En verano de 1968 se descubrió una de las villas romanas más grandes del mundo. Su hallazgo fue una casualidad dado que se dio mientras estaban haciendo unas labores agrícolas en La Olmeda, perteneciente al término municipal de Pedrosa de la Vega (Palencia). Un descubrimiento de Javier Cortés, ingeniero agrónomo aficionado a la arqueología que estuvo toda su vida dedicado a este yacimiento. Durante doce años se realizó el levantamiento y conservación de los mosaicos que iban saliendo a la luz. Un mundo que desapareció hacía casi dos milenios y que, nuevamente, cobraba vida.
Pronto vieron que se trataba de uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del mundo romano hispánico. Y a día de hoy se puede seguir disfrutando de esta espléndida villa rural con aires palaciegos. La Villa Romana La Olmeda es una gran mansión rural del Bajo Imperio cuyo edificio principal es de planta cuadrada flanqueada por torres en cada esquina. Además, cuenta con un patio central al que se abren las distintas dependencias.
Desde su descubrimiento se continúa excavando en este gran yacimiento, el cual aún no se conoce en su totalidad. La gran mansión de época romana se inició en el siglo I o II de nuestra era. Precisamente en este siglo se cambia el uso del edificio central de la villa y se levanta uno nuevo a 200 metros. Esta gran villa romana de dimensiones palaciegas posee múltiples estancias que nos permiten imaginar la cómoda vida del dueño de esta explotación agrícola.
La villa cuenta con una extensión de 4.400 metros cuadrados y 35 habitaciones que están repartidas entre la vivienda principal y los baños. De ellas, 26 están decoradas con 1.450 metros cuadrados de mosaicos polícromos que se han conservado en el lugar. Todo ello ha sido el motivo de que en abril de 1996 se declarase como Bien de Interés Cultural.
La fachada del edificio cuenta con un pórtico columnado y flanqueado por dos torres de planta octogonal. Se accede por un vestíbulo cuyo mosaico se conserva prácticamente intacto. Al fondo hay dos columnas marcan la separación entre él y una amplia galería transversal en cuyos extremos convergen otras con mosaicos geométricos. Estas son el acceso a las principales habitaciones de la mansión.
La fachada norte del edificio cuenta con un pórtico que está reforzado con contrafuertes y flanqueado por torres de planta cuadrada. El salón principal se conserva en buen estado y en él está uno de los principales mosaicos figurativos de época romana que se conservan en Europa. Sus dimensiones son excepcionales dado que ocupa 175 metros cuadrados y se compone en tres temas diferenciados: una dinámica escena de caza, el mito de Aquiles en el palacio del rey Licomedes en Esciros y una cenefa con una serie de medallones ovalados en los que se muestra a los propietarios de la casa.
Asimismo, se puede observar una cacería de gran realismo. Tanto cazadores a pie como a caballo, armados con espadas y lanzas hasta diversos animales propios de la fauna ibérica y algunos exóticos que proceden de África.
Los baños son, sin ninguna duda, uno de los espacios más característicos de este emblemático lugar. Constituyen un espacio privilegiado convertido en un complejo termal anexo al palacio de la villa con una superficie que supera los 900 metros cuadrados. Uno de los aspectos más curiosos es el gran corredor de acceso desde la vivienda principal con más de 40 metros de largo que da a entender la presencia de contrafuertes exteriores.
El sector Sur contiene una gran estancia de planta circular con ángulos en esquina que se entiende que pudo ser utilizada como una sala de masaje. El sector norte puede haberse configurado como espacio en el que se ubican las dependencias más concretas del ritual termal.
En las proximidades del edificio principal se han excavado estructuras que pertenecieron a la zona de trabajo de la finca, donde se encontraban los graneros, alfares, talleres, cuadras y almacenes de la villa junto con las viviendas humildes de los trabajadores.
Una visita que no finaliza aquí puesto que en Saldaña, a tan sólo 6 kilómetros de la villa, se puede ver la vida en la Roma bajo-imperial con la visita al Museo de La Olmeda, donde se exponen los objetos aparecidos en las ruinas: monedas, vajilla fina de mesa realizada en 'terra sigillata', herramientas de labradores y artesanos, los arreos de bronce de sus veloces caballos y los frágiles vasos de color verdoso, encontrándose estos últimos como ofrendas funerarias colocadas junto al cadáver en las tumbas de las necrópolis.