En un recorrido por la rica historia de la ciudad de Palencia, emerge un episodio de valentía y resistencia que resuena con orgullo a lo largo de los siglos. En el inestable escenario de la Castilla del siglo XIV, las mujeres palentinas protagonizaron un acto de heroísmo que les otorgaría un estatus único en toda España y no es otro que el de no tener que inclinarse ante ningún rey. La emblemática banda dorada en sus trajes regionales se convirtió en un símbolo de su hazaña, y aún hoy recuerda por qué las palentinas no se doblegan ante monarcas.
En ese convulso período, el reinado de Juan I en Castilla y León estaba en riesgo tras la derrota en la batalla de Aljubarrota en 1385, dejando la corona en una posición vulnerable. Aprovechando esta debilidad, Juan de Gante, duque de Lancaster, planteó su ambición de reclamar el trono al ser yerno de Pedro I, también conocido como 'el cruel'. El conflicto sucesorio abrió las puertas a la incursión de Juan de Gante en la península ibérica, desencadenando una serie de acontecimientos que llegarían a Palencia.
La ciudad, en ese tiempo de 1387, estaba mayormente desprovista de sus hombres, quienes se hallaban en el frente de batalla y otros muchos ya habían muerto durante la contienda. Pero pnfrentándose a la amenaza de las tropas invasoras de Lancaster, las mujeres de Palencia no retrocedieron y tomaron el testigo de proteguer su hogar.
En lugar de rendirse, decidieron plantar cara, defendiendo su ciudad con una valentía inquebrantable. Este acto de determinación culminó en la derrota de las fuerzas invasoras, lo que llevó a Juan de Gante a renunciar a sus aspiraciones dinásticas en el Tratado de Bayona en julio de 1388. El resultado fue más que una victoria militar; fue un tributo a la resiliencia y el coraje de las mujeres palentinas.
En reconocimiento a esta gesta, que aseguró la conservación de la corona, Juan I otorgó un privilegio excepcional a las mujeres de Palencia. Fueron distinguidas con el título de 'caballeros de honor', concediéndoles el derecho de portar la distintiva banda dorada que solía ser exclusiva de los caballeros varones. Este símbolo de igualdad marcó un hito en la historia de género, proclamando la valía y la capacidad de las mujeres para enfrentar desafíos con la misma fuerza que sus compañeros masculinos.
Además de la banda dorada, las mujeres palentinas también recibieron el privilegio de no tener que inclinarse ante ningún monarca. Este derecho simbolizaba la autonomía y el respeto ganado a través de su coraje y determinación en la defensa de su ciudad. Su valentía había demostrado que merecían un lugar de honor en la historia y en la sociedad.
Y el monarca Juan I de Castilla también creó a finales de ese mismo año la Orden de las Damas de la Banda, para honrar la memoria de estas palentinas que a principios de aquel año defendieron la ciudad del ataque y que logró expulsar a las tropas inglesas del territorio.
Hoy en día, las mujeres de Palencia siguen llevando con orgullo la banda dorada en sus trajes regionales, recordando a las generaciones venideras que su historia es un testimonio de fuerza, igualdad y dignidad. De hecho, esta historia viene a recordar que si hoy existe Palencia es porque hace 700 años, sus mujeres defendieron con uñas y dientes su propia ciudad.