canto, que no piedra, lo que aumenta las posibilidades de que alguien se pegue una buena lomada, se haga daño al caerse, y tengan que encañarle, es decir, vendarle, una mano o un pie.
Ahora bien, León, independientemente de la época del año, es una ciudad que hay que patear de arriba a abajo, porque todos sus rincones bien merecen ser visitados, incluso aunque salgan bojas, que no ampollas, de andar.
Esto es León, con sus encantos, sus desencantos, sus costumbres, sus tradiciones y, por supuesto, sus gentes que, si por algo se caracterizan, es por ser grandes amantes de su tierra. Ellos reciben a todo el mundo, pero eso sí, antes de llegar ya te advierten: "Si no te gusta León, ahí tienes la estación". Una expresión popular que relacionan con la estatua de Guzmán el Bueno ubicada en la plaza homónima de la ciudad, ya que este se muestra con un brazo levantado, que señala, precisamente, hacia las estaciones de autobús y tren de León.