Los Arapiles de Salamanca, testigos de la historia de España
A diez kilómetros al sur de la ciudad de Salamanca, allí se encuentran dos colinas que se pueden divisar perfectamente si uno va en coche por la A-66. Estos dos pequeños altos, los Arapiles, no pasan desapercibidos para los amantes de la historia.
En ellos se libró en 1812 una de las más cruentas batallas de la Guerra de la Independencia, una lucha sin cuartel que fue punto de inflexión para la victoria de los aliados frente a las tropas francesas.
La historia quiso que, tras recuperar Ciudad Rodrigo (uno de los grandes episodios de la contienda), el duque de Wellington avanzase con sus tropas inglesas, portuguesas y españolas hacia Salamanca.
Allí, en la ciudad, los galos encontraron oposición, pero no tanta como se esperaban -aun así gran parte de la monumental imagen de la urbe fue devastada por la ira de unos y otros-.
Después, tras cruzar el Tormes por Santa Marta, los aliados tuvieron que verse las caras con los franceses -el 22 de julio de 1812- en los Arapiles, un pequeño municipio que todavía, a día de hoy, recuerda cómo hace casi 205 años fue protagonista de la historia.
Allí, un ejército en el 'Arapil Grande' y otro en el 'Arapil Pequeño' se lanzaron al ataque, y en esa disputa perdieron la vida miles de soldados, unos 5.000 del bando liderado por Wellington y más del doble del lado de los franceses, quienes perdieron la batalla.
Esta victoria de los ingleses, españoles y portugueses permitió al ejército aliado continuar hacia Madrid y, luego, medirse a los galos en Burgos, varios episodios que labraron el devenir de la lucha y del futuro europeo.
Entre los campos que albergaron aquellas batallas, sangrientas y crueles, están los dos arapiles de Salamanca, en cuyo escenario de la contienda a día de hoy permanece una pieza escultórica que lo recuerda. Quienes lo visiten no se encontrarán con grandes recreaciones, solo el silencio y la tierra de aquel momento, solo el escenario de una página de la historia.