Vivencias de toros en nuestros pueblos: Briviesca y Cantalpino (Segunda parte)
Nos habíamos quedado en la final de la corrida de toros celebrada en Briviesca el pasado 15 de agosto, donde Sánchez Vara había sido el triunfador ante un buen toro de Bañuelos. Les relataba también el frío que pasamos cuando se coló de rondón en la plaza ese viento helador de Burgos al que los lugareños llaman fresco…
Y nos queda narrar el resto de la corrida con dos buenas actuaciones del sevillano Manuel Escribano y del segoviano de Cuéllar Javier Herrero; ambos cortaron una oreja en sus primeros toros que fueron manejables y de condición nobilísima. Al de escribano se le dio la vuelta al ruedo; triunfo pleno del ganadero Bañuelos cuyas reses pastan en el burgalés Páramo de Masa.
Y un detalle significativo: el equipo de gobierno del consistorio está liderado por Asamblea Briviesca, un conglomerado de partidos de Izquierda Unida, Podemos y Equo, apoyados por Psoe. Pero en Briviesca sigue habiendo toros. Que tomen nota algunos ayuntamientos hostiles a la Fiesta….
Ya echada la noche y de camino hacia Valladolid vuelvo casi en solitario por la A-62, aunque el otro carril que va hacia el Norte continúa echando humo por el inmenso tráfico del puente…
El miércoles 16 de agosto siguen las fiestas en nuestros pueblos y me dirijo hacia Medina del Campo, camino de Peñaranda de Bracamonte. Allí esperan María Antonia y Gonzalo. La distancia es de casi 100 kilómetros y la carretera comarcal apenas lleva tráfico a estas horas del mediodía.
En la inmensa llanura unos agostados tras la escasa cosecha de cereal; a lo lejos se divisan algunas parcelas de remolacha, maíz o patatas que dan cierta lozanía a las tierras por su verdor. Excelente temperatura. Pero al salir del almuerzo camino de Cantalpino la temperatura se ha disparado.
La cita de Peñaranda con María Antonia y Gonzalo la convinimos en el “Oso y el Madroño”, un asador de confianza donde el tostón lo bordan, junto al lechazo y otras delicadezas del marrano.
Antes de su llegada estuve releyendo la prensa taurina con la oreja de Perera en San Sebastián y el triunfo de Román en Las Ventas, entre otros, para ofrecérselo a Santonja. Y es que mi amigo Gonzalo Santonja es taurino hasta la médula.
Santonja, bejarano él, ve muchos toros al cabo del año; asiduo de Las Ventas y abonado a otras plazas de nuestra comunidad, tiene cuatro toreros por bandera que son intocables: S.M. El Viti, Pedro Capea, Enrique Ponce y Perico Capea. Luego tendrá alguna predilección por otros coletudos, pero a estos los lleva siempre en su memoria, en su agenda y en el corazón.
Ya en plena faena culinaria degustamos un tostón magníficamente asado, cabecitas incluidas; además de una ensalada de ventresca, tostas de anchoa y sardinas marinadas que nos supieron a gloria. Rematamos con un centro de sandía y melón que fueron auténtica delicia, aunque parezca simple. Un cafecito y hacia Cantalpino, a unos 20 minutos de viaje. Allí nos espera la siguiente cita taurina con cuatro salmantinos en el cartel y toros criados en La Guareña.
Las tierras, aún más agostadas que en el camino de la mañana hacia Peñaranda. La inmensa llanura parece un desierto. Y el sol picando fuerte. Estamos en la comarca de Tierra de Peñaranda y nos adentramos en la subcomarca de Las Guareñas, donde pertenece Cantalpino y cuya cabecera es Cantalapiedra.
El Maestro Santonja nos orienta y comenta que estas tierras eran el límite de las fronteras de la vieja Castilla con León: Aldeaseca de la Frontera y Zorita de la Frontera dan testimonio de ello. “Llevo a Castilla en las plantas de mis pies”, decía Machado.
La población de Cantalpino sobrepasa por poco los mil habitantes, aunque en los años 50 llegó a alcanzar casi 2.500. La agricultura es la dedicación mayoritaria de sus vecinos, destacando los productos hortícolas y especialmente la patata, de singular textura y sabor, según se recalca en la introducción de la web del ayuntamiento.
También indica que existe alguna pequeña industria artesanal del mimbre. Cabe destacar como monumento la Iglesia de San Pedro Apóstol, del siglo XVI. Antes de acudir a la cita taurina nos refugiamos en el bar de una terraza, cercana a la plaza de toros, donde disfrutamos de un refrigerio y de una brisa de aire que nos pareció fresquísimo ante el sofocante calor. Estábamos a 35 grados.
Y empezaron a desfilar las buenas gentes del pueblo camino de la plaza. Pero eso lo narraremos mañana en el episodio final de esta serie taurino social.