Tomas-Hidalgo

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Salamanca

Una mina de uranio, ¿para qué?

25 mayo, 2017 12:51

Las minas, pequeños arañazos en la tierra, después un tajo enorme en la piel, en la tierra que sentimos nuestra.

Los tajos los suelen hacer los cirujanos (grandes profesionales que saben dónde darlo para producir el menor daño posible) y lo hacen para paliar daños o salvar vidas. Pero los tajos que hace la minería, esos, tienen muy complicada solución y la recuperación de la zona dañada muchas veces no se produce, como asimilándolas a las cicatrices en la piel, nunca más adquieren su virginidad, su belleza anterior, su impoluta superficie.

Lo que se está produciendo en Retortillo con la mina de uranio es abrir una herida en el corazón del Campo Charro, una brecha en la piel de esa parte de la provincia, y lo que es mucho más grave, en las relaciones entre vecinos.

Y esto no acaba aquí, quien conoce el ámbito rural sabe que las controversias entre vecinos de los pueblos no se arreglan en los despachos de cualquier consejería lejana, no se arregla con una paz impuesta por decreto. Ya se verá cómo evoluciona la cosa, pero ya sentencio que las consecuencias traumáticas para el campo, que previsiblemente traerá la mina de uranio, se traducirá en conflictos de resultados ciertos, como mínimo la enemistad de muchos vecinos.

El domingo día 21 (a fin de paliar la problemática) delante del quirófano, no!, más bien el matadero donde se está abriendo en canal esa zona tan sensible, se produjo una reunión.

 20 alcaldes, todos ellos vecinos de localidades limítrofes a Retortillo y de zonas lejanas pero que temen recibir la contaminación de esta mina por vía aérea y acuática, para pedirle  que se negase, desde el Pleno de este Ayuntamiento, conceder a Berkeley la utilidad pública de la prospección minera, paso previo -aunque no vinculable- para que la Comisión Territorial de Urbanismo negase la autorización.

El 30 de noviembre del año 1998 se firmó el convenio hispano-portugués sobre los ríos que prevé la construcción de dos embalses en Erjas (Tajo) y Pomarão (Guadiana). En ese acuerdo se permitiría inundar tierras españolas tras la construcción de los pantanos en territorio portugués. Por qué no se aplica ese criterio a la hora de conceder este tipo de permisos sobre actividades que pueden afectar a muchos municipios. Es decir que esta decisión sea consensuada por la mayoría de municipios afectados y además vinculante como lo son los acuerdos antes referidos.

Lo que es deleznable, es que cuatro tecnócratas de Valladolid que no saben ni de dónde le llega la leche que se toma por las mañanas o la carne de las hamburguesas que se comen con sus hijos, decidan sobre la apertura de una mina, que como mínimo, va a romper, destrozar, aniquilar un entorno natural bellísimo.

Tecnócratas que a mayores van a determinar el modo de vida de una parte de la población, el modelo productivo, el único que le queda al ámbito rural basado en la ganadería y el mantenimiento con ello de bosques, prados y ríos que conforman un entorno irrepetible.

Y lo más grave, tecnócratas que juegan con la salud de mucha gente, como si estuvieran en un juego de rol siniestro, donde los habitantes son sus fichas depositadas en mapas extendidos sobre amplias mesas y los intereses económicos y políticos, los suyos, su único objetivo.

El NO! a la mina debe ser permanente y constante.