Viajes | La fábrica de harinas de Gema, una joya que languidece a la orilla del río Huebra
La fábrica de harinas de Gema puede considerarse uno de los lugares con mayor atracción en la ribera del Huebra, tanto por la maestría de la construcción molinera, como por la espectacularidad del lugar, su retiro y el remanso de paz roto por el mugido de alguna vaca, el chapuzón de una nutria y el ritmo impetuoso de las aguas río abajo.
En la diversidad del paisaje más salmantino, acompañados por un bosque de ribera sin grandes riberas, encinas, prados, robles y algún que otro buitre llegamos a Gema, donde, nos dice un buen señor con bastón y boina, que apenas viven 14 habitantes y que es una pedanía de Yecla de Yeltes. Dicen que Gema de Yeltes fue creada a partir de un asentamiento de una serie de familias en una finca. Estas familias dieron lugar al pueblo y construyeron la que es actualmente la iglesia.
Gema es un pueblecito casi abandonado con un encanto especial por su construcción apegada al terruño y con algunas viviendas que son todo un cofre abandonado. El lugar es idílico para vivir lejos del mundanal ruido, podríamos decir. Justo a la entrada del pueblo, sale un camino a la izquierda que es el que nos llevará hasta el río. Salimos de Gema con la inestimable guía de Rufino Holgado, el ebanista de Encinasola de los Comendadores que ya goza de su jubilación merecida, por este camino antaño cuidado hoy, por desgracia, dejado de la mano de Dios, como dicen por estos pagos.
Avanzamos entre paredes de piedra acompañados por chozos que nos recuerdan otro tiempo, lagunas y charcas, molinos, pontoneras y la dehesa que lo confunde todo en la inmensidad de esta tierra rica y verde.
El camino, un paseo de 3 kilómetros escasos, es un libro de naturaleza abierto en la nada del silencio. Un gorrión chillón alza el vuelo, los pinzones revolotean a nuestro paso y el carbonero sigue nuestro andar sobre un rama de roble rebollo. En un descenso suave aunque continuo según nos acercamos al curso de la ribera del Huebra, no sin antes, tras abrir y cerrar porteras, divisamos varias recias construcciones en medio de la nada.
El lugar sorprende por la inmensidad constructiva de los edificios, donde se encuentran las ruinas de un antiguo molino, de cierta importancia en su día, junto a una presa de agua, una pontonera hecha con 150 piedras y una gran pradera verde por la que surca el Huebra impetuoso tras las lluvias de estas fechas.
La fábrica de harina de Gema -propiedad de Tomasa Delgado-, una perfecta desconocida y lugar ideal para visitar y disfrutar del idilio bucólico de la más pura naturaleza, es un antiguo molino situado en el río Huebra. En la actualidad se encuentra en estado de abandono, pero antiguamente fue un lugar muy importante para los habitantes tanto de Gema de Yeltes como de los pueblos de alrededor, ya que en él se realizaba la molienda del grano para la fabricación de harinas tanto para el uso humano como agrícola. A parte del molino, la fábrica consta también de una serie de viviendas y corrales donde antiguamente habitaban durante todo el año los trabajadores del molino. Comentan en el pueblo que a este lugar venían personajes ilustres desde Madrid a veranear.
El tío Manuel García, el molinero
Aunque Dámaso de Yecla fue quien echó el cerrojo a la fábrica allá por la década de los años 70, el verdadero protagonista de este lugar fue el tío Manuel García Hernández, molinero de Cerralbo. En este idílico lugar vivía el tío Manuel entre la matraca cansina de los molinos, el juego de sus niños, como su nieto Ángel Prieto García, que nació en el lugar cuando la fiesta de Los Perdones de Cerralbo, el discurrir del río y los cánticos de las ocas, gansos, patos y gallinas que poblaban el lugar como un edén perdido en las tupidas orillas del Huebra.
Desde bien temprano, cuando se abrían las compuertas de la inmensa presa que acumulaba el agua que hacía mover el rodete, hasta que entraba la noche callada, la vida en el lugar era de un trasiego importante de caballerías, gentes y sacas de cereal y harina.
Un molino especial que cuando los demás cerraban sus puertas por falta de agua, éste, por la ingeniería más inteligente, seguía con su molienda dada la cantidad de agua estancada en su inmensa presa en la que vivían importantes bancos de sardas, bogas y barbos.
El tío Manuel, con conocimientos que iban más allá de un simple molinero, lograba manejar toda la complicada maquinaria de la más importante fábrica de harina movida por la fuerza del agua en la comarca de Vitigudino. Con la sabiduría que sólo otorga la costumbre y la vida, hacía las maquilas sin originar protestas, porque aquí no había dinero, sólo el valor consentido de las maquilas. Todos marchaban contentos con sus sacas de harina, cebada, centeno o algarrobas camino arriba.
En estos tiempos que corren de prisas y ruidos, de humos y eso que llaman estrés, de pandemias y virus, aún existen lugares en nuestros pueblos llenos de paz, silencio y la más pura naturaleza que, por suerte, guarda la esencia del pasado sin que el hombre haya logrado meter su guadaña. Aunque, no es menos cierto, que el lugar bien podría aprovecharse -si las instituciones estuvieran al servicio de las personas- para hacer un lugar de sosiego, estudio y convivencia en paz con uno mismo y la naturaleza.