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Su nombre es Rostyslav Klish y a sus 28 años se ha convertido en una referencia para los ucranianos que viven en Castilla y León.

Fue antes de la guerra, en 2017, cuando le enviaron a estudiar, junto a otro compañero, a Madrid para ser el cura de los ucranianos que viven en España.

"No era mi decisión, pero me tocó porque fue la misión que la Iglesia nos dio", explica en declaraciones a EL ESPAÑOL- Noticias de Castilla y León.

Los inicios en el camino de la Fe no vienen desde que es pequeño, sino que la vocación se le despertó más tarde. Su familia siempre ha sido cristiana y recuerda, con cariño, "oraciones especiales que hacíamos". 

Además, conoció a un sacerdote joven que iba a su parroquia y fue quien, en gran parte, le animó ya que para él era "un ejemplo ver cómo trataba a las personas, hablaba con los vecinos y celebraba la misa; una inspiración". 

Sin embargo, el camino que cogió en un primer momento no fue ese ya que decidió apostar por la cocina haciendo una formación profesional. Una trayectoria que duró muy poco cuando se dio cuenta de que no era lo suyo.

Fue en ese momento cuando regresó al seminario y allí sintió "la vocación". "El señor es un amor muy grande y quiero compartirlo con otras personas", asegura.

El cura ucraniano que viaja de León a Valladolid para dar misa

Actualmente, vive en León, pero fue el año pasado -por Navidad- cuando le pidieron si podía desplazarse hasta Valladolid para dar misa. Y es que, en momentos de fiestas o especiales, eran muchos los que se desplazaban "en busca de su iglesia". 

Klish aceptó el reto ya que "no tenía muchas ocupaciones" y desde entonces celebran cada domingo y fiestas importantes también en esta ciudad. Pertenece a la Iglesia greco-católica y tienen "un rito propio".

Una gran parte de la misa, excepto la homilía, es cantada y el incienso es uno de los grandes protagonistas del rito. Otro de los momentos que más llama la atención es que el cura suele estar de espaldas y cuentan con la presencia de iconos.

De hecho, justamente la semana pasada, les llegaron dos iconos; un Cristo y una Virgen María. "Eso ayuda a la gente a guardar tradiciones ucranianas. Sentir que tienen algo aquí suyo, como comunidad, como el sitio al que iban", explica.

Durante las misas y los encuentros con los ciudadanos hablan de diversos temas aunque, como es lógico, la guerra en Ucrania está muy presente. "Todos están deseando volver. Tanto los que llevan 20 años como quienes vinieron por la guerra", sostiene. 

Por esta razón, en todas las charlas personales sale el tema porque es "lo que le duele a la gente". Aunque afirma que las misas les vienen bien porque permiten "dar sentido a muchas cosas" ya que es inevitable que "los bajones aparezcan".

De alguna manera, esta unión que han creado tanto en León como en Valladolid les permite seguir ayudando a los ucranianos que continúan al frente de la guerra, dadod que la gran mayoría tienen allí familiares y amigos.

En las colectas de los domingos, recogen dinero y lo destinan a algún producto que alguien les haya dicho que necesitan para así poder mandárselo. Una forma de contribuir desde la lejanía.

"Rezamos por la paz, por la victoria, por los familiares y por las víctimas. Intentamos ayudar en lo que podemos", explica el sacerdote.

Cada domingo congregan a casi 60 fieles para celebrar la Eucaristía por el rito bizantino en la Capilla de la Congregación, junto a la Basílica- Santuario Nacional de la Gran Promesa.

El sacerdote anima a todo el mundo que así lo desee a acudir a estas misas para poder disfrutar de ellas, de sus tradiciones y de la gran familia que han formado.

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