Paseos de desescalada: la Sierra de Francia toma aire
Segundo fin de semana de desescalada en fase 1. En esta jornada de sábado del primer fin de semana de junio, soleada aunque con brisa fresquita, el viajero emprende rumbo a la Sierra de Francia y Las Batuecas en un nuevo paseo de desescalada por la provincia de Salamanca. No se permite cruzar las incomprensibles nuevas fronteras provinciales. Deja atrás la ciudad para, por Aldeatejada, coger la carretera de la Sierra que, en un primer rasgo diferenciador, son pocos los coches que se encuentran en el camino, cuando, en otras ocasiones de normalidad, serían cientos los que emprenderían su jornada de ocio hacia esta zona serrana.
A un lado y a otro, según avanza, todo sigue su vida con la más absoluta normalidad. Nada ha cambiado, salvo las hierbas de las cunetas que crecen salvajes. Vacuno, de carne y bravo, pasta en la inmensidad de estos campos, que llaman charros, de la dehesa salmantina. Para estas reses nada ha cambiado, siguen su transcurrir hasta la hora del matadero. Verde, mucho verde en los pastizales y arroyos. Es una delicia perderse, aunque sea de paso, por estos parajes naturales donde habitan también las rapaces, el jabalí y alguna que otra raposa que huye despavorida al paso del Dacia.
Cruza Vecinos en su longevidad solitaria y también Tamames, antes de subir y bajar lomas, donde la vida parece que sale al encuentro. En todo lugar la inseparable mascarilla, que parece ha llegado para quedarse. Tamames rezuma vida en su travesía donde abundan carnicerías de primera, con la morucha de estrella, y panaderías que huelen a pan reciente.
El viajero llega a El Cabaco, puerta de la Sierra, para adentrarse en robledales, mucho roble, que caracteriza a esta tierra de entresierras. Coto Nacional de Caza Mayor y también de monasterios centenarios, como El Zarzoso, de donde salen dulces coventuales de preciado valor. Y, como sin darse cuenta, llega a La Alberca. Centro neurálgico y corazón de la Sierra de Francia. Algo extraña el viajero en esta jornada. No es más que la tranquilidad que envuelve al municipio. El bullicio en tiempos de normalidad, una jornada de sábado, cercana al verano, sería un continuo río de turistas que harían casi imposible moverse por sus angostas callejuelas. Pero no. En esta ocasión la tranquilidad abunda en el caminar del viajero.
Las tiendas en su mayoría, no todas, comienzan a abrir. Los restaurantes también. Otros permanecen cerrados. Algún que otro luce el cartel de 'Se vende o alquila'. Por suerte, los menos. Algunos turistas, haciendo frente al miedo, que no al virus, o bicho, como se llama en el argot popular, se recrean en la tranquilidad de La Alberca. Los restaurantes y bares abiertos dan buena cuenta de la vida que empieza a surgir. Eso sí, con todas las medidas sanitarias y de distanciamiento. Geles hidroalcohólicos por todas partes. Mesas, dentro y fuera, con la debida separación. Barras libres de clientes y mascarillas, todos, vecinos y visitantes, con sus mascarillas.
La pastelería/panadería de Mari Luz huele a hornazo, a turrón serrano de miel y pastas albercanas. Todo un lujo de tradición y artesanía. Más adelante, una fuente mana agua cristalina y fría que algún turista utiliza para humedecer la boca. Hace calor a estas alturas de la jornada. El viajero llega a la plaza, si antes un hormiguero de 'domingueros', en esta ocasión algunos grupos ocupan terrazas al sur bajo los arcos. Es la demostración palpable de un pueblo vivo que empieza a despertar de un mal sueño. Una mala pesadilla que el amigo Tito, de la Abadía de los Templarios, lleva con la mejor sonrisa. Piensa en abrir su amplia oferta turística allá cuando llegue julio -quizás algun centro hotelero antes- porque con estos tiempos de desescalada marcados por la Junta, con quince días de atraso respecto a los demás, "no tiene mucho sentido". Ellos, los empresarios y sus empleados de hostelería, sí son los grandes damnificados en esta pandemia, sanitaria y económica.
Mogarraz, vida entre cuadros de un pasado que no volverá
El viajero llega a Mogarraz, dejando a un lado y otro cerezos que exhiben cansinos sus pendientes rojos. En la aldea serrana se nota mayor flujo turístico. Es la carretera donde varios restaurantes, como El Mirador de la Sierra, del amigo Agustín, o Calama, están al completo, salvando la distancias y las medidas sanitarias. Es la buena y rica oferta gastronómica de la Sierra. El viajero se pierde por las calles que muestran, melancólicas, los cuadros, de la mano y obra de Florencio Maíllo -el artista local- el recuerdo de los que fueron pero ya no son. Un verdadero museo pictórico y arquitectónico al aire libre que, algunos avanzados en la desescalada, contemplan felices. La plaza de Mogarraz aún está somnolienta. Salvo en el Mesón Taurino, con sus buenas carnes a la brasa, la actividad aún duerme.
El viajero regresa a La Alberca para dar buena cuenta de un menú serrano en el restaurante La Colmena. De diez mesas, entre las dos alturas del mismo, se ocupan tres. Patatas meneás con guindilla -como las hacía mi abuela-, carrilleras serranas al vino y arroz con leche casero. Muy bien de precio y calidad. Pero también los dueños que han abierto "para empezar a poder vivir". "Esperemos que poco a poco la vida vaya caminando hacia la normalidad y a la gente se le quite el miedo", ruegan al viajero. No es menos cierto que en estas tierras de la Sierra de Francia nunca anidó el virus. A pesar de ello, sus medidas son especiales y dan tranquilidad a quienes los visiten.
Un paseo perdido por el Valle de Las Batuecas donde hablan los silencios perdidos en los confines de las sierras que se extienden, como pliegues de acordeón, en las lejanías de Las Hurdes. Pero eso ya es otra cuestión vedada al viajero en estos tiempos de fase 1. El monasterio de San José de Las Bautecas permanece sellado desde la carretera. Alejado de contaminaciones y sumido en las oraciones de sus ocupantes... Algún que otro montañero aparece por las lomas donde también, en las alturas, se atisban los pequeños saltos de las cabras montesas.
Vuelta atrás, hubiera sido el deseo del viajero cruzar Las Mestas para recorrer Las Hurdes en estos tiempos de pandemia, pero no es posible. Regresa y pasa por Madroñal, la cuna de la cereza serrana, y llega a Cepeda para hacer un alto en la cafetería del Hostal Rural San Marcos, donde el amigo Alonso, que abrió mismamente ayer... Una puerta hacia la nueva vida. Con Guiller GR de Madroñal entablamos una tertulia sobre la caza del jabalí y del método de 'la espera' y las nuevas medidas de la Consejería de Medio Ambiente que nadie comprende por estos parajes
El viajero regresa a la ciudad con la sensación de que todo, poco a poco, regresa a la normalidad tras casi tres meses de pesadilla. Los pueblos quieren vida y, desde las instituciones, se la deben dar. De esta nueva situación que llega depende el sustento de muchas familias, miles de familias de esta tierra 'vaciada' que, ahora más que nunca, necesita oxígeno para vivir, ay!
GALERÍA DE IMÁGENES DEL PASEO DE DESESCALADA POR LA SIERRA DE FRANCIA