San José, el barrio obrero revindicativo
En un mundo tan célere y alocado como el actual apenas sobreviven los recuerdos que van más allá de un lustro. Ésa es la barrera que marca la pervivencia de la información en internet, pero hay otra mucho más valiosa que aún se atesora en álbumes de fotos escondidos en recónditos cajones, esos que ya apenas casi se ven en familia, y sobre todo, una información guardada a fuego en la memoria de quienes vivieron cada momento. NOTICIASCYL ha iniciado una serie dominical que repasará la evolución de los barrios de Salamanca a través de los recuerdos de niñez de sus habitantes.
Hoy es el turno para San José, un barrio que surgió en la década de los setenta del siglo XX al hilo de la expansión urbanística de Salamanca más allá del río Tormes en busca asentar a los nuevos pobladores de la ciudad procedentes de los pueblos. Fue una continuación de las viviendas sociales que dieron lugar al barrio de La Vega, atendiendo al éxodo rural y al mismo tiempo aprovechando un ‘boom’ urbanístico en España.
“Al principio no teníamos ni consultorio médico, ni tiendas, ni colegios. Nada. Después fueron llegando poco a poco los servicios”, recuerda Josefa Mena, presidenta de la asociación de vecinos durante el barrio durante décadas y una de sus primeras inquilinas. Así, según se expandía el barrio se construían los equipamientos, buscando un entorno abierto, con numerosos jardines y plazas.
El centro de salud fue uno de los grandes logros. “Teníamos los médicos que había antes, y casi todos tenían 'igualas'. Si te hacías una 'iguala' con el médico estabas más atendido. Pero para conseguir el consultorio hicimos colas enormes a la puerta del local donde queríamos que nos lo hicieran, aquí en la calle Manuel Parada. Ahora tenemos el otro que es más grande y mejor”. La construcción de centros educativos también dinamizó el barrio y lo rejuveneció. “Con los que fueron haciendo se cubrieron las necesidades. Pero ahora me da pena porque la gente se ha dedicado a llevarlos a los concentrados, y están quedando como guetos, que es una palabra que no me gusta nada, pero es así. Solo quedan los que tienen menos posibles y a mí me da mucha pena”.
Después llegaron las pistas deportivas, piscinas, el edificio del Servicio Público de Empleo y todas las naves de la Diputación de Salamanca en dirección hacia el polígono El Montalvo. San José se convirtió también en un lugar de paso hacia la zona industrial y rápidamente quedó obsoleto. Surgió una asociación vecinal que no ha parado de reivindicar mejoras. “Una asociación no es solo para hacer manualidades, empezamos a luchar contra las carencias que había en el barrio. Hacíamos manifestaciones, colas para conseguir el consultorio médico... La gente empezó a reunirse y a exigir. Luchamos mucho por las humedades que tenían las viviendas, así que nos fuimos a Madrid, al Ministerio de Vivienda, y sacamos una subvención para quitarlas. Lo que pasa que ahora estamos muy descontentos porque lo que hicieron para quitar las humedades fue poner uralita. Y ahora estamos luchando para que la quiten porque es cancerígeno y la gente lo está manipulando como quiere y no puede ser”.
Y es que la vida al otro lado del río Tormes parecía muy alejada, pese a encontrarse a escasos metros del casco histórico. Una distancia que acortó el puente de Felipe VI en el año 2000 para unir el barrio con el paseo de Canalejas. No sin problemas, pues su construcción estuvo judicializada por colectivos ecologistas. Al mismo tiempo llegaría el nuevo cuartel de la Guardia Civil junto al barrio de La Vega y las últimas promociones de viviendas para no dejar un metro cuadrado en el barrio libre de construir.
San José, como no podía ser de otra forma haciendo honor a su nombre, siempre ha sido un barrio obrero. “Vivía gente trabajadora de todo tipo. Dependientes, albañiles, etcétera. La mayoría era gente que trabajaba en el centro Salamanca”, recuerda Josefa Mena. Una sociedad que ha ido evolucionando con los tiempos. “Antes había más vida social que ahora. La gente era más luchadora y los vecinos nos reuníamos. Las fiestas eran mejores porque había dinero de todos los sitios. Era otra vida. Teníamos menos, pero hacíamos más vida en comunidad. Ahora la gente está con su trabajo y es más independiente”.
Durante los primeros años, la vida se organizaba en torno a las tiendas de alimentación. Como en otros muchos barrios, allí coincidían los vecinos, intercambiaban pareceres, compartían problemas y logros. “El primer comercio que hubo era una pequeña tienda que estaba aquí en la calle Manuel Parada en la que vendían un poco de todo. Como era la única que había pues tenían que vender de todo. Y han estado aquí hasta hace muy poco que se han jubilado. Luego, llegaron otras tiendas, la farmacia, los bares...”.
Porque San José presumía de una intensa vida social durante todo el año. “Las fiestas eran mejores antes. Como el Ayuntamiento no cobraba lo que cobra ahora, venían los feriantes, había verbenas... Era otro tipo de convivencia. Los matrimonios salíamos a bailar y a los bares. Ahora como es un barrio de obreros y de parados, hacemos lo que podemos. Para las actividades me dan solo 250 euros y eso no nos da ni para material”.
Pero este barrio sigue haciendo honor a su nombre y a su espíritu reivindicativo. “A mí me gustaría que la gente se implicara un poco más en las asociaciones de vecinos porque los barrios que la tienen prosperan. Tienen infraestructuras, jardines, etcétera”, concluye Josefa Mena. Porque los barrios trastormesinos, aunque muchas veces no lo parezca, también son una parte fundamental de Salamanca.