El marrano de San Antón de Mogarraz ya tiene dueño
Mogarraz ha celebrado el sorteo del marrano de San Antón, siendo premiada la papeleta con el número 412. De esta forma la localidad serrana cuida su patrimonio arquitectónico y cultural, su folclore y sobre todo sus tradiciones, como ésta desde la Edad Media.
Como explica el filólogo Pedro García Domínguez, se cuenta que en una ocasión se le acercó al santo una jabalina con sus jabatos, que estaban ciegos, en actitud de súplica. Antonio curó la ceguera de los animales y desde entonces la madre no se separó de él y le defendió de cualquier alimaña que se acercara. En la Edad Media para mantener los hospitales de peregrinos, y en Mogarraz hay uno en la calle del Hospital, soltaban los cerdos por las calles de los poblados, y para que la gente no se los apropiara los pusieron bajo el patrocinio del famoso San Antonio, por lo que corría su fama.
La preferencia por comer carne de cerdo se remonta a los antiguos pobladores celtas de estas tierras, los vetones, pero, en la Edad Media se manifiesta como una profesión de fe cristiana, frente a la religión musulmana y judía, que prohíbe terminantemente el consumo de los productos del cerdo. De modo que, a manera de insulto, contra los judíos y moros de la España medieval surgen dichos que abundan en el consumo de los excelentes productos porcinos:
Hubo seis cosas
en la boda de Antón:
cerdo, cochino,
puerco, marrano,
guarro y lechón.
Por esta causa, la Iglesia de Roma, patrocina el consumo de la carne de cerdo. De donde procede la tradición de matar un cochino por San Antón, el 17 de enero, y repartir sus productos entre los más necesitados de la parroquia. Poco después, será el Ayuntamiento de Mogarraz quien patrocine y se aproveche del beneficio de la subasta del Cochino de San Antón, según consta en el Archivo Municipal.
Se adquiría un garrapo en el mes de junio, el día 13, festividad de San Antonio de Padua. El señor cura lo bendecía y le ponían un collar de cuero al pescuezo con una esquila. Antes de la Guerra Civil; el collar de cuero se lo hacía y se lo ponía el zapatero de Mogarraz, Horacio de Blas; padre de Gregorio. Pero el Cochino de San Antón crecía. y Horacio de Blas tenía que agrandarle frecuentemente el collar de cuero de la esquila.
El cerdo era donación de un vecino, que había hecho una manda. Las mandas son el origen de varias costumbres ancestrales de Mogarraz, entre ellas la del Cochino de San Antón, y la de la Moza de Ánimas. El vecino hacía la manda por haber recibido algún don divino: la curación de un familiar; el éxito en algún negocio; una buena cosecha de aceite; haber regresado sano y salvo de un viaje lejano o simplemente porque la marrana había parido sin daño alguno y tenido numerosos garrapos. Entonces se hacía la manda: dar el Cochino de San Antón. La donación del Cochino de San Antón al Ayuntamiento de Mogarraz era un honor muy grande para el generoso vecino. Tenía preferencia en la manda del garrapo el que hubiera conseguido el favor divino más grande, lo que arbitraba el señor cura párroco de modo inapelable.
EL cochino de San Antón quedaba bajo la advocación de san Antonio Abad, la protección de la Santa Madre Iglesia y la jurisdicción del Ayuntamiento de Mogarraz. No se podía maltratar al cochino, ni darle alimentos ponzoñosos, ni hurtarlo o matarlo, ni siquiera espantarlo, y si se paraba en una puerta o propiedad había que alimentarlo y dejarlo que se solazase a voluntad. Si alguien contraviniese o no observase estos preceptos, perdía la protección de San Antón, y sus animales contraerían toda suerte de males y enfermedades, la esterilidad y la muerte; la maldición de la Iglesia, lo que le acarrearía ponerlo en entredicho y alejado de su seno, y sufriría el peso de la Ley por orden del alcalde, con una multa onerosa. No se conoce que nadie hubiese causado daño o menoscabo alguno al Cochino de San Antón en su dilatada historia.
De este modo, mimado por todos los vecinos, el cochino vagaba, cebándose, por las luminosas calles de Mogarraz, durante siete meses, justo hasta el día 17 de enero, festividad de San Antonio Abad, es decir de San Antón, en que después de la bendición de todos los animales de Mogarraz, el Ayuntamiento subastaba o sorteaba en una rifa solemne y bulliciosa el Cochino de San Antón, que se le entregaba al agraciado por la fortuna, que lo sacrificaba. Su beneficio, el Ayuntamiento, lo destinaba para los actos de la Fiesta Mayor de Nuestra Señora de las Nieve, no, como hacía la Iglesia, para remediar a los más necesitados.
Esta tradición continuó viva mientras hubo vecinos en Mogarraz, pero en la década de los 80, la emigración, la diáspora mogarreña, diezmó gravemente la población de la villa. Recientemente ha vuelto a ser recuperada por el Ayuntamiento.