Plaza del Mercado, el ágora del caño, carbón y verdura
En un mundo tan célere y alocado como el actual apenas sobreviven los recuerdos que van más allá de un lustro. Ésa es la barrera que marca la pervivencia de la información en internet, pero hay otra mucho más valiosa que aún se atesora en álbumes de fotos escondidos en recónditos cajones, esos que ya apenas casi se ven en familia, y sobre todo, una información guardada a fuego en la memoria de quienes vivieron cada momento. NOTICIASCYL tiene en marcha una serie dominical que repasa la evolución de los barrios de Salamanca.
Tras abordar todas las zonas más allá del casco histórico, sólo falta el corazón de Salamanca, el entorno de su Plaza Mayor, pero son tantos los cambios que se han producido en algunas zonas que hasta final de año vamos a repasarlas de forma más exhaustiva. Hoy es el turno para la plaza del Mercado, cuya evolución está intrínsecamente ligada al progreso de la ciudad y su propia sociedad. Así, en la Edad Media era un terreno conocido el Caño, cuando se habilitó la anexa Plaza Mayor pasó a ser la plaza del Carbón o Carboneros, y posteriormente de la Verdura. Nombre en función de las mercancías con que se comerciaba en sus puestos o cajones de venta.
Y es que Salamanca siempre fue una ciudad de ferias, ya fueran anuales, mensuales o semanales. Siempre había algo que vender. Primero en el Azogue Viejo junto a la Catedral, en los siglos XII y XIII, después en la Puerta del Sol y más tarde en la plaza de San Martín, el espacio para comerciar más amplio de la cristiandad, que se decía entre los siglos XIV y XV. La actual plaza del Mercado era una parte de este gigantesco ágora, que quedó partido en dos cuando se construyó la Plaza Mayor a mediados del siglo XVIII. Los puestos de los comerciantes se desplazaron fuera de la nueva plaza, donde los soportales eran utilizados a modo de ‘covachuelas’ para vender principalmente pan, trigo, vino, carne y pescado. Era la plaza del Caño, donde había una gran fuente.
El comercio fue evolucionando y al extenderse la revolución industrial por toda Europa comenzaron a predominar los puestos de carbón vegetal que los serranos vendían como combustible. De ahí que pasara a ser popularmente la plaza del Carbón o de los Carboneros. A su alrededor comenzaron a surgir casas señoriales de ricas familias charras, conformando así la anexa plaza del Ángel. Pero la propia evolución de la sociedad concedió más protagonismo a los alimentos primarios. En el siglo XVIII hubo importantes periodos de hambruna, por lo que el carbón pasó a un segundo plano y la plaza pasó a denominarse de la Verdura.
Así permaneció hasta que a mediados del siglo XIX comienza a buscarse una imagen de Salamanca más limpia, con una mayor higiene, en la que chocan estos puestos de comerciantes a la intemperie. De ahí que, siguiendo el modelo de otras ciudades, se proyectó construir un Mercado Central de Abastos. En 1880 se afianza la idea, pero no fue hasta casi una década después cuando la construcción salió a concurso sobre los planos del arquitecto Joaquín de Vargas, responsable también de la Casa Lis. La licitación se estableció en 433.635,81 pesetas, con un plazo de duración de las obras de dos años. Pero fueron diez. ¿Por qué? Por los sobrecostes de las obras, los problemas en la acometida de las canalizaciones de agua y las expropiaciones de algunas casas construidas en el perímetro, llegando incluso a juicio.
Durante todo este tiempo la plaza fue utilizada para proyectar películas de cine al aire libre o para acoger la tradicional Feria de Botijeros. Incluso hubo una verbena en el interior del edificio antes de concluirse y una exposición de maquinaria agrícola. Por fin en 1909 se produjo la inauguración del Mercado Central de Abastos, dando nombre a la actual plaza, testigo de los avatares de la sociedad moderna. Primero fue la urbanización del entorno, después la instalación de las antiguas diligencias, que dieron paso a los autobuses de línea y primitivos taxis. Y llegaría el Gran Hotel, cuyas historias de toreros, futbolistas y gente de alta alcurnia, cuyos secretos más inconfesables, quedaron sepultados bajo escombros tras derribarse el edificio para construir uno nuevo de apartamentos y aparcamiento subterráneo.
El Mercado Central, por su parte, vive un amplio proceso de reforma tanto en su estructura exterior como interior. La plaza fue peatonalizada y vuelve a ser un gran epicentro social, por la mañana en los puestos comerciales del mercado, por la tarde y noche en las terrazas hosteleras. Un ágora que evolucionó de la tierra a la piedra, de la madera al hierro, del intercambio de productos a la compraventa más consumista.